Un día vi una pluma.
No me fijé mucho en ella.
La pluma tenía su cuaderno.
La pluma escribía en él.
El cuaderno se dejaba escribir.
Un día me fijé en la pluma.
Era una pluma muy bonita.
Un material extravagante.
Una forma peculiar.
Unos brillos únicos.
Un acabado reluciente.
Y su tinta me iba atrayendo cada vez más.
Llegó un momento en el que la perdí de vista.
Ya no tenía ninguna pluma.
No había ningún referente.
Un tiempo sin referente.
Sólo, pensando en mis hojas, siempre en blanco.
Me di cuenta de que no tenía que ser una pluma quien las rellenase.
Eso mismo lo podía hacer yo.
Y pinté.
Y escribí.
Y un día, la pluma regresó,
Me topé con ella, como por casualidad,
Pero ya no la necesitaba.
Aún así, la seguía admirando como el primer día.
Y mi deseo ya no era que pintase en mis hojas blancas.
Mi deseo no era que rellenase mi cuaderno.
Mi deseo se transformó.
Mi deseo es que escriba conmigo.
Que dibuje conmigo.
Que pinte conmigo.
Que cante conmigo.
Que escuche conmigo.
Que llore conmigo.
Que sonría conmigo.
Que se preocupe conmigo.
Que sienta ira conmigo.
...
Que viva conmigo.
Que esté en mi vida.
Que no se pierda.
Que se cumpla este capricho que renuncia a la pérdida.
Que estemos juntos, en un momento y decirle:
"No te vayas, por favor.
Esta vez no te descuidaré.
Esta vez no me despistaré.
Esta vez no ocurrirá nada malo.
Esta vez no permitiré que otros
pensamientos nublen mi conciencia.
Si uno de los dos se quiere ir,
Que se vaya. Pero que se vaya bien.
Con una despedida. Avisando.
Con cuidado de no cortar, que si no,
La herida es muy profunda.
Porque me gusta que creemos juntos.
Y me gusta sentir cómo lo disfrutamos de la misma forma.
Esta vez sí.
Si pasa algo lo solucionaremos.
Tú no te preocupes,
Que confío en que seremos capaces
De sobrellevarlo todo.
De la mejor manera.
Juntos."
Y escribir, y escribir...
Deslizar la pluma sobre el papel...
El pincel sobre el lienzo...
Mi voz por nuestra melodía...
