Capítulo 52

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Nadie había dicho una palabra en horas, desde que el rey había exteriorizado toda su ira, su tristeza y sus más profundas inseguridades. A su vez, ninguno se había atrevido a acercársele, siquiera. Jimin podía no tener idea de ello, pero los otros dos jóvenes sabían muy bien que sus amenazas bien podían ir en serio. Además, lo conocieran o no, dentro de los tres jóvenes existía una terrible sensación de miedo que les impedía actuar para reparar todo lo que se había dañado aquella tarde.

El gran Yoongi de Joseon no solo no había emitido una sola palabra, al igual que el resto, desde que se había cegado por sus negativos sentimientos, sino que tampoco se había acercado a los demás. Ya era de noche, y el joven rey seguía a unos diez metros del grupo, de espaldas a ellos y con su cuerpo levemente apoyado en el tronco de un árbol. Estaba abrazado a sus rodillas, inmóvil. Quería evitar seguir pensando en cosas que lo atormentaban, quería evitar llorar, quería evitar sentirse tan miserable, pero le era imposible. Sumado a eso, incluso si lo hubiera querido, el congelante frío de aquella oscura noche de enero no le permitía mover ni un músculo.

Aunque lo hubiera negado por dentro y por fuera, Yoongi de Joseon siempre había anhelado conocer, por lo menos una vez en su vida, el sentimiento de amar y de ser amado. No había funcionado con su familia, ni con sus sirvientes, ni tenía amigos que pudieran mostrárselo. Cuando por fin los tres jóvenes con quienes había discutido hacía unas horas habían llegado a su vida, creyó haberlo sentido, pero su desconfianza y su dolor eran mucho más grandes que sus ganas de creer las promesas de los demás de que sus intenciones no eran malas. De hecho, hasta había llegado a creer que ni siquiera su madre, a quien supuestamente iría a conocer, lo querría tanto como había expresado en su carta.

Hundido en sus miles de oscuros pensamientos, el monarca suspiró profundamente y se encogió todavía más en su lugar. Sentía que moría de frío y que el sonido de las chispas de la fogata lo llamaba a que se sentara junto al calor, pero no se movería de allí por nada del mundo. Ya no quería que quedara en evidencia nada más acerca de lo que pasaba en su corazón.

Desde la distancia, Jimin no dejaba de mirarlo, preocupado. Quería hacer algo, mas no sabía qué, y también le inquietaba que los otros dos no hicieran nada para poder arreglar lo que había sucedido. Por eso, ya rendido, se acercó a Taehyung, quien era el que estaba más próximo a su persona. El muchacho estaba preparando algo para que pudieran alimentarse y, al haber notado que el más joven se le había arrimado, dejó por un momento lo que estaba haciendo y lo miró con atención.


—Señor... —dijo casi en un susurro, pues se sentía un poco tímido al ser el primero en hablar después de tanto tiempo en silencio, y después de tanta tensión—, ¿por qué no llamamos a su majestad? Está solo, debe tener frío y hambre.

—Comprendo que quieras llamarlo, Jimin, pero todos escuchamos bien sus palabras.

—No es como si él realmente fuese a ejecutarnos.

—Pues... no lo sabemos. Tiene el poder necesario para hacerlo.

—Eso no justifica nuestra actitud. No comprendí nada de lo que sucedió esta tarde, pero sí sé cuán mal se siente, y cosas así no se resuelven con distancia y silencio.


Taehyung asintió con la cabeza, y continuó con la cena.


—Tienes razón, pero dudo que quiera vernos.

—Pero ¿qué pasó? ¿Por qué se enojó tanto, y a qué se refería cuando hablaba de mí?

—Bueno, eso debería decírtelo él. Creí que tendrías al menos una pista en cuanto se puso celoso.

—¿Celoso?

Lazos del destino [Yoonmin] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora