3. Murphy Adams

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Estaba con los nervios de punta. Los recuerdos de lo ocurrido el sábado se repetían una y otra vez en su mente, estaba inquieto y no había parado de limpiar las habitaciones del motel. Y no se había dado cuenta de eso hasta que Oliver se lo hizo ver el lunes a la mañana cuando fue a dejarle los víveres-Esta mañana estas muy inquieto-le comentó a sus espaldas, asustandolo, estaba concentrado limpiando el piso de su oficina cuando el chico llegó, estaba tan concentrado en su trabajo que no lo oyó llegar y no se dio cuenta de su presencia hasta que este hablo- ¿Te sentís mal?

Norman tan sólo rio con incomodidad. Él no debía de enterarse, no debía de saber que su madre aún estaba con él, Oliver no debía de enterarse. Al levantar la mirada del suelo y posarla sobre los ojos grices de Oliver, fue como un peso se quitará de su espalda, se sentía más aliviado, la presencia de él siempre causaba el mismo efecto en él, ya nada más importaba, si Oliver permanecía a su lado ante cualquier circunstancia todo estaria bien-Me duele un poco la cabeza-mintio, aunque no era del todo mentira aquello-no te preocupes.

-Sos mi amigo, como no me voy a preocupar-declaro, y aquella simple palabra se sintió como si una estaca se clavara en su pecho. No le gustaba esa palabra, mucho menos si la utilizaba Oliver para referirse a la relación que tenía con él-Por cierto, mi madre me envió algo para ti.

Aquello rápido captó la atención de Norman que se acercó a ver que era lo que le traía el muchacho, este sacó del bolsillo de su saco un paquete.

Extrañado lo tomo y sacó el contenido de este, era una bufanda a rayas rojas y amarillas, aunque parecían ser más un bordo y un mostaza que los anteriormente nombrados. Aún así le encantó, era encantadora y muy pintoresca. La madre de Oliver, la señora Helen Brown era una mujer muy dulce y amable que siempre lo llenaba de regalos, más aún desde la muerte de su madre, a la señora Brown siempre la había visto como una segunda madre, a los Brown los veía como a una familia que lo recibía con los brazos abiertos, pero a Oliver jamás lo habia visto como a un hermano o como un amigo, con él todo era diferente.

-Es lindo-murmuro.

-Mi madre dice que te la hizo especialmente para ti-informo sonriente-ya se viene el frío en unos días más y no quiere que te enfermes.

-Oh, dile que gracias de mi parte.

-Cla...-su hablar se vio interrumpido por el repentino sonar de la bocina de la camioneta, era Victoria, lo más seguro era que se había cansado de esperar-Bueno, el deber me llama, adiós Norman.

Y este permaneció congelado en su lugar cuando sintió los labios del contrario posarse en su mejilla como despedida, se le había ido el alma del cuerpo y sentía como su cara ardía. Una sonrisa boba se dibujó en su labios, tocando con delicadeza la zona en donde había sentido los labios contrarios posicionarse, sentía un mar de emociones en su interior, y los problemas que antes inundaban su mente se habían extinguido con el accionar de Oliver. Se sentía como si todo fuera de color de rosa, era perfecto, y continuó haciendo sus tareas matutinas con aún fija esa sonrisa boba en labios, tocando de vez en cuando en donde el chico le había besado.

[...]

Esa misma mañana, estaba Oliver en su hogar preparando los comestibles que le llevaría a Norman, subió por un momento a su habitación, cambiandose sus prendas, se puso una camisa de un blanco marfil, con unos pantalones de vestir de un negro cenizo sujetado por unos tirantes, sobre la camisa se puso un chaleco a encaje de un gris platino. Se vio frente al espejo, no se veía nada mal, se arregló un poco el cabello, y ya estaba perfecto. Pronto un sonrojo surgio, se sentía avergonzado, literalmente se había arreglado así para Norman, quería verse bien ante él, siempre lo hacia, se vestía con algo de clase para impresionar al Bates, siempre había sido así desde la segunda vez que fue a entregarles comestibles acompañado de su padre. Desde el momento en el que vio a Norman quiso impresionarlo, no comprendía la razon, incluso había sorprendido a sus padres por vestirse tan bien cuando a él no le gustaba vestirse así, pero sólo lo hacia los lunes, cuando tocaba llevarle los comestibles a Norman, el resto de los días vestía normal, su madre siempre había creído que era para impresionar a Murphy Adams, la hija del dueño del hotel Adams, pero la verdad era otra, él buscaba impresionar a Norman, nunca comprendía su accionar, un día se lo comento a Murphy (quien se había convertido en su amiga con el paso de los años) y ella le dijo que tal vez era porque Norman siempre vestía bien y que él quería demostrarle que también podía vestirse bien, bueno, esa había sido la respuesta que la chica le dio cuando tenían catorce años, tal vez debería volver a preguntarle, Murph siempre tenía una respuesta para todo.

