-Fumar es malo-dice mientras sube un pie a la llanta y la amarra.

-Lo siento, ya sabes, los viejos hábitos son difíciles de matar.

-Pues si no lo matas primero, él te matará a ti-sentencia y baja su pierna.

-¡Oye!

-Y si te mata a ti, me mata a mí. Y lo peor es que ni siquiera soy yo quien fuma.

-¿Cómo?-le pregunto.

-Olvídalo, Leo-dice y me sacude el cabello-, ¿por qué no me esperaste en Benny's?

-Oh, por una simple razón... no sé dónde queda.

-Atrás de la nota venía un croquis, ¿no lo viste?

-Ehmm... No-digo y sonrío.

-Bueno, vayámos.

-¿Por qué no vamos en el coche? Sólo indícame que calles tomar.

-No, es muy cerca, se pasaría el tiempo más rápido y quiero aprovechar cada segundo que estés junto a mí. 

Siento como un centenar de mariposas revolotean en mi estómago diciendo que no sea menso, que nadie me ha hecho sentir así en la vida, que no cambie un diamante por un trozo de carbón.

Caminamos un poco separados el uno del otro por la calle. En cada escaparate veo el reflejo de Zack que me enamora un poco más cada instante. Su piel negra, su mirada dulce, su sonrisa espontanea y su porte altivo y seguro.

-Es aquí-dice entrando a un edifico parecido a un complejo de oficinas. Cruzamos el lobby y entramos en el ascensor. Dentro su olor a madera y caramelo y me hace cerrar los ojos para apreciar cada matiz, cada rastro que me dice que esto es real.

-Listo-bajamos en el piso seis-, ¿Qué te parece?

Es un restaurante moderno, grande, rodeado de enormes ventanales. El menú está sobre una pizarra negra. Está casi lleno, se escucha el chocar de cubiertos con platos, de vasos con tazas.

-¿Mesa para dos?-pregunta la chica en la entrada.

-Sí, por favor-contesta Zack y entramos a Benny's.

-¿Es italiano?-pregunto por lo bajo.

-No, es mexicano.

-¿Y por qué Benny's?

-Por Beni Juárez, o sea por Benito Juárez, ¿el presidente?

-Sí sé quien fue-le contesto y le doy un caderazo.

Nos sentamos en una mesa en el extremo del restaurante, por donde la luz entra a raudales y se ve todo Guanajuato.

-¿Te gusta?-me pregunta.

-Muchísimo-contesto mientras lo miro. Verlo a él es más agradable que ver cualquiera de las más hermosas vistas.

-¿Qué vas a querer?-me pregunta mientras abre la carta.

-A ti-le susurro y siento que mi organismo se enciende como una locomotora.

Al diablo todo, quiero disfrutar mi vida, quiero disfrutar y hacer feliz a Zack. Por una sola vez quiero tomar las riendas de mi vida. Quiero ser libre y no rendirle cuentas a nadie más que a mi mismo. Quiero a Zack... Lo amo y si no lo demuestro, si sigo conteniéndome, seré como una botella de champagne agitada que explotará en cualquier segundo

¿De dónde ha venido este arrebato de libertad y amor? No lo sé. Pero si no lo aprovecho dudo que vuelva a sentirme igual de valiente.

Es gracioso como los momentos más inesperados son los que más transforman nuestras vidas.

-No tienes que decirlo si no quieres, no quiero que pienses que te estoy presionando-contesta inesperadamente Zack quien deja la carta sobre sus piernas.

-No, lo estoy haciendo por mi propia voluntad. Perdón por haber sido un idiota antes. Es que...-dudo en que decir, si una mentira que lo haga feliz o una verdad que le amargue la vida-. Mira, cuando regrese a la ciudad hubo una fiesta, yo no quería ir pero sería irresponsable si no aceptara mis actos.

-No pasa nada-dice Zack sonriendo.

-No, sí pasa. En esa fiesta encontré a una chica y yo ya estaba muy ebrio y entonces ella tenía un brillo en los ojos que me recordaba a ti. Si no me crees, lo entiendo, pero tengo que decírtelo. Estaba yo muy ebrio y su brillo era como el tuyo y entonces... entonces... la besé.

Su cara no es de enojo, ni quiera de sorpresa.

Es de ternura.

-Aw, Leo, ¿por eso estabas actuando tan extraño?

-Sí.

-No importa, un beso, al final de día, no se le niega a nadie. 

-No sé, pero... perdóname.

-No hay nada que perdonar-dice y toma mi mano por encima de la mesa.

-¿De verdad? Es que llevo tanto tiempo sintiéndome fatal y pensé que tu... bueno, lo tomarías muy mal.

-Pues no me conoces-dice y aprieta mi mano-. Te esperé siete años, ¡siete años! Nada me haría renunciar a ti, a menos que tú me lo pidieras, que te cansaras de mí y me dijeras que me fuera. Solo así te dejaría.

-Pero, ¿por qué?

-Porque te amo.

Sus ojos se abren mucho después de decirlo y agarra de nuevo la carta.

-Lo siento, fue muy, ehm... precipitado de mi parte.

Yo río y tomo su mano de nuevo, retirándola de la carta.

-Pues deberías serlo más seguido.

-Si tú lo pides, lo seré.

-Solo quiero saber una cosa-le digo yo seriamente.

-¿Qué?

-¿Cómo puedo compensarte por lo idiota que fui?

-Ya te lo dije, no tienes nada...

-¡¿Cómo?!

-Ay, pues... no sé-mira la carta y señala la sección de vinos-. Bueno, este Pata Negra iría perfecto con el corte que voy a pedir, claro, no soy un sommelier, pero con tal de hacerte sentir mejor...-dice riéndose por lo bajo.

-Gracias-contestó yo.

-No hay de qué, si está muy caro podemos dividir la cuenta.

-No me refiero al vino.

-¿Entonces por qué gracias?

-Por esperarme siete años, por ser tu mismo, por amarme de la manera en que lo haces-digo y agrego-, por decirme Te Amo.

Él se sonroja y aprieta mi mano como si de ella me fuera soltar. Pero no lo haré.

Por lo menos no lo soltaré durante dos semanas. Después volveré a ser el simple y vulgar juguete del destino que siempre he sido.

La Hacienda Kde žijí příběhy. Začni objevovat