Cazando a la presa

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Según el reloj de bolsillo pronto serían las once.

Encendió el coche, echándolo a andar enseguida por la larga carretera cerca de acantilado, había visto varias veces al muchacho para saber que no se resistiría a su Buick Roadmaster Skylark del año, de hecho podía ver la luz larga de la motocicleta acercarse.

El modus operandi era sencillo la motocicleta lo seguiría a cierta distancia tan sólo acercándose si el decidiera cambiar la ruta, este juego llevaría unos treinta minutos antes de que ambos llegaran a su destino, los letreros habían sido cambiados anteriormente para llevarle a una curva cerrada y la banda de crimíneles con las que se codeaba el crío no estarían tan lejos, no obstante solo entre semana porque en los fines al muchacho le gustaba quedarse con el pez gorda para el solo.

Lo tenía estudiado tan minuciosamente que sabía exactamente cuánto le tomaría al chico bajarse de su motocicleta e ir a la ventanilla de su auto.

Para ese momento ya tenía la jeringa con una buena dosis de morfina, salió de su vehículo con lentitud tras el ligero toque de un guante de cuero contra su ventana.

Fueron unos segundos...

El cuerpo del contrario cayó en sus brazos en menos de unos minutos, aún sostenía la jeringa, el único problema del tipo es que le gustaba fanfarronear demasiado con sus objetivos antes de darles el remate.

Lo acomodo en la cajuela con tranquilidad, tenía bastante tiempo para entretenerse de ahora en delante.

🗽🗽🗽🗽🗽🗽

Andy sentía su cabeza pesada, el simple acto de abrir los ojos parecía requerir un esfuerzo enorme en ese momento, estaba ido, no podía enfocarse aunque su vida dependiera de ello, quizás lo hacía pero no era el momento.

Cuando por fin despertó, se dio cuenta de que tan jodido estaba, tenía los ojos vendados, una mordaza en la boca y todas su extremidades atadas, el maldito hombre del auto de seguro era parte de ese maldito escuadrón de perros que cuidaban la zona.

No cantaría por más dura que fuera la tortura, no traicionaría a su gente.

Una fría mano quito con delicadeza la venda, tomó un tiempo antes de acostumbrarse a la incandescente luz del cuarto enfocándose en la persona a su lado, quien también removió la mordaza.

Parecía un doctor.

—¡¿Quien mierda eres y que hago en este lugar?!, más te vale que me sueltes ahora mismo porque sino mi pandilla se encargará de ti...

Una fuerte bofetada lo hizo callar al instante.

—Esa no es manera de hablar florecilla, se de antemano que tus amiguitos ni siquiera saben dónde estás, estoy muy seguro que ellos descansan los fines de semana, fuera de ello, la primera dosis ya está pero para ver una diferencia clara vamos a tener  que esperar unos meses, ¿no te resulta encantador?

—¿La primera dosis de que? ¡¿Que mierda me inyectaste?!, ¡no creas que me puedes retener mucho tiempo!, no tienes idea con quien te estás metiendo.

—Que triste oírte decir eso, pero piénsalo eres solo un eslabón más para comprobar o desmentir esta teoría, al ser un cambio completo quizás tardemos años, por lo que deberíamos empezar a llevarnos bien, ¿no lo crees?

—Suelta mi pierna maldito marica, puedes irte al infierno donde perteneces, soy el hijo de un... mmm... ¡Hmn!

—La simetría de tu cara es hermosa, sería una pena marcarla por apretar demás la mordaza, ese cuerpo delgaducho pronto estará lleno de curvas y tu pequeño orgullo no será un inconveniente para poseerte como se debe, te lo aseguro.

La obsesión tiene rostro de mujerWhere stories live. Discover now