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Harry no podía salir de su estupor y de su propia ansiedad a causa de nada más y nada menos que Draco Malfoy. 

Se había vuelto más que sensible a percibir el aura de su magia ya que, cada mañana como un ritual matutino, ambos se deshacían en miradas competitivas y burlones cuando se encontraban en el atrio del ministerio, como rivales jurados y eternos que a pesar del paso del tiempo y de la guerra, seguían siendo dignos ahora en su lugar de trabajo. 

Podría ser un poco masoquista, quizá, pero adoraba esos escasos minutos mudos que compartían. Desde siempre, como un imán, él se había sentido atraído por la existencia del rubio odioso que desde el principio - a su más tierna edad - logró ver en la tienda de Madamme Malkin. 
Sabía, por las miradas desdeñosas e irritadas que Malfoy le daba, que lo detestaba incluso más que en la escuela, lo cual, si lo pensaba, era bastante extraño. Porque en esos momentos ya no tenían puntos en común por los cuales discutir, y por suspuesto, Harry había ayudado a los Malfoy al testificar a favor de ellos. 

Pero, así era y así lo había aceptado de buena gana. 

Sabía los horarios del rubio, también sabía que no le habían aceptado para el cargo de inefable, lo cual se le había hecho una estupidez. Con la agudeza que tenía Malfoy, seguramente sería una pieza clave dentro del escuadrón mágico secreto. Tenía intensiones de aceptar finalmente su ascenso y cambiar un poco las cosas anticuadas que el ministerio seguía manteniendo, bajo dogmas ya pasados que deberían de quitarse de la cabeza, después de todo, la guerra había terminado. 

Fue entonces cuando empezó a notar -en el mapa del merodeador - que un inefable de apellido Flynn, visitaba bastante a Draco en los laboratorios de pociones. 

Se cuestionaba qué podría estar haciendo un inefable en un laboratorio, se preguntaba si Draco tramaba algo o si quizá, lo estaban requiriendo para algún pedido especial. 
Por supuesto, el niño que vivió no podía quedarse con esa duda, así que empezó a indagar un poco más. 

Aparentemente, no había ningún pedido actual a la sección de pociones y hechizos mágicos y el rango del inefable Flynn estaba asignado a los inefables guardianes de las cámaras prohibidas. 

Prohibido, secretos y Draco Malfoy en medio, eso no podía suscitarse en una mera casualidad. 

Una noche, que había salido de un juicio con Ron - en el que habían logrado capturar a un contravandista de criaturas mágicas - estaban caminando por los pasillos de las cámaras del ministerio cuando sintió la magia excitada de Malfoy. Y claramente, no estaba solo. 

Frunció el entrecejo y dejó de ponerle atención a su mejor amigo. Este no dejaba de hablar de la estrategia tan increíble que habían realizado durante la redada y Harry no podía estar más irritado a medida que sentía que definitivamente, la magia del rubio estaba errática. ¿Qué estaba sucediendo? 

Agradecido de que Ron estuviera distraído hablando de sus proesas, se desvió con él hacia un pasillo que no necesitaban para salir de allí, pero que cruzaba por la sección secreta de los inefables -cuyo acceso los aurores de alto rango tenían permitido - pudo sentir cómo de la nada la magia de Malfoy desaparecía. 

— Ron, recordé que tengo algo que hacer. Adelántate a casa, fue un buen trabajo el de hoy. — Le dijo a su amigo mientras le palmeaba un hombro. 

— ¿Qué tienes que hacer? — Preguntó este, aunque había detenido su paso. 

— Es confidencial, luego te contaré. 

No añadió mucho más y se encaminó de nuevo hacia las puertas de confusión e ilusión de los inefables. Ron probablemente había acatado, porque no le siguió en ningún momento. 

Lost in the time / Harco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora