Capítulo 4: Número 1: La voz del pueblo.

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Otra vez estoy de vuelta en el coche de camino al puto aeropuerto para realizar la primera puta misión de este puto presidente que tiene la nación, Dios, le he puesto verde en toda su cara, me he liberado de mi rencor por un momento y le he hecho pagar cada mentira que nos dijo ese día a los marines que estábamos allí en la otra punta del mundo. Me siento bien, muy bien la verdad, ese cerdo engreído se lo merecía muchísimo y se la tenía guardada, la puñalada que me hizo el Presidente debe pagármela el Presidente y si no fuera porque he aceptado esta ridícula misión no habría tenido ni la más remota posibilidad de hacer lo que he hecho pero... en el fondo me siento mal, no por mis palabras porque aseguro que la paz que tanto busco se ha acercado por lo menos un centímetro a mí y porque me he vengado si se puede decir así, es como si hubiera tachado un rencor de mi larga lista de rencores, pero la cosa es que me siento mal por mi acto, he puesto en ridículo a tres miembros fundamentales de la CIA delante del Presidente de los Estados Unidos, o más bien he puesto en ridículo al Mandamás delante de sus plebeyos, se merecían una gran dosis de realidad y que supieran por lo menos como fue y que actos cometió la persona a la que sirven, pero sus caras lo decían todo, mostraban ira, rabia, decepción y vergüenza, probablemente contra mí, y el único que lo ha demostrado ha sido el Mandamás de la CIA, claro, perdería su trabajo si no es capaz de defender a su presidente, aunque sea diciendo lo que me ha dicho.

-Scott –dijo el Agente Brown, el graciosillo del grupo con el que choco bastante aunque me caiga más o menos bien que su compañero el serio.

-¿Eh? Sí.

-Gracias.

-¿Por qué?

-Por defendernos.

-No recuerdo haber hecho tal cosa.

-Sí lo has hecho, has dicho que nosotros también somos miembros fundamentales de este equipo, no solo tú, así que en nombre de los dos te doy las gracias.

-Solo he dicho la verdad, no tienes que agradecerme nada, tú, bueno vosotros sois los que tendríais que haberos hecho de valer y haberle dicho al mamón ese que existís y que formáis parte de la misión tanto como yo, pero comprendo que al ser lo que es ese hombre no lo hayáis dicho.

-Por eso te lo agradezco.

-Entonces de nada.

-Por cierto...

-¿Sí?

-Siento lo que te ocurrió ese día con los marines.

-No pasa nada, pero no es asunto tuyo –reconozco que ese comentario me ha pillado por sorpresa, nadie había tenido consideración conmigo sobre ese tema, nadie me había comprendido, claro que tampoco lo he contado, aunque siempre pensé que sería Gus el que me dijese esas palabras porque sería al que se lo hubiera contado.

-Igualmente lo siento, fue injusto.

-Agente Brown, ¿intentas decir algo? ¿O simplemente sigues intentando que haya confianza entre nosotros?

-Vale, sí, intento decir algo y respecto a lo otro que has dicho, no me rindo, se que algún día me ganaré tu confianza y seremos amigos, los tres por supuesto.

-Di lo que intentabas decir –dije ignorando la otra parte de la respuesta, reconozco que tiene empeño, pero no le servirá de nada conmigo.

-A mí también me cae mal el Presidente, no le trago, le veo un embustero, un chulo, un charlatán que solo quiere ganarse los votos con su sonrisa y sus buenas palabras que ni el mismo se cree.

-¡Ja! Sabía que no tenía que ser el único que pensaba así de él, bueno estadísticamente miles de personas deberían opinar como yo y el resto lo contrario, pero eres la primera persona a la que se lo escucho decir y encima una persona de tu estatus, los tienes bien puestos Brown, lo reconozco. –dije contento, literalmente estoy sonriendo ¡qué hombre este!

PAUSADA El mercenario Where stories live. Discover now