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Amber

—¿Primera vez en una fiesta? —me preguntó el pibe a mi lado. Sonreí y él hizo lo mismo.

—¿Se nota tanto? —cuestioné y él rió.

—No sé, un poco... —Alzó ligeramente un hombro—. Están muy piola las fiestas por acá, tendrías que venir.

—No las veo muy piola... ¿o qué ves vos?

Miré alrededor y es que era verdad. No había nada que me pareciera bastante divertido.

—No sé, la gente, por ejemplo. Son graciosas y tienen muy buena energía. Por ejemplo yo —se presumió a sí mismo haciéndome reír—. A mí en particular me gusta mucho conocer gente, y las fiestas son un buen medio. Tomar hasta vomitar las tripas.

Arrugué el gesto y él rió.

—Bueno, pero si no te gusta venir a fiestas, ¿qué hacés en tu tiempo libre? —preguntó curioso.

Mi mirada se desvió de él cuando vi como Mateo se levantó del puesto con Carolina y ambos se adentraron en la casa nuevamente, quería dejar de mirar, pero no pude evitarlo, y una punzada de frustración me sacudió cuando vi como subían juntos unas escaleras.

Sin ganas de darle rienda suelta a mi cuerpo de seguir pensando en Mateo de esa manera, volví mi vista al pibe a mi lado.

—Trabajo en la cabaña —dije y él alzó ambas cejas.

—Ah, me parecías conocida de algún lugar. ¿Cómo te llamás?

—Amber —sonreí—. ¿No estudiaste aquí?

—Sí, pero ya salí hace tres años. Soy hermano de Lía —apuntó hacia una chica con el cabello tan oscuro como el de él—, y todos somos amigos aquí.

—Ya...

—¿El pibe que vino contigo quién es? —preguntó.

—Es mi..., Mmm, mejor amigo; creo —le dije y él se rió ante mi dudosa forma de afirmarlo.

—Ya, parece que se lió con Carolina. Aunque bueno, Carolina se lía con todos —dijo y yo solo suspiré.

No me importaba con quién se acostara o no, pero que lo hiciera con Mateo me estaba martillando la cabeza, cosa que no debía pasar pero me pasaba de todas formas.

—¿Vos te has... con ella? —pregunté tratando de ser muy chusma, aunque lo era.

—Sí... ¿fumas? —dijo sin darle importancia al tema.

La verdad era mejor dejar el tema ahí.

—No —le dije y él asintió.

—¿Te importa si lo hago yo? —Negué inmediatamente y él sacó uno de su caja antes de encenderlo.

Mis ojos miraron curiosos, pero no era más que eso, curiosidad. Veo la llama en la punta y pienso en lo mucho que me gustaría ser esa colilla, para no tener el frío que tengo en este momento.

—Quizá debería probarlo, ¿no?

Él bajó el encendedor y me miró.

—Si vos querés. —Extendió la caja, ofreciéndome uno.

—¿Qué hacés? —preguntó una voz detrás de mí.

Al girarme, me encontré con Mateo mirando con el ceño fruncido a...

Ni siquiera sabía su nombre.

—¿De qué? —Alzó su ceja.

El gesto de Mateo se transformó de confusión a enojo, y antes de que pudiera procesarlo, se acercó a grandes zancadas antes de lanzar abajo la caja de cigarrillos del pibe.

—¡Mateo! —lo regañé.

—No vas a probar nada —dijo él y yo fruncí el ceño.

Apestaba a alcohol y tenía los labios tremendamente rojos e hinchados. Y eso no le ayudó a mi genio,

—¡No sos mi viejo! —le grité, pero eso no pareció afectarle en lo más mínimo.

—No, pero soy tu mejor amigo y no te voy a dejar probar algo que te podría afectar a largo plazo. Y vos alejate de ella —La mirada amenazante que le lanzó al azabache me dejó muda hasta mí.

Su mano jaló de mí y aunque quería zafarme de su agarre, no lo hice porque ya había llamado la atención de un par de personas. Lo último que necesitaba era terminar en un escándalo en una fiesta con un montón de chismosos mirándonos.

Mateo se encaminó conmigo camino adentro y luego subió las mismas escaleras que subió con Amber antes. El camino por el pasillo estaba más despejado así que traté de zafarme esta vez de él. Se detuvo, pero no me soltó.

—¿Qué te pasa? —preguntó mirándome.

—¿Qué te pasa a vos? Tirándole los cigarrillos a ese pibe, diciéndome qué puedo o no hacer, quién puede o no hablarme, ¡y me jalas por la fiesta!

Su cara adoptó un gesto de total indignación.

—¡Soy tu mejor amigo! Te estoy protegiendo. ¡¿O qué querías que hiciera?! ¿Qué me importara un carajo que un pendejo te diera a probar nicotina? Lo siento, pero me importás mucho más que eso.

El corazón se me aceleró mientras sentía que me derretía por su preocupación. Desvié mi mirada sin saber que decir, y ante su silencio la regresé de nuevo a él. Me miraba en silencio con grandes ojos.

—¡Lo siento! —Alcé los hombros—. ¡Pero tampoco tenías que reaccionar así! Él solo me hizo caso cuando le pedí un poco. ¡Lo amenazaste!

—No lo amenacé —refunfuñó—. Solo debe mantenerse alejado de vos porque es una mala influencia.

—Eso no lo decidís vos... —le aclaré y su mandíbula se tensó.

Debía resaltar lo sorprendida que estaba ante la nueva faceta que había desbloqueado de él; un Mateo enojado.

El morocho tomó aire y lentamente pareció tranquilizarse. Si no se tranquilizaba iba a tener que dejarle bien claro los puntos, así tuviera que largarme sola de la fiesta.

—Perdoname, es que... me preocupé. Capaz exageré un poco, pero solo quiero cuidarte.

De nuevo estaba sorprendida, esta vez por lo rápido que pudo canalizar sus emociones.

—Perdoname, ¿sí? —preguntó antes de abrazarme.

Hace un momento estaba considerando la idea de largarme sola y ahora...

Que pibe más confuso.

—Vení —se alejó de mí— quería mostrarte esto...

Asentí frotando mis brazos y él miró la acción detalladamente. Sus manos fueron a los extremos de su sudadera y se la quitó. Sonreí esperando a que me la pasara, pero no siendo suficiente, el mismo la pasó por mi cabeza ayudándome a colocármela.

A un costado, en la pared del pasillo había un espejo. Me reí al ver lo grande que me quedaba la sudadera negra de Mateo.

—Me queda gigante —dije entre risas.

Mis manos buscaron los extremos de la prenda para quitármela, pero Mateo me sacó las manos.

—Ni de joda. Te queda, y te luce más a vos que a mí —dijo.

Dios. ¿Cómo no iba a sentir cosas por él si seguía teniendo esas actitudes conmigo?







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Snow ; TRUENOحيث تعيش القصص. اكتشف الآن