Capítulo 02 | Amargo

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Mi gesto se retuerce cuando hace referencia a Jennifer, hace años que no sé nada de ella. La última vez que la vi, me dio un beso en la mejilla y dijo que se iría porque no podía soportar las mentiras. Cuando me enteré de lo de papá, supuse que ella se había dado cuenta antes. Para ella fue sencillo, un día nos dijo que estaba enamorada y al siguiente se iba a Seattle con su esposo. A veces llama por teléfono o manda tarjetas en Navidad.

Pero mi situación no es tan sencilla, no es solo mi vida la que está en juego. Están mis padres y Mags.

—¿Has sabido algo de ella? —cuestiono, porque ella sería el único motivo por el cual volvería, pero si ya es feliz, sin mí, no sería conveniente arruinarla de ese modo.

—No, deberías hablar con Dan, ¿siguen en contacto? —responde.

Sí, seguimos en contacto, todo ese tiempo hemos estado hablando, él sabe toda la verdad; es el único al que me atreví a contarle. Es como mi hermano, y en alguien tenía que sacar toda la frustración. Dan me apoyó en todo, a pesar de no estar de acuerdo en mi modo tan drástico de actuar.

Nos marcamos de vez en cuando, aunque él ya no puede hacerlo a menudo pues tiene a su propia familia y lo hace a escondidas, cuando Tess —su esposa— no está en casa; Tess me detesta. Sin embargo, yo nunca le he preguntado por Maggie y él nunca me ha comentado nada de ella en todos estos años. Es como si fuera un acuerdo para evitar el tema. En cierto modo se lo agradezco ya que solo sería aumentar más el dolor, pero hay otra parte de mí que siempre se muere por sacarle información.

—Sí, pero... pero no sé si quiero saber —digo con la voz pausada y con la respiración fallando un poco—. No sé si quiero confirmar que se olvidó de mí.

Y es que eso es lo más probable, lo más lógico y razonable. ¿Quién va a recordar con cariño a un sujeto que se marchó después de tomar su virginidad? Fui demasiado egoísta, jamás me perdonaré aquello, pero es que la necesitaba tanto.

Quería que se me quedara grabada, y funcionó, porque cada vez que cierro los ojos puedo ver, sentir y escuchar todo sobre ese momento que se ha convertido en lo único que me mantiene con vida.

—Piénsalo, James —dice como despedida.

Eso es lo que siempre hago, pienso...



Eran cristalinos, como el agua lenta y tranquila de un río. Cuando la miraba a los ojos me sentía pacífico, me hacía flotar.

Empezaba un nuevo semestre el día que la conocí. Yo estaba furioso porque no encontraba el horario y no quería llegar tarde; siempre fui un quisquilloso con todo lo relacionado con la universidad. Quería darme cabezazos en el metal de mi casillero mientras esparcía todos los papeles en el pequeño cajón.

Sentí cómo alguien me llamó tocando la curva de mi hombro. Ya me imaginaba que era alguna porrista queriendo colgarse por el resto del día, muchas lo hacían solo para estar cerca del capitán de los Bulldogs; yo era el medio para llegar a Dan Adams. Me giré dispuesto a despachar a cualquiera que estuviera interrumpiéndome, pero me quedé pasmado en cuanto la vi por primera vez.

No era una porrista, nunca la había visto.

Ella me tendió el papel que tanto estaba buscando, casi como si fuera un ángel mandado por el cielo. ¡Venga! Sé que suena tonto, pero ese fue mi primer pensamiento.

Ni siquiera me dijo su nombre antes de desaparecer por el pasillo con sus mejillas sonrojadas. Con una sonrisa bailando en el rostro, me dirigí al aula correspondiente. Los estudiantes me saludaban, incluso gente que no conocía, pero no presté mucha atención pues esos ojos mar aún rondaban en mi cabeza. Cuando me di cuenta de que se me hacía tarde, comencé a correr.

Begonia © ✔️ (TG #2)Where stories live. Discover now