1. El chico de la tienda

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Su día comenzó desde temprano, le repitio tantas veces antes su abuelo que, el que madruga Dios lo ayuda. Y por ello se había levantado temprano a abrir la tienda, ordenando los anaqueles, limpiando los pisos y repasar la lista de a todos a quienes les tenía que llevar comestibles. Encendió la radio para pasar el rato, escuchando a Ritchie Valens, se movía a la par de La bamba mientras limpiaba los anaqueles, había ocasiones en las que se olvidaba que debía de limpiar y tomaba a la escoba como compañera de baile, meneando las caderas de un lado a otro, haciendo extraños ademanes con las manos en el aire a la par de la música. No pudo evitar reír cuando vio a su hermana menor parada al final de las escaleras, viéndolo burlón, le bajo el volumen a la música. Y en un movimiento rápido le dejo el desayuno en un mesón, era algo simple pero delicioso, un té de finas hierbas con unas galletas de chispas de chocolate.

Dejando a Victoria desayunar tranquila, se fue a donde el garage, debía de limpiarlo ya que estaba hecho un desastre total.

Terminado aquello, lo cual no le tomo más de quince minutos, comenzó a buscar todos las cosas que siempre le encargaban. Los lunes era su día más atareado de la semana, a diferencia de otros días, en ese tenía que llevarle sus comestibles a cinco familias, dos moteles, un hotel y un restaurante de comida rápida cerca de la ruta, podría ir allí de paso una vez que le deje sus comestibles al Bates motel. Guardo los pedidos en la camioneta para luego ir donde estaba Victoria, parado en el umbral de la puerta le hizo una seña rápida, indicándole que vaya con él.

Ya en la camioneta se dirigieron hasta la vivienda de los Fuller, eran una casa de acogido, demaciado ruidosa y tan llena niños pequeños que se la pasan correteando de un lado a otro como un montón de hormigas que corren despavoridas del peligro. Esos niños no eran los hijos biológicos del señor y señora Fuller, ellos adoptabán más niños de los que podían mantener. Por suerte estaba el negocio de su padre, o en todo caso sería el suyo, su padre había fallecido hace unos años y le había dejado el negoció a él. Como les relataba, por suerte estaba su negocio, y al igual que su padre antes que él, les hacia una rebaja, era una familia de gran corazón y se sentiría mal cobrando el precio común que am resto sabiendo bien que no tenían el dinero para pagarle.

Con la ayuda del señor Fuller llevo los comestibles hasta el interior de la casa, recibió su pago y se largo a su siguiente destino, no sin antes despedirse.

Los siguientes clientes eran más comunes, aún así eran buenas personas, los Johnson, Rodríguez, y el solteron de Jason Jackman, era un borracho, pero no uno agresivo y gruñón, era un sujeto bastante agradable y divertido, y si que sabía de cocina, era un chef principal en el restaurante L'amore Italian. Recuerda que una vez fue a dichoso restaurante y le dieron am comida gratis, a petición de Jackman. Luego era la pareja, Marie Simmons y Vincent R. Harris, llevaban un año de novios y hace poco había decidido mudarse juntos, tenían una relación algo tóxica, él era algo celoso y no le gustaba que ella hablará con otros hombres. Por suerte con él no actuaba de aquel modo, él y Vincent eran amigos, además no tenía motivo como para celar a su novia cuando hable con él. Saludo sonriente a la pareja entregando los víveres y recibiendo su pago. Repetía esa acción con todos sus clientes, excepto con uno, el encantador dueño del Bates motel, desde que tiene trece años le ah llevado los comestibles a Bates, conoció incluso a la señora Bates, era una mujer simplemente encantadora, o por lo menos así la recordaba, aunque muchos siempre decían que sus recuerdos estaban distorsionados. Que era una mujer posesiva y celosa, pero no, él siempre que la recordaba, recuerda que siempre lo había tratado bien.

Esta vez, le pidió a Victoria que lo esperara en la camioneta mientras él llevaba las provisiones.

Llevando puesta una sonrisa galante, fue hasta la recepción del motel, dejando los comestibles en el mostrador, comenzó a tocar con insistencia ese pequeño timbre que estaba en el mostrador. No pasó mucho para que Norman atravesará el umbral de la puerta, haciendo que la sonrisa del menor se ensanchara todavía más, y la mirada del mayor de altura se iluminó al verlo.

-Hola, Norman-murmuro risueño.

-Hola, Oliver-saludo de vuelta, sonriendo de igual modo- ¿E-Esos son los comestibles de la semana?

-Exacto-afirmo- ¿te ayudo a llevarlo?

- Si no se te hace inconveniente...

-Yo te ayudo-lo interrumpió antes de que terminará. Bates tan sólo soltó una risa, a veces el chico se entusiasmaba rápidamente y eso le causaba cierta gracia- ¿Y como has estado? ¿Aun sin muchos clientes?

-Aun sin clientes-bufo, rodando los ojos.

Oliver iba detrás del dueño del motel con dirección a la casa en la colina. No era muchos comestibles, y con uno era suficiente para llevarlos, y eso ambos lo sabian, aún así el chico prefería ayudar a Norman, para así tener una escusa para quedarse por más tiempo y charlar.

Guardaban juntos los comestibles en la alacena, mientras hablaban de trivialidades, como dos viendo amigos, ¿porque eso eran, no? Tenían una relación peculiar, aunque a la vista de terciarios, como lo era en este caso Victoria, para ella ellos dos eran una pareja en secreto, pero nunca comentaba nada hacer de ello. Si la familia se enterase, jura por Dios que su padre volverá a la vida y le darían trece infartos consecutivos si se supiera.

La verdad era... había una tensión allí, a cada instante, como si supieran que tienen un gusto mutuo, pero aún así ninguno dice nada al respecto, manteniendo intacta esa delegada línea, que hacia que las cosas se tornarán algo incómodas entre los dos.

-Bueno, Norman-titubeo nervioso, se tenía que ir, pero no quería irse. Pero debía irse y dejar al Bates sólo en el motel-Mi madre sigue insistiendo a que te diga, que sos bienvenido cualquier día en nuestro hogar, tu puedes ir a comer allá cuando se te plazca.

-Eso me encantaría-murmuro sonriente.

Sus miradas estaban conectadas, como si con sólo una mirada se dijeran de todo. Pero aquel clímax de tranquilidad se extinguió más rápido que un rayo por la bocina de la camioneta-Me tengo que ir-dijo desanimado-aun tengo que entregar en otros dos lugares... Vendré a visitarte un día de estos. Si no es ningún inconveniente, claro.

-Tu no causas ningún inconveniente-respondio el mayor de altura, apoyando su mano en el hombro contrario, acariciandolo-eres bienvenido siempre que lo desees, Oliver.

Iba a responder, pero Victoria no paraba de tocar la bocina, romper o por completo ese momento que tenían. El chico tan sólo le sonrió con complicidad al mayor de altura, despidiéndose se alejó, y subió del auto.

Asomándose por la ventanilla para una última despedida. Y Norman los vio alejarse por la carretera, manteniendo la mano en alto en forma de despedida, aunque el chico de la tienda ya se había marchado. Siempre de igual, apenas si podían hablar unos minutos cuando ya se tenía que marchar apresurado por culpa del trabajo. Y a pesar de todo, el atesoraba esos momentos que pasaba junto a Oliver Brown.

Mr. Bates  ᴺᵒʳᵐᵃⁿ ᴮᵃᵗᵉˢWhere stories live. Discover now