30 ── A.M

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Las mañanas en invierno se sienten mágicas, como un mundo fantástico cubierto de blanco. Los últimos días he estado despierta hasta tarde haciendo papeles y trámites, mis ojos cansados pidieron descanso la noche anterior y ahora disfruto de la neblina del amanecer viendo esos edificios y ese callejón que ya conozco de memoria, apoyada en la barandilla de metal.

La camisa de Bucky que llevo puesta apenas me cubre lo suficiente para no mostrar demasiado a aquellos que van por la calle. Vaya manía que tiene él de elegir ropa tallada al cuerpo.

Detrás de mí, oigo a Bucky moverse por el departamento y luego siento que sus brazos me rodean la cintura y me abrazan por la espalda. No dejo de amar la forma en que mi cuerpo se amolda al suyo, aunque me pone la piel de gallina por su respiración contra mi piel, siempre deja un calor reconfortante en mí cuando lo tengo cerca.

—Buenos días, muñeca —murmura con la voz ronca contra mi oído.

—Buenos días, Bucky.

—¿Tú dormiste bien?

Él se ríe entre dientes, acariciando la piel de mi cintura hasta la curva de mis caderas.

—¿A qué hora te dijo Holly que debían estar allí?

El sueño matutino abandona mi cuerpo y me lleno de emoción al sentirme más despierta que nunca, con la expectativa de encontrar un local para la cafetería. Estoy tan contenta hablándole de los beneficios de la zona, que en un movimiento de manos empujo una de las macetas que nos regaló Holly.

—Mierda —decimos al mismo tiempo cuando la pieza de barro impacta el concreto, haciéndose añicos.

—Vamos, entra. Que no nos vean.

Nos reímos del incidente, compartimos lánguidos besos hasta la cocina donde Alpine ya está esperando que sus amos dejen de ser unas plastas pegajosas y recuerden que ella es la reina de la casa y debe ser alimentada.

La gatita maúlla y con sus patas araña el pantalón de pijama de Bucky. Mis ojos, sin querer, se desvían hacia la pretina de la prenda; su pantalón es holgado y se ve el marcado inicio de su entrepierna.

Enfócate, mujer. Hoy es un día ocupado.

—Vamos preciosa, es hora de comer —Bucky se agacha para cargarla, Alpine ronronea contenta de tener su atención.

—Oye, a mí no me hablas así—bufo cogiendo el botecito con la comida de Steve—, qué triste competir con el verdadero amor de tu vida.

—Lo siento, muñeca. No puedo luchar contra esa carita.

—Que Alpine te cocine, entonces.

—Muñeca, Dannika —llama Bucky dejando a Alpine en el suelo, yo me quedo allí haciéndome la ofendida—. Mi amor, mi mejor chica, la futura madre de mis hijos...

A.M. ✦ Bucky BarnesWhere stories live. Discover now