Lecciones

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Andy estaba exhausto, ya no faltaba mucho para que se cumplieran dos años desde su secuestro, y ni siquiera había visto un solo anuncio de su desaparición en la radio, televisión o periódico por parte de nadie, ni su familia o amigos estaban intentando localizarlo.

Ojalá todavía tuviera esa piel de acero que tanto lo caracterizaba pero ahora cada vez que pensaba en ello terminaba con su labio tembloroso antes de ponerse a llorar como magdalena.

Veía los discursos de su padre o hermano en el programa matutino con la esperanzada que mencionaran algo, oía las noticias de los crímenes cometidos por parte de sus chicos pensando qué tal vez pondrían algo relacionado a él en un grafiti, incluso se enteró de la conmemoración de su abuelo quien aunque contó una anécdota del tiempo que pasaban juntos jamás dio aviso de su falta.

No le servía a nadie en su nueva forma, a excepción de esa persona.

Había devorado libros de medicina con dedicación, cuestionando a Oliver en cada pequeño aspecto, haciéndolo temblar con ciertas palabras comprobando que iba por buen camino, quería lograr su "destransición", no era como que la medicina actual tocara mucho esos temas pero había unos artículos dedicados a hermafroditas que le habían dado ciertas ideas de cómo hacerlo, era tanto su fijamiento por las lecturas que Oliver le había impuesto leer revistas de chicas si quería un nuevo libro para su investigación.

Lo único cierto es que podía ver el pavor en los ojos del contrario por sus continuos desafíos, Oliver era un intelectual bastante refinado, él solo era inteligente, pero aún así estaba dando una pelea justa en el propio terreno de su captor.

Parecía una broma de mal gusto, odiaba verse así de femenino, ya ni siquiera importan que clase de ropa usara, por más que le siguiera robando la ropa a Oliver esta no lograba disimular por completo su nueva figura, hace un año se quejaba de que se veía como una machorra pero comparándolo, prefería mil veces eso a verse como una de las muñecas de porcelana de su madre.

Invirtió tanto tiempo en hacer ejercicio para perderlo todo en dos años, y vaya que intento mantenerse pero lo único que había logrado fue obtener un trasero más grande y marcado, se veía como una amazona de lo cuentos griegos.

Decidió distraerse de ello adueñándose del televisor para distraerse de la situación, viendo constantemente las aventuras de supermán protagonizado por George Reeves en la sala.

Ni supo que tuvo de diferente ese día, pero derramó un poco de café cerca de uno de los libreros, al tratar de limpiarlo no pudo más que soltar un jadeo de sorpresa al ver un libro cuyas páginas habían sido redactadas por Oliver.

Por supuesto el entusiasmo duró poco luego de leer unas páginas y ver las imágenes, era solo un álbum de fotos.

—No encontrarás nada en esos libros, a diferencia tuya, no soy imbécil para dejarlas por allí, ¿bonitas no?, estuve casado con la primera antes de que la guerra alcanzara mi patria, nos casamos jóvenes debido a que la embarace, los preservativos deberían mejorar ¿sabes?, pero era la mujer de mi vida, lo creí cada vez que la veía de regreso en nuestro apartamento, en el nacimiento de mi hijo también fue el primer parto que atendí, éramos la familia ideal.

—Si eras tan feliz con ellos ¿porque mierda me estás haciendo esto? ¿Porque no vas y la intentas recuperar?, lo único que se es que arruinar un matrimonio no es excusa para ser un enfermo.

—Los perdí..., me avisaron en una carta mal escrita mientras estábamos entrando en zona de guerra, murió por unos bombardeos en donde vivíamos, nada mejor que enterarte a mitad de la nada para que luego todo tu pelotón casi muera.

— Pero dijiste que casi murieron, ¿qué pasó con el resto de esos hombres? ¿que hay de la otra mujer? y...

Oliver tomó entre sus manos el rostro del contrario, regodeándose en lo bien que estaba saliendo su proyecto, estaba cada vez más cerca de su meta.

La obsesión tiene rostro de mujerWhere stories live. Discover now