L (Epílogo, parte 1)

36 6 0
                                    

- Le quería hablar sobre un asunto que lleva unos días comiéndome la cabeza, pero no me atrevo.
- ¿De qué se trata?
- Verás, no se por qué, pero estoy empezando a tener esa sensación de morriña, de ganas de estar junto a ella.
- Pero eso no tiene nada de raro.
- Qué va, no es raro. Lo malo es que no puedo evitar sentir miedo.
- ¿Por qué tendrías que temer?
- Por si no me quiere volver a ver. Ya sabes, que la otra persona ponga distancia de por medio cuando ve que hay sentimientos encendidos. En el fondo lo entiendo, pero me pone triste que tenga que terminar así, porque de una forma u otra, ella es mi amiga, y no quiero perder una amistad. Pero me siento mal si no le digo que me gustaría probar algo más.
- Entonces tienes miedo de que al decirle eso mismo, ella se aleje por una razón u otra, ¿no?
- Exacto.
- ¿Te ha pasado antes?
- Sí. Recuerdo la primera vez que pasó, que al ser la primera vez, no existía en mi cabeza esa idea de que pudiese salir mal. Simplemente ahí fui empezando a concebir la idea de que declarar mis sentimientos implicaba una ruptura de la amistad, en el caso de que no hubiera interés por la otra parte, cosa que era bastante frecuente por no decir que siempre pasaba.
- Pero eso es mala suerte, las circunstancias en aquel entonces no son las de ahora.
- Aún así, el rechazo siempre existe.
- El éxito también.
- No lo conozco tanto.
- ¿Y no te gustaría conocerlo? Pareciera que nunca te decidieras a lanzarte a la piscina.
- No quiero tirarme si no hay agua. Lo malo es que no puedo comprobar si hay o no.
- No, lo malo es que piensas que te tiras a la piscina para caer en el agua, cuando en realidad te tiras para sentir la adrenalina de la caída, ese cúmulo de emociones fruto de un estímulo frenético e inusual.
- Oh.
Me había dejado sin palabras. Justo en ese momento recordé que es cierto. Todas esas veces en las que quise expresar mi palabra y sentimiento, lo terminé haciendo a pesar de haberme jurado no volverlo a repetir.
"No, otra vez no, no quiero perder otra amiga".
"Pero, ¿y si dice que sí?"
Esa intriga, esa duda que me impedía conciliar el sueño a horas tempranas, ese nerviosismo me impulsaba a preguntar. Una vez lanzado el mensaje... de cabeza a la piscina. Ahora me acuerdo de esa sensación masoquista de nervios, que, a pesar de que daba pie a un malestar emocional, me hacía sentir más vivo que nunca.
- Parece que has recordado algo.
- Acabo de recordar que tienes razón.
- Ya sabía yo que no iba desencaminado.
- Y ahora, ¿qué debo hacer?
- Depende. ¿Te quieres tirar a la piscina, o ya estás mayor y prefieres quedarte en la toalla? Lo que sí te puedo decir con certeza es que el agua no va a ir a ti.
Se crea un silencio incierto, meditabundo.
- Ojalá saber si hay agua, joder.
El individuo hace una mueca de compasión y empatía, como si supiera perfectamente de qué le hablo por una gran cantidad de experiencias.
- Nunca se llega a saber del todo. Aunque tengas todas las papeletas y haya cien mil carteles señalando que la tan ansiada piscina está llena, siempre hay una posibilidad de que haya un batacazo.
Nuevamente pierde la mirada en el horizonte, como si no estuviera viendo lo que tiene enfrente, sino su vida entera pasando por su mirada.
- ¿Estás bien?
- Sí, sí, perdona.
- No te preocupes, puedes contarme si quieres, estoy para ayudar.
- Mejor para otro momento, ahora estamos con esto.
- Como gustes.
Ambos nos abstraemos en nuestros propios pensamientos por un breve instante, similar a ese momento del juicio en el que ambos abogados, fiscal y defensor, organizan sus papeles y preparan sus partes.
