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WHITE

Cuando la dejé en casa pensé en la infinidad de cosas que podría hacer. Pero esa fue la última de todas. Sabía que Ángela era una chica tímida y delicada, nunca pensé que llegase a tocarse de una forma tan... sexy. Me colé en su habitación nada más entró en casa y espere invisible a que apareciera para hablar con ella. Por suerte, entró sin verme y vi como se deshacía de la ropa en segundos y se metía en cama. Ya la había visto desnuda pero... me puso muy cachondo que lo hiciera como si estuviera frustrada por algo y quisiera liberarse a través del placer. Quise leerla la mente, pero no podía. Esa chica era todo un enigma y no me dejaba entrar en su cabeza. Lo intenté más veces de las que pude imaginar, pero mi cerebro se cortocircuitó cuando se deshizo de las sábanas y la vi.

Mi polla se levantó automáticamente al verla completamente desnuda. Llena de sudor. No podía dejar de mirarla, y quería, o más bien, necesitaba tenerla dentro suyo. La necesitaba ahora mismo. Me volví otra vez normal. Se asustó y se tapó completamente, hasta la cabeza. Noté que hiperventilaba. Me acerqué a ella lentamente, controlándome. No quería asustarla.

—Ángela... —dije en un suspiro mientras acariciaba su cabeza.

—Vete. —dijo con vergüenza. Escuché que sorbía su nariz. ¿Estaba llorando?

—Ángela, mírame.

—No.

—Ángela. —cogí su sábana y la aparté hasta el cuello, pero se tapaba los ojos con las manos. Intenté apartarla una mano al menos, pero no cedió lo más mínimo. —Ángela, mírame.

Se destapó poco a poco la cara y cogió la sábana para taparse hasta los ojos. Su mirada esmeralda me observaba con vergüenza y un poco de miedo.

—Vete, por favor.

—No.

—No quiero que me veas así. Por favor. —me quedé callado y de repente escuché unos ruidos procedentes de esa casa. Me acerqué a la puerta y puse la oreja, reconocería esos sonidos incluso en mi mente. Miré a Ángela, aún más avergonzada. Volví con ella y me arrodillé para ver únicamente sus ojos, que me miraban con una pena y un arrepentimiento monumentales. La acaricié el pelo. —Es mi hermano. Con una... amiga. Si así se puede llamar.

—¿La está pagando?

—Técnicamente la pago yo... —fruncí el ceño ante su respuesta.

—¿Cómo que la pagas tú? —se destapó la cara por completo.

—El dinero que entra en esta casa es el que gano yo.

—Entonces es mi dinero. —asintió despacio con la cabeza. —Joder... —de pronto se escuchan los gemidos más fuertes. Miro hacia la puerta y noto que Ángela se revuelve incómoda en la cama. La miro y baja los ojos para que no la vea. —Eh... ¿qué pasa?

—Nada... —no me convencía su actitud pero decidí dejarla en paz, por ahora. —¿Puedes salir? Quiero vestirme. —La miré con una sonrisa pícara. No se me había olvidado que estaba completamente desnuda bajo la manta. Se encontraba tumbada de lado y la sábana creaba la forma de sus caderas, perfectamente curvada. Parecía un puto reloj de arena. —Hades, por favor.

—Vale, vale. Algún día me dejarás.

—En tus sueños.

Me giré antes de salir por la ventana y sonreír la inocentemente.

—Te recuerdo que ya te he visto los pechos. —Se sonrojó y se levantó de golpe, cayendo su sábana. Hasta la cintura. —Joder... —Se dio cuenta demasiado tarde y al moverse para intentar taparse, la sabana cayó por completo al suelo. Se intentó cubrir con las manos. Me acerqué y la tapé completamente. —¿Te puedo preguntar algo? —Destapó sus ojos. Asintió con la cabeza. —¿Qué se te pasaba por la cabeza? —frunció el celó extrañada. —Bien, te lo preguntaré de otra forma. ¿En quién pensabas?

INFERNUS ©Where stories live. Discover now