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Reencuentro;
Volver a reunirse con una persona después de mucho tiempo, puede ser de una manera amistosa, amorosa, entre otras.
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El corazón de la fémina palpitaba más rápido cada que se acercaba más a su destino. No sabía la razón, simplemente tenía un nudo en la garganta desde que le dijo a su chofer a donde se dirigía.

El traje que iba a rentar a ese teatro descansaba en su regazo mientras ella lo acariciaba lentamente, tratando de calmarse. Veía por la ventana esperando llegar pronto, pues quería acabar de una vez con todo.

Bajó del auto una vez que llegó, a pesar de que se encontraba nerviosa, sabía cómo disimularlo bien. Camino a la entrada con seguridad, abrió la puerta y se introdujo completamente en el teatro.

Se sorprendió al ver a demasiada gente ahí. Venían de aquí para allá, había demasiado ruido y no parecía que alguien se había dado cuenta de su presencia. Estaban ocupados, lo entendía, preparaban con mucho esmero el musical que se acercaba.

—Eh... —trató de llamar la atención de un hombre, quien volteó a verla con una sonrisa de oreja a oreja al reconocer quien era.

—¡Muchas gracias por dejarnos rentar tu traje! —el hombre sacó de su bolsillo su cartera, para después entregarle el dinero que le debía, ella le extendió el traje y lo tomó gustoso—. Me encanta tu trabajo, me gustaría que siguieras siendo quien-

Ella sonreía gustosa, pero esa sonrisa desapareció al ver detrás del hombre al joven actor que tanto admiraba. El peliblanco le sonrió e intercambió miradas con ella, quien regresó su mirada al hombre, dispuesta a irse de una vez.

—Bueno... acabo de recordar que tengo otros asuntos pendientes —explicó con nerviosismo viendo cómo el joven se acercaba gustoso a ellos—. Llámeme si necesita hacerse ajustes, ¡adiós!

Dio media vuelta pero fue interrumpida por la voz del peliblanco que tanto había extrañado.

—¿Es ella quien diseñó el traje, director? —preguntó curioso mientras veía con una sonrisa a la mujer.

—¡Oh, Zen! ¡Que bueno que apareciste! ¿Qué tal si te pruebas el traje para ver si necesita ajustes? —preguntó como si hubiera ignorado lo que la fémina le había dicho antes.

—Me parece una gran idea, iré a probármelo ahora —y sin más lo tomó y se digirió a los camerinos.

—Debería ir usted con él, ¿no lo cree? —dijo el director con una sonrisa que comenzaba a molestar a la diseñadora.

—Enseguida —habló mientras soltaba un suspiro e iba por el camino que había tomado el joven actor.

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—Las mangas están algo largas para usted, tendré que recortarlas —decía la mujer mientras apuntaba en su libreta notas—. Creo que todo lo demás está bien, pero esta flor se vería mejor si fuera de otro color —se quedó mirando fijamente ésta pensándolo—. Tal vez color vino o color granate...

—Creo que color granate estaría bien —opinó con una sonrisa amable, ella asintió mientras lo escribía en su libreta.

—Bien, entonces dejaré que se cambie y me llevaré el atuendo para arreglarlo —explicó simple mientras salía del camerino.

El sonido de la puerta abriéndose hizo que se levantara del banco en donde estaba sentada. Tomó el traje entre sus manos con delicadeza y se dio media vuelta dispuesta a irse.

—¡Espere! —la voz del actor hizo que parara—. Hay algo... hay algo que quiero darle.

Ella lo miró confundida mientras él entraba al camerino y buscaba algo entre los cajones de un mueble. La mujer se acercó algo nerviosa, pues no se le ocurría que podría ser.

Tomó aquel objeto entre sus manos y lo ocultó detrás de él para que no lo pudiera ver. Se aclaró la garganta y, disimulando su nerviosismo, comenzó a hablar.

—Cuando estuve en el escándalo... recibí muchas cartas de mis fans —comenzó a explicar, la fémina sintió que su corazón comenzaba a palpitar más rápido—. Hubo una que me llamó mucho la atención, la letra se me hacía conocida, a pesar de que había cambiado un poco —la mujer sintió la garganta seca por un momento—. Y ahora, cuando vi que usted escribió sus notas... pude confirmar mi teoría.

¡¿Cómo era posible que pudiera recordar su letra de hace cinco años?! ¡Pensaba que ya la había olvidado!

—¿Eres tú, verdad? ¿Cheonsa? ¿...Mi bella dama? —lo último lo susurró con algo de esperanza, esperando que no se estuviera equivocando.

La nombrada se quedó sin palabras en ese momento. ¿Cómo se suponía que tenía que reaccionar? Simplemente asintió con su cabeza de manera lenta, tratando de evitar la mirada de Zen.

—Me alegro que seas tú —dijo con una sonrisa de alivio, mientras un leve sonrojo aparecía en su rostro—. Quería disculparme contigo... por lo que hice. No debí besarte sin tu consentimiento —lo que había escondido detrás de él ahora lo estaba extendiendo a la mujer, quien no sabía que decir—. Quería darte esto en forma de disculpa, pero no tuve la oportunidad de dártelo.

Sin tener otra opción dejó el traje colgado mientras tomaba aquella caja de plástico, observándola detenidamente; era bastante simple, de color blanco. La abrió con cuidado sin saber bien que esperar.

Era una rosa de color rosa, no tenía tallo sólo era la parte de arriba. Estaba seca, pensaba que si la tocaba sus pétalos se romperían. Sintió que las lágrimas querían salir, pero las guardo con fuerza.

—¿Por qué... por qué la guardaste tanto tiempo? —preguntó con un nudo en la garganta, escuchó la leve risa del peliblanco.

—De verdad quería disculparme, sin importar cuánto tiempo me tomó volver a verte de nuevo —sonrió y se acercó a ella, dispuesto a abrazarla, pero paró abruptamente pues no quería incomodarla—. Te extrañé mucho Cheonsa, me alegra mucho que hayas logrado tus sueños.

Ella ya no pudo aguantarlo más y dejó caer todas las lágrimas que tenía, el contrario imitó su acción y comenzó a derramar algunas también, controlando su cuerpo para no acercarse más a la fémina.

—Zen... ¡de verdad lo siento! —se disculpó mientras se abalanzaba a él para abrazarlo, escondió su cabeza en su pecho derramando más lágrimas.

El peliblanco correspondió el abrazo después de unos segundos, sintiendo aquella calidez que había extrañado tanto.

—Cheonsa... ¿puedo decirte algo? —preguntó una vez que se había calmado un poco, ella no respondió, pero aún así siguió hablando—. Sé que tienes pareja, pero... te he amado desde que teníamos dieciocho —lo último lo susurró, como si no quisiera que ella lo supiese.

La contraria se separó mientras limpiaba las pocas lágrimas que le quedaban, sonrió levemente y soltó una risilla, dejando confundido al peliblanco.

—Zen... no tengo pareja —explicó mirándolo a los ojos, él se sorprendió y no supo que decir después—. ¿Pero tú sí, cierto? Aquella chica de largos cabellos...

—¡Por supuesto que no! ¡No quiero amar a nadie más que no seas tú! —rápidamente respondió, haciendo que la contraria se sonrojara.

—Estoy segura de que eso lo estuviste practicando por mucho tiempo... —se burló mientras miraba a otro lado, avergonzada—. Zen... yo nunca pude olvidarte, pero no quería verte, pensé que me odiarías...

El nombrado se acercó un paso más a ella, estaba decidido, pero paró justo antes de hacerlo.

—Cheonsa... ¿puedo besarte? —ella lo miró sorprendida, pero no se negó. No volvería a negarse.

Y sin más juntaron sus labios, el peliblanco acariciaba con delicadeza la mejilla de la chica, mientras que ella rodeaba sus brazos alrededor de su cuello. Era un beso que ambos deseaban desde hace tiempo.
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˗ˏˋ𝙶𝚘𝚘𝚍 𝙴𝚗𝚍𝚒𝚗𝚐ˎˊ˗

¿𝙳𝚎𝚜𝚎𝚊 𝚍𝚎𝚜𝚋𝚕𝚘𝚚𝚞𝚎𝚊𝚛 𝚎𝚕 𝚊𝚏𝚝𝚎𝚛-𝚎𝚗𝚍𝚒𝚗𝚐?
>𝚂𝚒́<
𝙽𝚘

𝐄𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧; ZenWhere stories live. Discover now