18 ── A.M.

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Reviso lo que queda en mi nevera que sirva para el desayuno post decepción amorosa que vamos a compartir Holly y yo con Alicia.

—Buenos días —dice la rubia con un bostezo—. ¿Descansaste?

—Lo necesitábamos.

Ella asiente con otro bostezo entrando a la cocina para ayudarme a preparar la comida.

—¿Todo bien con tu vecinito especial ayer?

Casi dejo caer la caja de huevos.

—¡No es mi vecinito especial, rubia! —siseó en voz baja—. Alicia te puede escuchar. Y sí, todo bien con él.

—Él me gusta, ¿sabes?

Sin querer todo mi cuerpo se tensa al escucharla y dejo los huevos en el mostrador, olvidando que intentaba hacer en primer lugar. Es como si el aire a mi alrededor fuera más difícil de respirar.

No debería de sorprenderme eso. Bucky es guapo y encantador cuando no asusta a la gente en la oscuridad, siempre es amable con la gente del edificio. Y Holly, ella es una princesa salida de un cuento de hadas, claro que a ella le gustaría y...

—¡Danni!

—¿Qué decías? —Acabo diciendo con un hilo de voz—. Perdón, eh sí. Yo hago los omelettes.

—Danni —Algo en mi rostro debe exponer el lúgubre camino que han tomado mis pensamientos. No me gusta el tono condescendiente que toma para hablarme, como si fuese una niña—. Me refería a que Bucky me agrada, como me agrada Marianne, tus hermanos y Alicia. Quise decir que me cae bien y me gusta que seas su... amiga. No sé en qué hayas pensado, pero no.

Le creo. Aunque tengo un puño de palabras para escupir y no logran salir de mi boca, también me asusta que se me escape algo, lo que sea.

Alicia me salva de hacer algo estúpido por segunda vez en menos de veinticuatro horas, cuando se tambalea por la sala de estar. Gracias al cielo, Holly deja de mirarme como a un cachorro moribundo para prestarle atención a ella.

Sin poder luchar con que es un jueves, después de una mañana perezosa llena de mimos, despido a Holly y Alicia, Jaime esperándolas abajo para que Alicia recogiera sus cosas después de su irremediable separación con su ex prometido. Maldito desgraciado.

Mi desliz de la mañana y el asunto de Sean me tienen de mal humor todo el día. Pero me controlo para no derramarle encima el café a la señora que siempre viene y me llama como si fuera su perro para atenderla.

El día llega a su fin y cerca de las diez Bucky ya está entrando por mi ventana, no sin antes darle un par de golpecitos al vidrio como aviso.

—¿Por qué nunca hacemos algo en tu departamento?

A.M. ✦ Bucky BarnesWhere stories live. Discover now