Visita al rio

26 4 3
                                    

Entonces recordó que Linda ya le había dicho que William tenía un par de días buscando una casa grande donde pudiera tener mucho espacio, y eso ya tomaba un poco de sentido, aunque Mildred anteriormente no había tomado enserio las palabras de Linda, ahora al parecer se estaban concretando.

- ¿Estás seguro que quieres vivir aquí, a mí lado?

Ella necesitaba que William se tomara con calma las cosas, que fuera feliz, que estuviera a gusto, y sobretodo seguro de vivir en Santa Cecilia. Porque una cosa era pasar una temporada ahí grabando música y otra cosa muy diferente tener a Santa Cecilia como el centro de su actuar. Imaginaba que eso implicaría viajar seguido a la Ciudad de México, que no tendría a su equipo de trabajo cerca, que moverse sería difícil. Aunque por el momento se encontraban a gusto en el pueblo, tanto Linda, Roberto, el arreglista y como todos los involucrados en el proyecto.

- Es donde tú estás - aseveró William.

Por fin, William acaricia la cara de Mildred, eso provoca que ella sienta escalofríos recorrer por todo su cuerpo, Mildred le da un beso desesperado, profundo como si por los labios fuera a recibir el cielo. William se concentra en el beso sintiendo lo mismo. Después se acercan más sus cuerpos y en el camino continúan con su pasión, de manera que a William le costaba trabajo concentrarse, no quería ocasionar ningún accidente de carretera, así que volvió a poner la mirada al frente. Entonces Mildred le pregunta:

- ¿Y si yo me voy a estudiar la universidad a México?

-Bueno yo ya tengo una casa allá, y si es así, estaríamos haciendo nuestras cosas por allá - le dijo William en tono entusiasta.

Mildred se proyectó estudiando en una Universidad de la Ciudad de México, se imaginaba organizando todo para que saliera perfecto, hasta olvidó su condición de sirena, luego le preguntó a William:

- ¿Por qué no querías que estuviera al tanto de eso?

- No quería presionarte.

- ¿Presionarme? Quiero pasar tiempo contigo aquí, pero a pesar de que me quedaré no quiero que te sientas comprometida a quedarte conmigo.

- Yo tampoco quisiera retenerte aquí, ¿sabes que el día que quieras dejar Santa Cecilia lo puedes hacer?

- Aunque creo que lo mágico que encontré aquí ya no me dejara ir jamás.

Mildred lo contempla, pero se percata de que ha cambiado el rumbo.

- ¿A dónde vamos?

- Quiero mostrarte algo.

William continúa manejando hasta llegar a un retorno, el camino que lleva al río, por lo que Mildred de pregunta qué estaba tramando, William apaga la camioneta, baja, saca una sábana y la coloca en el cofre, la ayuda a bajarse, y después la toma de la cintura para subirla.

- ¿Qué haces? ¿Quieres que nos enfermemos?

-Bueno si quisiera eso creo que hubiera optado por otra cosa.

William vuelve al interior de la camioneta, saca una cobija más grande y al parecer más calientita.

- ¡Mira!

- ¿Qué es eso?- dice Mildred señalando el río quien se ha puesto de un tono rojizo, diferente, algo especial, pues brilla con su propia luz.

- No lo sé, ya lo había visto así.

- ¿Quieres decir que has venido solo a verlo?

- No, fue cuando venimos el día de la tormenta y pasó después de que entraste.

- Es muy bonito.

- Quedé sorprendido la primera vez, esta es la segunda que lo veo, ¿ves lo especial que tú eres?

Mildred entonces comprende aquella parte que le dijo la señora Lula, aquella vez cuando la enteró de que ella era una sirena. Entonces vuelve a contemplar el agua del río, después dirige la mirada a los ojos de William y le dice:

- Ves, puedo verme ahí, con más claridad que en cualquier espejo, jamás quiero dejar de hacerlo. Y así es desde que llegaste tú.

- Desde que llegamos uno a la vida del otro, aunque para ser exactos, yo te encontré.

Las razones no le importan a Mildred, se acomoda al lado de William de forma que ya puede poner su cabeza en su hombro, siempre le resulta agradable estar embriagada por el perfume de William, esa es la ocasión perfecta para hacerlo, más porque sabe que no lo verá por una semana y eso para ella ya es muy difícil, no puede sobrevivir con sólo escuchar su voz por teléfono, eso es muy poco para la dosis que ella ahora necesita.

Mildred siente como William toma su mano, y así se quedan viendo por un buen rato el río, el ruido del agua los arrulla, la luz los adormila, pero recuerdan que tenían que retirarse.

MildredWhere stories live. Discover now