Pronto cuando salió de la tienda se dedicó a entregarles rápido a todos sus comestibles pata llegar pronto con Norman y pasar un tiempo con él antes de tener que ir con Murphy, pero cuando lo vio se le olvidó que tenía que ir con la chica y permaneció con él por más tiempo del debido. Pero su velada se vio interrumpida por Victoria, que sorpresa, pero él no quería irse, y cuando se despidió del mayor, todo sucedió tan rápido, lo beso, bueno, fue en la mejilla, pero aún así eso era un beso. Y salió corriendo hecho todo un tomate viviente, dejando a Norman detrás igual o más rojo que él.

Pronto dio a andar a la camioneta para ir a donde el hotel Adams, no sin antes dejarle su pedido al restaurante de comida rápida, y al llegar espero a la chica en el callejón junto el hotel en donde hacían sus entregas, golpeó la puerta y justo segundos después está fue abierta dejando ver a la joven, Murphy era poseedora de un cabello color chocolate el cual era sujetado por una coleta, tenia unos ojos grande y finos con una iris caramelo, su tez era blanca como de porcelana, ella vestía como el resto de la empleadas del hotel, como toda una maid. Era hermosa, pero nunca se había sentido atraído por ella y sabía que ella por él tampoco, a Murph le gustaba la chica de la recepción, aunque ella sabía que eso no era muy bien visto por la sociedad, no le podía decir que no a lo que su corazón sentía por Janice Ridley.

-Podemos hablar-pidio Oliver a lo que ella asintió de inmediato, con sólo ver la forma de vestir del muchacho y el aún claro sonrojo en sus mejillas supo lo que pasaba. Llevándose al chico al cuarto de baño, procurando de que nadie los siguiera o que alguien no estuviera dentro del mismo, me hizo una seña al chico apaga que hablará-Es sobre Norman.

- ¿Qué paso? -inquirio curiosa.

-Lo bese-confeso, regresando aquel rojo a sus mejillas. La chica casi salta de la alegría ante la noticia- ¡Pero no como tu crees! Fue en la mejilla.

-Me hiciste ilusionar-bramo ella ya más calmada-pero un beso es un beso. ¿Y él que te dijo?

-Nada. Me fui antes de que dijera algo.

-Eres un idiota-bufo, rodando los ojos-Eres un completo idiota.... Un segundo, ¿porque lo hiciste?

-Fue algo impulsivo.

-Ya veo-murmuro dando vueltas en su lugar pensativa-Y dime, Oliver... ¿Ya aceptaste que te gusta Norman? ¿Ó, seguirás mintiendote al decir que son sólo amigos?

-Pero somos so...

-Los amigos no sienten algo más que amistad por sus amigos-espeto con firmeza-Olvier a ti te gusta Norman Bates y no me vengas con tonterías diciendo que son solamente amigos. Eh visto como lo miras, y eh visto como él te mira a ti. Allí hay algo más que simple amistad.

Lo que le dijo Murphy esa mañana le quedo en la cabeza, dándole que pensar, ¿en verdad había algo más allí? Todo era tan confuso, pero no debía de ilusionarse, quien sabe si Norman sentía algo más por él, ambos eran hombres. Y algún día Norman se iba a casar con una bella dama y ellos sólo quedarían como simples amigos.

Mr. Bates  ᴺᵒʳᵐᵃⁿ ᴮᵃᵗᵉˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora