E 0 2 [La hermana]

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Y, si soy sincera, yo tampoco.

Además, la ubicación de una de ellas nos favorece porque la firma está unos pocos minutos en coche y, la pastelería en la cual estoy trabajando está a unas pocas cuadras a pie.

Tecleo una respuesta para Lucca mientras me sirvo una taza de café y me quito los zapatos. El aroma invade mi departamento por unos momento y me permito olvidarme de todo por un efímero instante. Cuando dejo el teléfono sobre la mesada, bajo el cierre de mi cintura y la presión que ejercía la falda, alta y tableada, se desvanece, dejando que el aire vuelva a circular por mi cuerpo. Doy saltitos para que la falda caiga al suelo y, cuando lo hace, me quedo solo vestida con mi camisa blanca.

Vuelvo a tomar mi móvil y lo meto en mi sostén. Luego tomo mi taza de café y un platito lleno de bizcochos de limón que preparé hace unos días. Me siento en el sofá para relajarme unos momentos y así terminar de quitarme la ropa. Botón por botón, abro mi camisa mientras lo único que escucho es el ruido que hacen los vecinos de arriba al arrastrar unas sillas.

Mi cena consiste en los bizcochos que, a pesar de estar algo viejos, aún están crocantes y conservan su sabor intenso. Mojados en el café amargo siento un estallido de sabor increíble y, mientras un pequeño gemido involuntario se escapa de mis labios a causa del placer que me causa la comida, otra vez me embarga esa oscura sensación.

Mi rostro se ensombrece y me veo obligada a dejar el bizcocho a medio comer en el plato. Pronto, el café me sabe a agua sucia y, para no escupirlo, trago con fuerza.

Dejo la taza sobre la mesita al tiempo que algo que va más allá que un simple escalofríos me recorre de pies a cabeza. Me siento observada y vigilada, como si una presencia que soy incapaz de ver, pero sí de sentir, me acechara en vida.

Y en mis sueños.

Porque allí fue donde comenzó todo.

Ya no soy capaz de precisar cuándo es que empezaron a teñirse de negro, pero sucedió y continúa sucediendo. Cada vez que duermo, él aparece ahí.

Al principio, solo podía verlo como un monstruo. Intentaba llegar a mí entre la bruma del sueño y las garras de la oscuridad, hasta que sus intentos comenzaron a ser éxitos. Sus trucos de magia me encandilaron y caí.

Los sueños llegaron a sentirse más verdaderos que mi propia vida, allí conseguía todo lo que no tenía, hasta una vida con mi hermana. Con él descubrí hasta lo que no deseaba, el placer pasó a ser moneda corriente, el deseo de lo prohibido me dominó.

Con él, yo me completé. El vacío en mi interior desapareció, sin rastros de haber existido.

Me prometió hasta un reino.

Y a mí me pareció un juego que no era real, inofensivo.

Hasta que dejó de serlo.

Y el sueño se desvaneció entre la bruma inicial para tomar parte de mi realidad.

Las marcas de nuestros encuentros comenzaron a marcar mi piel en la vida real y, lo que yo creía que era un placer culposo oculto en lo más recóndito de mi mente, terminó por empezar a desquiciarme y el hilo de mi cordura se volvió endeble.

Parpadeo y creo ver su sombra por el rabillo del ojo. Su presencia cada vez es más fuerte y, por él, recordé lo que era el verdadero terror. La figura de mis sueños comenzó a atormentarme por las noches y ya no me deja tranquila.

Noto que mi pierna está presa en un movimiento incansable a causa de los nervios. De un salto, me levanto y aparto las lágrimas que comenzaron a arremolinarse en mis ojos. Entro en mi pequeña habitación y abro la cajonera en la que tengo mi ropa interior. Revuelvo en busca de una prenda en particular que se ha ido al fondo del cajón y, al hacerlo, mis dedos rozan el frío del metal.

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