Copas de árboles y puntas de edificios.

Mulai dari awal
                                    

Quedamos en silencio de nuevo escuchando como el camión ronronea tranquilamente bajo nuestros pies. De vez en cuando escapa un ligero tsss producto de los frenos de aire. Casi no hace paradas y dentro solo vamos un hombre que cabecea vestido de traje, una chica absorta en un libro en sus piernas, Zack y yo.

-¿Es extraño, no?-me pregunta de repente.

-¿Qué?

-Que a pesar de que significas tanto para mí, de que pausé mi vida durante siete años sólo para disfrutar de tu compañía de nuevo, sé tan poco de ti y tú de mí. No lo digo como reproche ni nada de eso, pero me causa curiosidad que una persona pueda llegar a ocupar un lugar tan grande dentro de ti en tan poco tiempo. Es... no sé...

-Aterrador-contesto.

-Exacto. Es casi como dejar la puerta de tu casa abierta a cualquiera. Bien podría meterse un chico para pedirte un poco de azúcar como un ladrón. Y tú no puedes hacer nada, simplemente te quedas sentado en la sala, mirando quien entra y sale de tu vida sin poder hacer nada más que contemplar.

Un semáforo en rojo detiene el camión. De sus frenos suena un liegero tsss. El chófer mira su reloj Casio y se seca el sudor de la frente con un pañuelo rojo.

-Es una cosa terrible-contesto yo-. Mirar como un montón de gente puede ser tu amiga, como se preocupan por ti, como estás con ellos en sus momentos más negros y, de un día a otro, todo cambia sin darnos cuenta. Como la gente que vimos días y días pasan de ser gente a ser borrones en la memoria.

-Me causa impotencia, ¿sabes? Porque, ¿qué se supone que haces cuando quieres que alguien entre a tu vida, que das todo y dejas la puerta abierta para que pase, pero esa persona no quiere? ¿Qué haces cuando sus ojos ven tu corazón y sienten que no es lo que buscan?

-¿Cómo saber que nosotros no somos esa persona?-termino yo la frase.

El hombre que cabeceaba se levanta súbitamente, sacude la cabeza y camina a la parte trasera del camión. Toca el timbre y se baja en su parada. No sé como logran despertarse en el lugar indicado.

-Aun así, siento que, aunque pudiera, no cerraría esa puerta-dice Zack como conclusión.

-¿No? ¿No te gustaría decidir quién entra en tu vida y quién no?

-No. El dolor es parte del amor, son como el fuego y el tabaco, como la tinta y el papel. Uno corresponde al otro para hacerlo algo más grande de lo que, por sí solos, jamás serían. Además si hubiera estado cerrada-se acerca a mi oído y me susurra en un tono apenas audible-jamás te hubiera conocido y me hubiera quedado como una hoja en blanco.

Se levanta de un salto y toca el timbre para bajar.

-Nuestra estación es esta-me dice justo cuando las puertas de cristal se abren. Corro y alcanzo a salir antes de que se escuche de nuevo el tsss de los frenos al arrancar.

Caminamos por las laberínticas calles de León iluminadas por las farolas. Pasamos de una banqueta a otra, de un callejón a otro hasta que, poco a poco, casi imperceptiblemente, logro distinguir las calles.

Entramos en el complejo de apartamentos. Zack saca su llave adherida a un llavero de Mickey Mouse. Abre la cerradura, pero antes de que siquiera logre abrir por completo la puerta yo lo tengo contra la pared. Mi mano aprisiona su pecho mientras que mis labios se aferran a los suyos. Es un beso suave. Siento como se mueve su boca al compás de la mía como una obra de Tchaikovsky, tranquila pero con violentos intervalos de pasión. Nos separamos unos minutos después. Zack abre los ojos como platos y sonríe.

-Creí que querías ver una película-me dice quitándose el saco del trabajo.

-Si tú quieres por mí no hay problema-contesto cerrando la puerta.

-Pero, ¿no tienes hambre?

-Sólo un poco-digo y me abalanzo a besarlo de nuevo.

-Espera, espera solo un momento-su mano me detiene por el pecho, me toma de la mano y me sienta en el sofá cama que aun sigue sin tender-. Leo, no quiero que te sientas presionado, de verdad si no quieres hacer esto lo entiendo. Quizás quieras pensar más las cosas, recuperar la confianza, no sé. Lo entiendo, de verdad me sentiría fatal si he sido yo quien te ha arrastrado.

-Tú no me has arrastrado a nada -contesto poniendo mi mano en su rodilla-. Lo que hago, lo hago por mi voluntad y siendo consciente de ello, sería irresponsable no hacerlo.

Vuelvo a intentar besarlo pero me detiene de nuevo.

-Otra cosa-esta vez mira al suelo en lugar de mis ojos.

-¿Qué sucede?-No siento hartazgo ni molestia pues su cara muestra que no lo hace por molestar, sino que algo lo acongoja.

-No sé si sea justo pedirte esto, pero es lo único que te pediré en la vida.

-Lo que sea.

-Si vamos a estar juntos esta noche... prométeme que no te volverás a ir. No te pido que te quedes junto a mí ni que seamos novios ni mucho menos. Pero ya te perdí una vez, no vi tus ojos que eran mis estrellas ni tus manos que se convirtieron en mis olas y eso, cada día, me mataba poco a poco.

-Lo siento, Zack, de verdad...

-No tienes que disculparte, no fue tu culpa, no fue culpa de nadie que mi puerta estuviera abierta y que tú entraras. De hecho, si tuviera la opción de cambiar algo, no lo haría porque las cosas fueron perfectas como sucedieron y gracias a ello estás de nuevo aquí-guarda silencio y recobra el aliento-. Sé que pido mucho, pero solo te pido eso. No te vuelvas a ir. No quiero esperar todas las noches que suene el timbre de nuevo, no quiero verte en multitudes donde sé que no estás.

Dudo un momento. Tan sólo un momento.

-Lo prometo.

Y con la promesa en los labios nuestra noche se convirtió en día y nuestros cuerpos se mezclaron con las sábanas. Hubo risas, jadeos y sonrisas y cada instante fue perfecto, o lo hubiera sido de no ser por tener que soportar el peso de una promesa incumplible sobre los hombros.

La Hacienda Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang