07

795 107 10
                                    

Arrepentimiento;
El pesar que una persona siente por algo que ha hecho, dicho o dejado de hacer.

ㅤㅤㅤ
Ambos caminaban fuera del teatro, uno al lado del otro, sin decir nada. El peliblanco inconscientemente había tomado la mano de ella, pero al notarlo no se separó, sino que sonrió para si mismo, alegre de lo que hacía.

En cambio, la fémina miraba a otro lado, pensativa, dándole vueltas al asunto de la agencia de modelaje. Su sueño se cumpliría, pero no quería dejar solo a su compañero, y mucho menos con lo que le había dicho.

¿Por qué es tan difícil?— pensó dejando salir un suspiro pesado, causando que el contrario girara a verla.

—¿Sucede algo, bella dama? —preguntó con un poco de preocupación.

—N-No... estoy bien —respondió, para después sonreírle.

—¿Estás segura? Si hay algo en tu mente ahora puedes decirme —dijo mientras cerraba sus ojos y sonreía mostrándole sus dientes. Una imagen hermosa.

—No te preocupes —habló entre leves risas—. Es sólo que... la chica con la que actuaste es muy afortunada.

—¡Oh, así que es eso! —exclamó él con una sonrisa ladina—. Si estás celosa, quiero aclarar que sólo tengo ojos para ti, mi bella dama.

La contraria se sonrojó, nerviosa giró la cabeza, dándose cuenta de que faltaba poco para llegar a casa, podía aguantar más.

El de ojos rubí al no escuchar una respuesta apretó su mano levemente, para después intercambiar miradas con ella.

El camino volvió a ser silencioso, el mayor quería decirle tantas cosas, pero tenía que esperar un poco más, quería que fuese especial.

Y al ser silencio de nuevo, la fémina se volvió a perder en sus pensamientos, dándole vueltas la cabeza, mareándola. Se repetía a sí misma que dejara de pensar en eso, pero sabía que si no llegaba a una solución no podría dormir.

Si se iba, ¿se volverían a encontrar? Lo deseaba demasiado, pero también estaba la posibilidad de que ese fuera el último momento con él, y eso la abrumaba. No quería decirle nada, sabía que se preocuparía, y no quería ver su rostro decepcionado tampoco.

—¿Es aquí, mi bella dama? —su voz la sacó de sus pensamientos, ella reconoció el portón de su casa, por lo que asintió sin mirar al contrario.

Ella soltó su mano y dio unos pasos hacia delante, pero fue detenida cuando el peliblanco volvió a tomar su mano, diciendo su nombre.

—Cheonsa... hay algo que debo decirte antes de que te vayas —¿por qué eso había sonado como si lo supiera? Giró su cuerpo encontrándose con sus ojos rubí, notando un leve sonrojo en su rostro—. Buenas noches —dijo y sin más se acercó a ella, cortando la distancia.

Acarició su mejilla lentamente y sin pensarlo mucho la besó, demostrando sus verdaderos sentimientos. La fémina no podía creer lo que sucedía, había sido tan rápido que no podía reaccionar. No sabía que hacer, ¿corresponder o apartarse? Pero había deseado esto demasiado tiempo, ¿por qué no hacía nada? ¿Por qué ahora actuaba así?

No pasó mucho tiempo y el peliblanco se separó, con sus ojos abiertos con un poco de vergüenza, miró a otro lado, con un sonrojo el cual se había debilitado.

—Lo siento, perdóname —se disculpó sin verla, un poco de arrepentimiento de escuchó en su voz—. No debí de haberlo hecho sin tu consentimiento.

Se sentía culpable, no había pensado en que la chica probablemente no sintiera lo mismo que él. Ahora pensaba que ella estaba incómoda y que no se sentiría bien alrededor de él, ¿por qué se había arriesgado tanto?

Tenía pensado decirle que estaba enamorado de él, pero ahora con su reacción ni se lo imaginaba. Su corazón dolía, y se sentía el peor hombre del mundo.

—E-Está bien... sólo no me lo esperaba —cuando por fin logró pensar en algo coherente que decir, comenzó a sentirse culpable también.

Le gustaba Zen, entonces ¿por qué no había correspondido? Quería decirle que lo hiciera de nuevo, que estaba sorprendida, que era su primer beso y no sabía cómo corresponder. Pero nada salió de su boca, sólo una mirada llena de vergüenza.

—Yo... buenas noches —dijo cerrando sus ojos, dando media vuelta y adentrándose a su hogar sin pensárselo dos veces, dejando al chico lleno de culpa.

No supo que hacer, por lo que decidió ir a su apartamento. No había nadie en las calles por lo que agradecía que nadie los había visto. Aún así, se sentía horrible.

Un par de lágrimas salieron en el camino, había salido tan mal. Se comenzaba a odiar a sí mismo, tenía que volverse a disculpar y decirle alguna excusa a ella.

Sí, eso haría. Le explicaría porqué lo hizo y que no lo volverá a hacer sin su permiso. Asintió para si mismo, todavía podía arreglarlo.

Dio media vuelta, ¿sería prudente regresar y pedir disculpas de nuevo? No, ya era muy tarde, ella necesitaba descansar. Lo haría mañana en el trabajo, esperaba que pudiera verla, y si no, iría de nuevo a su casa.

La fémina se jalaba el cabello, sin saber que hacer. Daba vueltas por el cuarto, con sus pensamientos hechos un desastre.

De repente la tarjeta que guardaba en su bolsillo se salió y cayó a un lado de ella. La levantó con rapidez y la miró detenidamente.

No podría arreglar lo de Zen, de eso estaba segura.

Suspiró, probablemente se arrepentiría, pero sólo se vive una vez, ¿cierto?

Tomó el teléfono y marcó el número en la tarjeta. Era noche, pero esperaba que el rubio le respondiera.

—Buenas noches, ¿con quién hablo? —respondió después de algunos pitidos.

—¡Tomaré el trabajo! —exclamó sin pensarlo dos veces, y con sólo eso, el hombre al otro lado de la llamada sonrió.

𝐄𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧; ZenWhere stories live. Discover now