Capítulo 23

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Eran ya cerca de las seis de la tarde, horario en el que Park Jimin solía salir de su trabajo. El joven trabajaba como asistente del presidente de una empresa. Cada jornada era diferente. A veces, el día era tranquilo y no había mucho que hacer, otras tantas, se acumulaba tanto trabajo, que él creía que podría estar al borde de la locura. Ese día era uno de los pesados. Su jefe estaba a punto de abrir una nueva sucursal de su tienda, y había sido imprescindible organizar una larga junta en la que se habían discutido todos los detalles que debían tenerse en cuenta antes de la gran apertura. La reunión había sido bastante agotadora. Cuando por fin terminó, todos recogieron sus cosas y comenzaron a marcharse para regresar a sus casas. Jimin, en cambio, tenía otros planes.

Sin que nadie pudiera darse cuenta de ello, pues el lugar debía cerrar, Jimin se escabulló hacia su oficina y tomó de ella una mochila que había llevado consigo esa mañana. Luego, fue con ella al baño, y cambió su ropa. Se quitó su camisa blanca, sus zapatos y su pantalón de vestir, y se colocó unos pantalones grises deportivos, un buzo unas tallas más grande que la suya y una gorra, que terminó de cubrir con su capucha. Una vez que estuvo listo, guardó su ropa de oficina en una bolsa, y dejó su mochila en su oficina. Ni bien cerró la puerta, corrió hacia uno de los ascensores. Dentro del mismo estaba una de sus compañeras, quien, al haberlo visto, detuvo las puertas para que pudiera entrar. Jimin pasó, presionó el botón de la planta baja, y las puertas se cerraron. La chica lo miró atentamente, pues no podía ver su rostro. Cuando pudo descubrirlo, jadeó con sorpresa.

—¿Jimin?

—Sí, soy yo, pero no me llames por mi nombre, por favor.

—¿Y cómo te llamo? —Rio la muchacha.

—Solo no lo hagas, no fuera de la oficina.

—¿Eres un mafioso o algo así?

—No es gracioso, Yun Suk. No estoy pasando unos días muy buenos últimamente.

—Lo he notado, y también he notado que no hemos salido más. Solíamos ir a beber algo, a cenar o a pasear luego del trabajo. ¿Te gustaría que lo hagamos ahora? No tengo prisa para llegar a casa.

—Lo siento, debo ir a otro lugar.

El ascensor se detuvo al haber llegado a planta baja, y las puertas se abrieron. Cuando los dos salieron de allí y quedaron solos en la recepción del edificio, Yun Suk miró a Jimin con tristeza.

—¿He hecho algo malo? Somos amigos desde hace un tiempo, pero estás muy distante últimamente. No planeas más salidas, te escapas de las reuniones sociales, dejaste de asistir a las clases de baile que tanto te encantaban... ¿Qué pasó?

—No eres tú, lo siento mucho. Sé que estoy actuando extraño, pero es porque tengo miedo. Hay una serie de cosas que estuvieron sucediendo, y de las que no puedo hablar en un lugar cualquiera. Además, me avergüenza contarlo y me asusta que algo malo pueda pasar.

—Bien, te entiendo y te respeto, pero quiero que sepas que te escucharé si quieres hablar alguna vez, ¿sí?

—Muchas gracias. Nos vemos mañana, ¿sí?

Jimin caminó hacia la puerta. Yun Suk, confundida, lo miró con el ceño fruncido.

—La puerta del estacionamiento queda por allá —señaló hacia su derecha—, ¿no viniste hoy en tu auto?

—Sí, pero un amigo vendrá por él más tarde. Hoy iré caminando.

—En serio te está pasando algo... —Presionó juntos sus labios.

—No te preocupes demasiado por ello.

—Ten cuidado, ¿sí?

Tras haber dicho aquello, la joven caminó hacia el estacionamiento. Jimin, en cambio, salió por la puerta hacia la vereda, y caminó un par de calles para ir hacia la comisaría. Había dicho hacía ya unos cuantos días que dejaría la denuncia, pero no lo había hecho. Sin embargo, antes que nada, quiso detenerse en una pequeña tienda de conveniencia para comprar algo para beber. Se sentía cansado y asustado, y sentía que necesitaba aunque sea algo que tomar para relajarse un poco. 

Lazos del destino [Yoonmin] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora