Me hizo gracia cuando te dije que esa cerveza sabía igual que la sidra en Navidad y tú no sabías lo que era, decías que siempre brindabas con champán.
Aún recuerdo aquella noche.
Aquella despedida con dos simples besos en la mejilla.
Añoro tus manos acarariciando mi antebrazo.
Esos dedos que se creían pequeños profesionales haciendo claclet en una función de tango.
Añoro tus besos.
¡Oh, no!
Eso no.
No puedo añorar algo que no he tenido.