CAPÍTULO 24

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Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre sus rostros cuando DeBlanckfort destapó la escotilla vagamente iluminada al final del camino

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Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre sus rostros cuando DeBlanckfort destapó la escotilla vagamente iluminada al final del camino. No había nada más allá; el túnel acababa en una pared de cemento. La única salida estaba escaleras arriba, mediante unos peldaños de hierro incrustados en la pared. Un viento gélido se coló a través del agujero recién destapado, haciendo que la nuca de Nínive se erizara.

     —¿Por qué presiento que hemos llegado al polo?

     DeBlanckfort se deshizo de unos hierbajos en forma de enredadera que pendían de las paredes y obstaculizaban la salida. Al despejar el reducido agujero, la lluvia pareció arreciar, y no había bolso o espalda que los cubriera.

     —Yo apostaría por Londres —respondió con esfuerzo, utilizando tanto manos como pies para escalar un tramo de piedra sin escaleras.

     —Y yo que creía que tenías prohibido hacer apuestas... —La lluvia empapó la cara de Nínive al subir los últimos peldaños. La mano que DeBlanckfort extendió se apareció en su campo de visión, y ella la tomó para subir el último trecho.

     —Haré una excepción contigo. Cuidado al pisar la piedra, está resbaladiza.

     Al salir a la superficie, Nínive se aferró con ambos brazos al borde de la pared circular con rastros de vegetación arremolinados a la redonda. Cuando sus pies aterrizaron en el césped, vio hacia atrás y comprendió que el agujero era un antiguo pozo de agua, aunque su mayor preocupación surgió al contemplar los ruinosos alrededores. Una vieja y deteriorada construcción medieval les daba la bienvenida. Las paredes estaban cubiertas de hiedra y tenían huecos formados por piedras desprendidas con el paso del tiempo. La arquería bordeaba el edificio, y varios pilares cortados cual troncos se desperdigaban a lo largo y ancho del césped.

Sangbìbiers IV Rex RexumWhere stories live. Discover now