- Eres consciente de que hay más piscinas, ¿no?- me responde con un aire de condescendencia.
- A ver, sí, pero sabes que no es tan sencillo desligarse de lo que tiene uno en mente en ese momento. Digamos que es como el capricho de un niño pequeño: si no es esa piscina, monta una pataleta. Y siempre hay algún motivo, no es por la gracia divina. Siempre hay algún rincón y algún tobogán o similares que implanta el deseo de volver en el chaval. Tiene que ser esa piscina porque si fuera otra, ya sabes, no sería lo mismo.
- Es cierto, pero te aliviaría ese miedo al saber que puede haber otra persona.
- Claro, puede haberla, eso es cierto, pero en ese momento no la hay, y se siente como una decisión más crucial, porque pareciera que uno elige entre el silencio o la soledad.
- Creo que no es tan grave como piensas. Además, no creo que esa soledad sea una soledad como tal.
No puedo evitar mostrar una sonrisa de derrota.
- Es cierto.
- ¿Vamos volviendo?
Asiento con la cabeza y nos levantamos del banco. Vamos paseando por el bulevar del centro de la ciudad, tan transitado como siempre, aunque sin perder su encanto. Los edificios se extienden lo suficiente como para tapar el sol, aunque dejan pasar su luz, dando la sensación de que estamos en el pasillo de un laberinto enorme. Todo se siente magnífico, grandioso. A pesar de no conocer a nadie, se puede apreciar la compañía de todos, saber que hay más gente ahí, viviendo sus vidas cada una diferente de la otra. Es todo tan complejo... Y a la vez maravilloso, ver cómo se entrelazan los unos con los otros, formando una red entre vida y vida, creando este incómodo pero cálido barullo.
Mi acompañante parece disfrutar en silencio de la multitud de la misma forma que yo. No nos conocemos de hace mucho, pero lo siento muy cercano a mí, siempre se muestra muy abierto a apoyarme con muy buenos consejos.
Pasamos al lado de un puesto de buñuelos y él se ofrece a invitarme. A pesar de que no me gusta que me inviten, esta vez hice una excepción para celebrar la charla que habíamos tenido previamente. Estaban muy calentitos, y el sirope de dulce de leche le daba un dulzor exquisito. Este sabor siempre me recuerda a épocas festivas, cercanas a Navidad y Fin de año. Una época que siempre parece libre de problemas y preocupaciones, como si en ese momento todo el mundo se diese una tregua con sus conflictos para disfrutar con la familia y los amigos. Todo sería perfecto si el sector económico no estuviera tan decidido a aprovechar la situación para ganar dinero, pero comparado con la alegría que se respira, eso es solo el zumbido de una mosca molesta.
Seguimos paseando y parece que él va a hablar.
- ¿Sabes ya qué vas a hacer con eso?
Miro la caja de buñuelos.
- Pues la tiraré cuando pasemos al lado de un cubo de basura, evidentemente.
Su mirada denuncia mi falta de perspicacia.
- Me refería a tu decisión respecto a la "piscina", ya sabes.
Me quedo callado un momento.
- Creo que en algún momento me decidiré a hacerlo, pero de momento es pronto. Todavía no hace falta precipitarse. Hay que disfrutar de los preliminares.
Una leve sonrisa de aceptación surge en su rostro.
- Bien. Veo que cada vez te tomas menos tiempo en decidir.
- Supongo que ahora voy más al grano.
- Creo que ahora no le das tantas vueltas a lo que no hay que dárselas.
- Sí, me lo recomendó una amiga.
- Buen consejo.
- Buena amiga.
- Tomo tu palabra. En fin, solo quiero terminar remarcando que para lo bueno y lo malo que pase estaré contigo.
Una sensación de seguridad emana en mi interior.
- Gracias.
Nos damos un abrazo y seguimos nuestro paseo.

¿?Where stories live. Discover now