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WHITE

Alguien tocó mi puerta y maldije entre dientes mientras la chica que estaba debajo de mí gemía sin descanso.

—¡¿Qué coño pasa?!

—Señor. Ha venido la chica. ¿La dejo pasar?

Me levanté de la cama y abrí la puerta. Phobos ni siquiera se inmutó. Me ha visto muchas veces en esta situación.

—Llévala a una de las salas de arriba. Cuando la dejes allí llama a Moira, sabes que es la que se encarga de las entrevistas.

—Muy bien, señor. ¿Algo más?

—Te quedarás vigilando la puerta. Yo las veré desde la habitación contigua con el cristal.

—Está bien, señor.

Phobos se fue y yo me giré hacia mi vestidor. Me puse una camisa negra remangada y unos pantalones negros de vestir con unos zapatos a juego. Peiné mi cabello un poco y me puse una de mis colonias masculinas. Vi unas manos moviéndose por mi torso y noté unos pechos pegándose a mi espalda.

—¿A dónde va, señor?

Me giré, cogiéndola de las muñecas para que soltara mi cuerpo y la miré a los ojos.

—A trabajar. No me molestes en lo que va de noche.

—¿No quiere que vuelva cuando se vaya todo el mundo?

—No.

La solté y me fui de allí. Phobos ya no estaba y vi a otra bailarina por el pasillo.

—Buenas noches, Señor White. —asentí con la cabeza a modo de saludo. —¿Quiere que le ayude en algo?

—De hecho, sí. Entra ahí y saca a tu amiga. Limpiad mi habitación. La quiero reluciente.

—Como desee, señor.

Subí las escaleras que llevaban al tercer piso. Vi a Moira entrando en la habitación. Está dentro. Me metí en la habitación contigua desde la cual podría ver y oír toda la conversación. Esas habitaciones estaban especialmente hechas para los mirones, pero esto era una ocasión especial.

Cuando la vi, sentada, con una blusa que dejaba ver toda su espalda y unos pantalones ajustados casi me da algo. Deduje que no llevaba sujetador por ella forma de la blusa, y es gran escote dejaba muy poco a la imaginación. Si se llegaba a agachar...

—Buenas noches, —dijo Moira. —Me llamo Úrsula y voy a hacerte la entrevista. ¿Qué es lo que te ha traído hasta aquí? ¿Por qué deseas este trabajo?

—Yo... —tartamudeó. —Me llamó Ángela Black, soy de Chicago y vine a Nueva York para... —se quedó callada para pensar sus palabras, pero parecía aterrorizada. Por suerte, Moira podía leer la mente y ver los pensamientos de las personas. Me buscaba con la mirada llena de pánico a través del cristal tintado.

—¿Qué pasa, Phobos?

—No lo sé, señor.

Moira carraspeó. Sonrió a Ángela para que estuviese tranquila.

—Ángela, ¿sabes bailar?

—Yo... no mucho. Solía bailar en barra con una amiga. Íbamos a clases y... lo dejamos por problemas familiares.

—¿Qué clase de problemas?

Se quedó callada. Cuando levantó la cabeza sorbió la nariz y se limpió una lágrima rebelde que cayó por su mejilla.

—Lo siento, pero...

—Tranquila, no te preocupes. Así que bailabas, ¿no es así?

Se recompuso más rápido de lo que esperaba, lo que hizo que alzara las cejas y me cruzara de brazos, como si esa chica fuera impredecible.

INFERNUS ©Where stories live. Discover now