🥀 Capitulo 13.

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No era un hombre muy partícipe de
reuniones vecinales. Con la música alta y la parrilla haciendo humo, soltando también un agradable olor a carne. Mew observa con su usual expresión helada a su alrededor, luciendo calmado y callado como siempre frente a las demás personas en el patio trasero de su vecino, donde la pequeña fiesta de cumpleaños de un amigo muy querido por su madre se celebraba.

Pero la verdad es otra, el no está nada calmado, solo aparenta.

Su interior se quema, las llamas atacan a su corazón, su mente es una batalla y los dolores de ésta no se podrían comparar al dolor que e sentía en su espalda baja días atrás. Algo le pide gritar y liberar todo ese vacío mediante palabras honestas y miles de Perdóname, Háblame, Golpéame, Ódiame, Dime algo, Te ruego perdón...

Pero el orgullo es demasiado alto, llena sus venas y nubla su corazón tan arrepentido. Una vez más sus manos aprietan el vaso de plástico entre sus dedos, lleno de jugo de cereza que su propia madre preparó. Pensó en él un poco más.

Gulf...

No se han hablado durante ya casi una semana, las cosas en la casa no podrían estar más tensas, hasta su madre lo ha notado y se tomó la libertad de llamarle la atención por ese hecho. Recuerda la conversación que tuvieron ayer.

-¿Crees que no me doy cuenta? - Su figura como el de un jarrón no se tardó en aparecer.

Mew sólo asintió, siendo el hombre de pocas palabras que siempre ha sido. Realmente no quería hablar del tema con su madre, porque se avergüenza de su actitud frente a su madre. No quiere decepcionarla.

- Hijo, sabes muy bien que hacer. — Dijo, suavizando su molesta expresión. - Pedir perdón, escuchar y perdonar; es la mejor manera de solucionar un conflicto. Siempre te lo he dicho.

Mew bajó la cabeza y rascó su nuca, tratando de no escuchar. Sabe que Suporn tiene toda la maldita razón, y eso lo hace sentirse avergonzado por sus actos.

- ¿Acaso tu orgullo es tanto? Eso no te llevará a ningún lado, no quiero seguir viéndolos así, me duele. No me quieres decir lo que les pasa, y eso lo respeto, pero si algo grave pasa entre ustedes sólo lo diré una vez más, ¿Escuchaste? Pedir perdón, escuchar y perdonar. Deja tu orgullo o timidez de lado, cariño.– Con un beso en la mejilla su madre salió de la cocina.

Pedir perdón, escuchar y perdonar. Lo ha escuchado toda su vida, y toda su vida pareció funcionar. Él debe pedir, o mejor dicho rogar y hasta suplicar de rodillas el perdón de Gulf. Es lo mínimo que puede hacer en esos momentos.

¿Pero quién puede culparlo? Es un humano y cometemos errores. Nos confundimos como él se confunde en el sentimiento tan extraño nunca antes experimentado de esta forma.

Tan puro, intenso y real.

Estos días sin el calor del hombre a su lado ciega de dolor a su corazón. Las noches son frías con Gulf durmiendo en la habitación de huéspedes. Su mente lo atormenta, hasta que lo obligó a darse cuenta que aquel sentimiento tenía un nombre y un porqué.

No puede relajar los hombros, la noche pasada tampoco la disfrutó mucho que digamos. Y ahora mismo también lo extraña. Gulf se quedó en casa, porque según el se sentía mal del estómago, diciéndolo con los ojos rojos.

Es un mal mentiroso. Sólo no quería ir con él.

A Mew le crece una molestia en el pecho, porque él mismo causó todo eso, y ejerciendo más fuerza de la debida, el vaso entre sus dedos se estruja hasta que el líquido sale disparado hacia él. Maldice en voz baja, viendo su playera empapada por el jugo que salió disparado hacia su pecho.

Entre zancadas ingresó a la casa, donde vio a su mamá en la cocina, lo cuál lo asustó, pues hace un momento estaba en el jardín. ¿O es que acaso tanto tiempo se quedó pensando en el chico de ojos dorados? Seguro ni fue consciente del tiempo que paso

–Mamá...

La mujer giró a verlo, con una sonrisa en su rostro. Mew señaló su playera y la mirada de la mujer descendió hasta su playera mojada por el líquido que ella misma preparó, soltando una carcajada.

–¿Se ve muy mal?

- Te ves tan gracioso, amor. - Limpió una pequeña lágrima imaginaria, haciendo avergonzar a su hijo. - Ten. - Le extendió un trapo amarillo, cuando ya se había calmado. - Trata de quitar la mancha, ¿Si? Yo seguiré con el postre.

La mujer le dejó un beso en su mejilla y giró de nuevo para regresar a su trabajo. O al menos así sería, porque al cabo de apenas unos minutos Mew jaló un poco de su chaqueta de mezclilla azul.

- Iré a cambiarme, creo que es mejor. - Avisó, cuando se dio cuenta que empeoraba la mancha. - Mamá, ¿Se ve muy feo? - Preguntó con vergüenza, estirando la playera blanca para que se vea mejor la mancha.

La mujer se carcajeó un poco más, haciendo a su hijo fruncir el entrecejo. —Lo lamento, pero te ves muy chistoso. Pareces un pequeño cachorrito pidiendo ayuda a su mamá. -Se acercó hasta él y acarició su mejilla. - Ve a casa y cámbiate, no hay problema.

Y así hizo, saliendo de la casa vecina dónde una gran amiga de su madre era la dueña y quién organizó tal fiesta. Ingresó a su hogar. Todo se hallaba callado, las cortinas abiertas dejando entrar los potentes rayos del sol que aquella mañana se dignó a salir. Pero a pesar de parecer una casa solitaria, pudo escuchar una suave voz junto a una melodía y no pudo evitar caminar hacia aquel sonido cautivante.

¿Cómo un ser humano podría cantar tan bonito a pesar de verse tan triste?

Sólo Gulf pone esas dudas.

Gulf observaba a través de la ventana, con su nariz roja al igual que sus mejillas, rastros de lágrimas cubrían su rostro, abrazando su vientre crecido, cantando para lograr calmarse. Dejó de cantar cuando divisó el cuerpo de Mew en el marco de la puerta, observándolo directamente y pareciendo temblar ligeramente. Más su expresión seria seguía ahí.

- Tenemos que hablar... — Dio unos cuantos pasos hasta quedar frente a Gulf - Por favor...




Desire of Love🥀MewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora