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—Dejame de estar molestando —gritó Seamus mientras le aventaba una almohada a Dean. Este logro esquivarla, pero por hacer eso no esquivo el cuaderno que el otro le había aventado también.

—¡Auch! Eso dolió.

—Siente lo que yo siento.

Salió enojado de la habitación. Los chicos solo miraban en silencio todo lo que pasaba. Desde que vieron que la pareja había empezado a pelear, para ellos era mejor no meterse en todo eso, no era asunto suyo; además era gracioso ver a Dean ser golpeado por Seamus.

Ron se acercó al moreno y simplemente le apretó el hombro.

—Si que es un idiota —dijo en un susurro Neville, solo para que Harry pudiera escuchar.

—Ni lo digas.

—Vamos, hay que bajar a comer. No quiero tener a una Hermione enojada —habló el pelirrojo mientras abría la puerta y salía.

...

—Soy yo, ¿o el techo tiene un aspecto triste? —preguntó Ginny mientras miraba hacia arriba.


Los demás también miraron, y era cierto, a pesar de que la tormenta se había ido, el techo tenía un aspecto muy triste.

—Sí lo tiene, pero no me interesa.

La pelirroja golpeó a su hermano.

—¡Oye!

Se pusieron a comer, mientras hablaban sobre las materias, unas nubes enormes del color gris del peltre se arremolinaban sobre las cabezas de los alumnos.

Ninguno de los chicos lo había notado ya que estaban examinando sus nuevos horarios.
Unos asientos más allá, Fred, George y Lee Jordan discurrían métodos mágicos de envejecerse y engañar al juez para poder participar en el Torneo de los tres magos.

—Hoy no está mal: fuera toda la mañana —dijo Ron pasando el dedo por la columna del lunes de su horario—. Herbología con los de Hufflepuff y Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...

—Y esta tarde dos horas de Adivinación —gruñó Harry, observando el horario. Adivinación era su materia menos apreciada, aparte de Pociones.

La profesora Trelawney siempre estaba prediciendo la muerte de Harry, cosa que a él no le hacía ni pizca de gracia.

—Tendrán que haber abandonado esa asignatura como hice yo —dijo
Hermione con énfasis, untando mantequilla en la tostada—. De esa manera estudiaran algo sensato como Aritmancia.

Ahora que lo pensaba Harry, su amiga tenía razón.

—Estás volviendo a comer, según veo —dijo Ron, mirando a Hermione y las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la
mantequilla.

—He llegado a la conclusión de que hay mejores medios de hacer campaña por los derechos de los elfos —repuso Hermione con altivez.

—Sí... y además tenías hambre —comentó Ron, sonriendo.

De repente oyeron sobre ellos un batir de alas, y un centenar de lechuzas
entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. Instintivamente, Harry alzó la vista, pero no vio ni una mancha blanca entre la masa parda y gris. Las lechuzas volaron alrededor de las mesas, buscando a las personas a las que iban dirigidas las cartas y paquetes que transportaban.

Un cárabo grande se acercó a Neville y dejó caer un paquete sobre su regazo. Al chico casi siempre se le olvidaba algo. Al otro lado del Gran Comedor, el búho de Draco Malfoy se posó sobre su hombro, llevándole lo que parecía su acostumbrado suplemento de dulces y pasteles procedentes de su casa.

My Angel <ᴴᵉᵈʳⁱᶜ> Where stories live. Discover now