Femme fatale

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Nunca imaginó ser ama de casa a tiempo completo, mucho menos tener tres hijos a los cuales cuidar, o un "esposo" en primer lugar.

Después de que el primer embarazo fuera exitoso y la cesárea transcurriera sin problemas, Oliver no pudo más que gritar de la emoción en pleno quirófano con sus colegas y anotó todo para enviar sus hallazgos a esa asociación.

Fue tanta su euforia que apenas pasaron los dos años mínimo de espera, intento que se embarazara de nuevo, pero esta vez de gemelos.

De hecho casi moría en la última cesárea, le empezó a subir la presión en el post-operatorio, algo llamado preeclampsia, la visión de le había vuelto borrosa, tenía un dolor de cabeza tremendo, las náuseas no se detenían y jamás se había sentido tan cansado, ni siquiera cuando estaba drogado con la morfina.

Fue un milagro que no se muriera ese día, toda su familia se reunió para visitarlo, su madre y su abuela estaban llorosas, ellas se encargaron de cuidarlo y de los niños en los meses que estuvo tumbado en la cama.

Su padre solo regañó a Oliver por su descuido y le dijo que no quería otro chisme en su carrera, mientras que Remington y él acordaron los últimos detalles de su plan.

En esos dos años, ya habían planeado todo para la muerte de su padre, algo sencillo, un ligero en envenenamiento con belladona, en el próximo evento del partido que se realizaría a las afueras de la ciudad, el tiempo al hospital más cercano sería una eternidad, lo que les garantizaba una muerte segura.

Lo bueno es que los amigotes de su padre no se llevaban con gente del sector salud.

Debía buscar la manera de poner el veneno en su vaso sin que se diera cuenta y que lo bebiera sin ningún problema, Remington había comprado un vino bastante caro y de sabor fuerte para disimular el brebaje.

Su padre lo quería en la reunión con sus nietos para que saliera en el periódico y disipara los rumores de su casi muerte, así este se vería como un hombre afable de familia.

Por suerte, después del incidente Oliver no había sido invitado al evento, así que era un problema menos.

El viaje de regreso a su hogar fue desastroso, siempre pensó que las mujeres que no podían controlar a sus hijos eran unas inútiles, y el ya no podía más con un niño de tres años gritando a todo pulmón y balbuceando algo acerca del cielo, además de dos mocosos llorando por comida.

Para colmo había dejado la fórmula en la maleta, mientras atenía que aguantar los comentarios de las señoras en los asientos de a lado acerca de cómo "era una pésima madre".

¡Ni siquiera debería ser una!

Cuando llegó por fin a su casa le dejó los niños a las sirvientas, encerrándose en su antiguo cuarto para dormir todo el día.

Se puso un hermoso vestido rojo que tenía un degradado de tonos hasta el negro, con escote en el busto y en la espalda, además de una abertura en la pierna, si el conjunto de gente negra que había contratado no era suficiente distracción, estaba seguro que su padre no dejaría pasar la oportunidad de gritarle por una prenda tan escandalosa como esa.

Su maquillaje estaba intacto, en la bolsa tenía el pequeño frasco con veneno, y ahora solo tenía que...

¡¿Como demonios iba a matar a su padre y cuidar a tres niños en la fiesta?!

El evento estaba atiborrado de gente, las miradas no se había apartado de él desde que entró en el enorme salón, el joven de la entrada ya había tomado su abrigo y el de los niños, mientras el más pequeño lo arrastraba a la mesa de su familia.

La obsesión tiene rostro de mujerWhere stories live. Discover now