—Yo también. Me preocupaba que lo rechazasen por haber sido mascota de los humanos, pero ahora que han visto el adulto en el que se ha convertido, parecen haber encontrado la manera de superarlo. Lo que están tardando más en asimilar, es que su nieto se haya unido con un humano, pero como lobos saben lo difícil que es romper esos vínculos, así no les queda más remedio que aceptarlo. Lo que me preocupa es el entrenamiento que está haciendo.

—Andros me dijo que todos los jóvenes que aspiren a algo, sobre todo los de las cinco familias, deben servir a la ciudad ya que no solo sirve para ser reconocido como ciudadano y obtener todas las ventajas que eso conlleva, sino que los soldados tienen un código de camaradería muy fuerte y si no has servido, te será muy difícil encontrar aliados, ya que primero son los compañeros. Por eso todos sirven a la ciudad hasta que consiguen formar un grupo con el que hacer un pacto de sangre dentro de la manada en el que confiar en caso de problemas. Incluso los que viven en los pueblos de alrededor lo hacen.

—¿Tú también?

—Yo no tengo tanta inclinación a formar grupos como otros lobos —murmuró pensativo y al oírlo, él asintió ya que en su familia corría sangre de lobo solitario.

—¿Cuánto tiempo duran esos entrenamientos?

—Bastante, ya que son para fortalecer relaciones y no es extraño que los grupos se marchen durante días, a veces semanas, por lo que los primeros meses no suelen volver a su casa. A partir de ese momento, empiezan a regresar de forma regular, pero el principio es muy estricto. ¿Por qué?

—Porque si ha comenzado el entrenamiento antes de regresar a por el humano, va a tardar bastante en venir. Pero entiendo que no se lo llevase cuando eso significaría dejarlo solo durante semanas en una ciudad de lobos cuando él es casi un extraño...

—Es más fácil que los lobos acepten al humano si su pareja es un miembro fuerte del grupo.

—Yo quería que viniese pronto —se lamentó.

—Hilmar ya te dijo que tardaría algún tiempo en regresar.

—Pero es que yo pensé que sería solo ir hasta la ciudad, hablar con su familia sobre la situación y regresar, como mucho lo más duro del invierno. Nunca imaginé que entraría en un grupo y empezaría a entrenar para convertirse en un ciudadano.

—Al menos te dará pescado por cada día que lo cuides.

—Tú y yo sabemos que eso no va a pasar. Es imposible que Hilmar nos consiga tanto pescado, sobre todo ahora.

—¿Entonces por qué lo haces?

—Porque un amigo necesita ayuda —replicó—. Además, no puedo desentenderme del humano. Ya causa bastantes problemas con mi supervisión como para dejarlo libre.

—Hablas de él como si fuese una mascota molesta.

—Porque lo es. No es capaz de conseguir su propia comida ni hacer sus reparaciones y, cada vez que sale, se pelea con alguien. Ni los gazapos causan tantos problemas.

—Pero hace que los días sean más divertidos —replicó Nalbrek sonriendo de oreja a oreja y, al oírlo, él suspiró. ¿Por qué había tenido que acabar unido al lobo más raro de todo el pueblo?

—Dawi —gritó uno de los niños que llegaba corriendo.

—¿Otra vez el humano? —preguntó asomándose y el niño asintió.

—Cerca del río. Unos ciervos.

—Gracias por el aviso —El niño asintió antes de marcharse corriendo.

—¿Vas a ir a ayudarlo? —inquirió Nalbrek.

—¿Acaso tengo otra opción? —contestó saliendo con desgana y comenzando a andar hacia el río hasta que sintió el olor del humano y lo siguió.

Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now