-Uy, que rico-coge el tenedor de la bandeja y comienza a comer. Bebe un poco de juego-. ¿Tú no vas a comer?

-No, yo estoy bien-contesto.

Zack sigue comiendo pero arruga la nariz. Deja el tenedor en el plato y vuelve a arrugarla.

-¿No huele a... gas?-pregunta.

-¡No! Yo no huelo nada...

-¿Seguro?

-Sí, pero voy a checar-evito correr para no demostrar mi error y llego a la cocina para apagar las llaves del gas. De verdad soy la persona más inútil del mundo.

-No era nada, la vecina de abajo está haciendo algo con su calentador de agua-miento mientras me siento a su lado.

-Ah, menos mal... ¿Dormiste bien?

-Mejor que en años-le digo y masaje su rodilla.

-Yo también, fue como dormir con un enorme oso.

-¿Lo dices por mis ronquidos?

-No, un oso de peluche, no un oso real. ¿Roncas?

-No me sorprendería, tengo todos los defectos del mundo-contesto y me tiro en la cama. Zack deja de comer y se abre un silencio entre nosotros.

-Son esos defectos lo que te hacen quien eres, y yo te amo por quien eres.

-¿No importa que no sepa cocinar ni un huevo?

-Por supuesto que no.

-¿Ni que patee al dormir?

-Tampoco.

-¿Ni que...?

-No, y no. Mira, si quisiera a alguien perfecto, a alguien que no pateara o que no roncara, saldría con un maniquí o un autómata. Yo quiero un humano, un humano lindo que, a pesar de sus cientos de defectos, se tome la molestia de hacerme de desayunar, de realizar una muestra de cariño.

-Pero...

-Nada de peros. No digas que no eres perfecto porque nadie lo es, yo me acerco mucho, obviamente, pero no lo soy-dice en tono de broma-. Anda, déjalo ya, mejor dime qué quieres hacer hoy.

Toda la mañana pensé en eso y aun no encontré algo concreto así que me aviento por la respuesta más general.

-Todo.

-Uh, entonces debemos ponernos en marcha desde temprano-se levanta, deja la charola en la mesa y se estira exponiendo toda su imponente musculatura como si fuera una escultura de mármol.

-¿Te bañas primero?-le pregunto.

-Mejor ahorremos agua, ¿te parece?

-Me parece-me levanto como un resorte y lo acompaño a la ducha donde podría jurar que el vapor sale de nuestros cuerpos y no del agua.

El sol entra a raudales por la ventana, la abro y las cortinas blancas se agitan con la suave brisa que entra junto con los ruidos de la ciudad. Escuchamos la bocina de un coche y la sirena de una ambulancia a lo lejos. Nos acostamos desnudos  sobre el edredón del cuarto de Zack y nos quedamos un rato así, sin decir nada, solo llenándonos del calor que traspasa la ventana y la brisa que nos recorre como lo hacen las olas a las rocas.

Es uno de esos momentos que no necesita ser llenado con palabras, donde lo más bello es el silencio que nos rodea interrumpido intermitentemente por un sonido de la calle que nos hace volver a la realidad, pero, ¿qué problema tiene la realidad cuando esta es mejor que cualquier sueño?

Nos vestimos después de un rato. Le robo un poco de loción a Zack y siento como si me abrazara en todo momento.  Caminamos a la salida y comenzamos un día nuevo, juntos. Bajamos las escaleras y cruzamos el umbral de la puerta. En la calle siento como los dedos de Zack se entrelazan con los míos. Siento miedo y un poco de pánico al inicio, pero los aguanto, Zack vale cualquier mirada lasciva y cualquier murmuro, cualquier dedo apuntándonos. Quizás llegue el día donde no sienta miedo tomarlo de la mano, pero, mientras tanto, quiero disfrutar el momento y extenderlo lo más que pueda.

El día se alarga como la masa en una pizzería. Nos da tiempo de hacer muchas cosas y planear aun más. Con los pies adoloridos y el cuerpo cansado regreso al sofá cama y me tiro sobre él haciendo rechinar las patas sobre las cual se sostiene.

-Estoy muerto-le digo a Zack que se ha metido a la cocina.

-No aguantas nada-me contesta desde lejos.

-¿Qué haces tan lejos de mí?-le reclamo con tono infantil.

-Checo unos correos en mi celular-dice en tono serio.

-¿Y por qué en la cocina?

-Es el lugar donde mejor tengo wi-fi.

-¿Son muy importantes?-pregunto libre del afán de presionarlo. No recibo respuesta.

Zack sale de la cocina con su celular en la mano, reflexiona algo mirándome pero como si no estuviera y un instante después contesta:

-No, no es nada. Unos pequeños desacuerdos en el trabajo.

-Hablando del trabajo, el sábado tengo una comida en Irapuato, un restaurante que se llama 'Santa Solita' y me encantaría que fueras.

-Claro, vamos. ¿Es con los del trabajo de tu papá?

-Sí, estoy iniciando el negocio, aprendiendo, ¿sabes? También vemos lo del campo, los agricultores y así.

-Oh, perfecto. Sería un lugar muy bueno para hacer relaciones. Llevaré mis tarjetas de presentación.

-¿Y qué dirán "Zack Rogers: inteligente, dicharachero y guapetón?"

-No, dirán, "Zack Rogers: futuro novio de Leo Márquez".

La palabra novio se escucha tan bien que me olvido de que alguna vez sentí, al escucharla, retención, pérdida de la libertad, exclusividad. Pero en los labios de Zack se oye como la promesa de un escalón arriba en la vida, de una felicidad que no la encuentras en ningún lugar.

-Oh, por cierto, el domingo en la noche hay una exposición de globos aerostáticos, ¿quisieras ir conmigo? Es la noche. Podemos acampar ahí y, en la mañana ir al centro de Guanajuato-hace una pausa y mira hacia la puerta, pensativo-. Podemos ir al 'Callejón del beso"-

-¿Y qué es ese lugar?

-Las calles de Guanajuato son muy estrechas y, cuenta la leyenda, según recuerdo, que hace muchos años había dos enamorados. No se podían ver en la calle, tenían que apartar la mirada, fingir que no existían. Ya sabes, por las cosas de que las mujeres se casaban con las personas que los padres elegían y así. Entonces, la chica de la leyenda, después de que su padre le prohibiese ver a su enamorado, compro la casa que tenía a un lado, la cual solo era separada de la suya por un dimito callejón no mayor al largo del brazo. Su enamorado habitó esa casa y, la primera noche que se vieron en los balcones que colindaban uno con otro, su padre los descubrió y, con una daga en la mano, paralizó el corazón de su hija quien exhalando su último aliento, se inclino hacia el balcón donde dándole a su amado un primer y último beso.

Me quedo el helado. Solo siento la pena y el desagrado de no haber conocido tan hermosa historia en todos mis años de vida.

-Sólo es una burda repetición de lo que leí. En internet se escucha más poético.

-¿Nunca has ido?-pregunto.

-No. Honestamente está en mi-duda por unos isntantes-, en mi lista de cosas especiales, ¿sabes? Esas cosas que son tan valiosas para ti que no se la cuentas a nadie por temor a que pierdan valor, a que se vuelvan comunes en tu vida. De hecho eres a la única persona a la que se lo he contado.

-¿En serio? ¿y por qué?

-Porque eres la única persona con la que quiero ir ahí. 

La Hacienda Where stories live. Discover now