—¿No se les deja elegir?

—Desde luego que sí, pueden elegir a la persona que quieran dentro del clan al que son enviados, las parejas no suelen estar cerradas —rechazó divertido.

—¿Y si no quieren a alguien de ese clan? ¿O si prefieren a alguien que no sea de uno de los cinco clanes?

—El deber de cada miembro del clan es fortalecerlo. Los caprichos están prohibidos —intervino alguien con voz dulce y tranquila al mirar vio a una mujer no muy grande, de edad indefinida y cabello gris que se dispersaba sobre su ropa oscura. Vio como todos se apartaban con rapidez a un lado antes de bajar la cabeza mientras la mujer avanzaba sin prisas hacia ellos.

—Asdis —la saludó Hilmar formal antes de inclinarse—. Es un honor, ¿en qué podemos ayudarla?

—Ayer no pude ver a nuestro chico y quería saludarlo, pero cuando fui a la casa, me dijeron que estaba aquí.

—Los invité a desayunar —le explicó el lobo.

—Eres un buen chico —lo alabó la mujer y él casi pudo ver la cola del su amigo moverse—. Y tú no eres un lobo —prosiguió volviéndose hacia él tan de repente que por un segundo no supo que decir.

—No, no lo soy —confirmó.

—Eres el zorro, ¿cierto?

—El mismo. Mi nombre es Dau —se presentó.

—Dau —asintió sonriendo con calidez—. Hilmar nos habló mucho del humano y de ti. Y ahora ambos estáis aquí para que podamos conocernos. Bienvenido a Narg, la ciudad de los lobos. Espero que tu estancia aquí sea agradable.

—Muchas gracias por la invitación.

—Teníamos que conocerte. Y, por lo que he oído, no solo eres amigo de Hilmar desde que escapó de los humanos, sino que nuestro Uiba te eligió como pareja.

—Nalbrek siempre dijo que no se conformaría con nada inferior a mí —asintió de nuevo.

—Los Uiba siempre tuvieron gustos exóticos cuando se trataba de elegir pareja —murmuró sonriendo—. Oí que le has causado muchos problemas a nuestro chico desde que se formó vuestra unión.

—Es mi pareja y tenemos un vínculo. Su deber es conmigo —replicó.

—¿Y el tuyo?

—Cortaría el cuello de cualquiera que intentase hacerle daño.

—Veo que eres una buena pareja —lo alabó sin perder la sonrisa—. Hilmar, ¿puedes llevarme con nuestro Uiba? —le pidió a este pasando a ignorarlo.

—Desde luego. Dawi, si no te importa...

—Yo también regreso —lo interrumpió.

—No hace falta que vuelvas, aún no has visto nada. Rishi te lo enseñará.

—Regreso —repitió.

—Está bien —aceptó disgustado—. ¿Vamos? —le preguntó sumiso a la mujer comenzando a guiarla—. Pero no entiendo por qué me has hecho traerte hasta aquí entonces —prosiguió quejándose.

—Solo he cambiado de opinión —replicó.

—Zorro caprichoso.

—Lobo perezoso —respondió cuando la mujer ahogó una risa divertida.

—Perdón. Había oído de Hilmar que erais buenos amigos, pero nunca imaginé que lo seríais tanto.

—Sí, bueno... —asintió el lobo incómodo.

—Solo son apodos —terció él.

—¿Y nuestro chico también tiene apodo?

—Desde luego, acabo de llamar a Hilmar con uno de ellos —le recordó condescendiente.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now