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Mientras camina hacia la sala común de Gryffindor, a su cabeza llegaban demasiadas preguntas.

¿Ron iba a creerle? ¿Estará enojado con él por todo un año? ¿Acaso aparte de Cedric y Hermione alguien más le creería? ¿Acaso decepcionará a sus padrinos?

Demasiadas preguntas venían a su mente, y lo hacían ponerse demasiado inseguro. Normalmente era una persona que ayuda a las demás personas con sus inseguridades, pero era el único que nunca pedía ayuda o daba a notar sus inseguridades.

Solo esperaba que todo fuera con calma, mínimo tenía a su novio y a la maestra McGonagall de su lado.

Ahora que lo pensaba ¿cómo iba a enfrentarse a tres competidores que habían recibido tres años más de educación mágica que él, cuando tendría que enfrentarse a unas pruebas que no sólo serían muy peligrosas, sino que debían ser realizadas ante cientos de personas? Sí, es verdad que había pensado en ser campeón: había dejado volar la imaginación. Pero había sido una locura y eso fue mucho antes de que todos empezaran a meter su nombre, eso era realmente, una especie de sueño. En ningún momento había considerado seriamente la posibilidad de entrar...

Pero había alguien que sí lo había considerado, alguien que quería que
participara en el Torneo, y se había asegurado de que entraba. ¿Por qué?
¿Acaso lo quiere muerto? No sabía por qué, pero le parecía que esa era la más acertada. ¿No podía haber puesto alguien su nombre en el cáliz de fuego para hacerle una gracia, como parte de un juego? ¿De verdad había alguien que deseaba que muriera?

A Harry no le costó responderse esa última pregunta. Sí, había alguien que
deseaba que muriera, había alguien que quería matarlo desde antes de que cumpliera un año: lord Voldemort. Pero ¿cómo podía Voldemort haber echado
el nombre de Harry en el cáliz de fuego? Se suponía que estaba muy lejos, en algún país distante, solo, oculto, débil e impotente...
Pero, en aquel sueño que había tenido justo antes de despertarse con el dolor en la cicatriz, Voldemort no se hallaba solo: hablaba con Colagusano, tramaba con él el asesinato de Harry...

Harry se llevó una sorpresa al encontrarse de pronto delante de la Señora Gorda, porque apenas se había percatado de adónde lo llevaban los pies. Fue también sorprendente ver que la Señora Gorda no estaba sola dentro de su marco: la bruja del rostro arrugado —la que se había metido en el cuadro de su vecino cuando él había entrado en la sala donde aguardaban los campeones— se hallaba en aquel momento sentada, muy orgullosa, al lado de la Señora Gorda. Tenía que haber pasado a toda prisa de cuadro en cuadro a través de siete tramos de escalera para llegar allí antes que él.

Tanto ella como la Señora Gorda lo miraban con el más vivo interés.

—Bien, bien —dijo la Señora Gorda—, Violeta acaba de contármelo todo.
¿A quién han escogido al final como campeón?

—«Tonterías» —repuso Harry desanimado.

—¡Cómo que son tonterías! —exclamó indignada la bruja del rostro arrugado.

—No, no, Violeta, ésa es la contraseña —dijo en tono apaciguador la Señora Gorda, girando sobre sus goznes para dejarlo pasar a la sala común.

El jaleo que estalló ante Harry al abrirse el retrato casi lo hace retroceder.
Al segundo siguiente se vio arrastrado dentro de la sala común por doce pares de manos y rodeado por todos los integrantes de la casa de Gryffindor, que gritaban, aplaudían y silbaban.

—¡Tendrías que habernos dicho que ibas a participar! —gritó Fred. Parecía
en parte enfadado y en parte impresionado.

—¿Cómo te las arreglaste para que no te saliera barba? ¡Increíble! —gritó
George.

My Angel <ᴴᵉᵈʳⁱᶜ> Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt