||Prólogo||

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|| Enchanted —Taylor Swift ||

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|| Enchanted —Taylor Swift ||

|| Presente ||

Miré al contador, con el latido de un vago corazón punzando como una bella daga untada en miel en las heridas de un pequeño espíritu sin rumbo. Aquellos grandes números de color neón solo me provocaban sensaciones que hacían que la piel se me erizara. Ese contador que marcaba la necesidad de una canasta para la victoria, el puntaje era ochenta sobre ochenta, un completo empate. Las personas en la grada gritaban como si fuera la última vez que podrían hacerlo, como si el viento fuera capaz de arrebatarles sus voces y jamás poderlas recuperar, quedándose en un vago olvido, dejándose la voz en cada sílaba que cantaban y animaban. Gritos y esperanzas gobernaban sobre nosotros, sobre nuestras emociones y pasiones, sobre nuestros propios momentos que segundos después vagarían en el olvido.

Veía como todo era tan etéreo que me negaba a hacer cualquier movimiento que provocara que ese gran imperio creado se desvaneciera con mi simple pestañeo.

Sin embargo, me atreví a mirar como esas personas protagonistas de sus propias historias, de esos gritos y silbidos, de esos miedos y de la propia euforia que te empujaba a querer sentirlo más estaban jugando con tanta intensidad que hasta yo podía sentir sus corazones latir contra su pecho.

Podría explicar la posición de cada uno de los jugadores masculinos, pero en todo el tiempo que llevaba allí solo me había fijado en una persona con el número siete en la espalda: era alto, no tanto como los de su equipo, pero de una manera u otra había crecido hasta conseguir el metro noventa y cinco perfecto, ni un milímetro más ni un milímetro menos. Tenía un cuerpo normal, sin nada que sobresaliera más allá del estándar común del cuerpo de un jugador de baloncesto.

Vi como sus dedos se resbalaron sobre los mechones de su pelo echándoselo hacia atrás, queriendo evitar que invadieran su campa de visión, evitando que sus enemigos vinieran por él...Evitando que sus demonios se reencontraran en ese estanque dorado que ocultaba una mente demasiado impura, demasiado creativa. Porque el ejercito azul que parecía buscar una y otra vez cualquier fallo del enemigo para atacar, para poder quitárselos de encima y poder cantar una dulce canción de victoria que significaría la libertad completa de una batalla interna de años y décadas. Y, por último, esa sonrisa radiante que ocultaba las grandes estrategias que su mente macabra creaba para poder siquiera subsistir en una guerra aun por debatir.

Yo había entendido el significado de todo su ser, yo había sido capaz de poder ver más allá de resto de personas, porque le conocía, le conocía tan profundamente que fui capaz de tocar esos pensamientos, de hablar con sus demonios y de poder haber participado en su antigua victoria.

Esa mirada azulada observaba por doquier en busca de que su plan saliera bien, de una forma u otra lo sabía, no podía haber ningún fallo.

Entre rosas de Ira y Muerte [Editando]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon