CAPÍTULO 47 Parte I

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“Golpe de Gracia”

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“Golpe de Gracia”

Miro mis pies alternándolos con el asiento ubicado frente a mí.
Las ojotas no van para nada con el refinado vestido y mi sentir para nada con el reflejo que ha de manifestar mi cara.

Tomo tanto aire como puedo y hacerlo me cuesta. El aturdimiento de la altura llega a abrumarme al igual que la opresión que se instaló en mi pecho.

La angustia recorriendo mi esófago es como la acidez o el reflujo; nace en el centro de mi estómago estrujando nervios, produciendo cólicos, ardor y escalofríos. Se desplaza por mi tubo con la fuerza del fuego en pleno incendio y se arremolina en mi boca, en mi nariz, en mis ojos... En palabras que no puedo expresar, en lágrimas que no puedo derramar.

¿Cómo es posible que me haya sentido así?
¿Cómo es posible que me hayan tratado así?

Cometí un error y merecía una reprimenda, merecía el enojo, el reproche, el desdén… pero, ¿y la humillación?

Que me orillaran a exhibir mi propio cuerpo, que me menospreciaran aventando mis cosas a la calle, que repitieran una y otra vez cuánto asco les genero…

Hice las cosas mal, pero…

«Consecuencias Alex»

El ardor se apodera de mi garganta impidiéndome tragar saliva.
El avión se balancea de un lado hacia otro, la lluvia empapa la ventanilla y la suave turbulencia mece mi cuerpo tentándome a dormir.

Cierro los ojos, los abro; parpadeo, vuelvo a cerrarlos.
Duermo y cuando el sueño me seduce casi profundamente, me incorporo de sopetón abrazándome a mí misma.

Christopher queriendo abofetearme.
Charlotte tirando mi ropa al jardín.
Madison disculpándose como si hubiera cometido el más sangriento crimen.
Ciro dándome la puñalada de realidad en el momento más desafortunado.

Subo los pies, descalzándome y los apoyo en el mullido asiento de cuero beige. Reclino el respaldo transformándolo en cama y me cubro con la gruesa frazada, aferrándome a ella como si esta fuera mi salvavidas.

No voy a engañarme y decir que no puedo creer lo que el Diablo me hizo.
Sí que lo puedo creer; no me asombra, es la escoria más grande que existe en el planeta y aún así acepté la pequeña cláusula desgraciada cuando el contrato nos vinculó uno al otro.

Tendría que estar furiosa, tendría que haberle dejado la mejilla al rojo vivo de un certero guantazo, tendría que haberle insultado hasta la madre pero la verdad, es que sé la clase de persona que es y por ello no siento ira, desprecio ni recelo.

Estoy dolida.

Es tal la aflicción que sangro por dentro. Hay heridas por todas partes y no nacen desde el odio, vienen desde la decepción; la misma decepción que no quería despertar en mi familia, es la que me acuchilla el pecho.

Dancing in the Darkness © +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora