—Metértela.

—¿Follar? ¿Copular? ¿Acostarnos? ¿Hacerlo?

—Ya lo entendí —lo detuvo Nalbrek.

—Tenemos que elegir una palabra —se lamentó.

—No hace falta, meterla está bien.

—¿Estás seguro? —le preguntó suspicaz.

—Sí, así que continua.

—Está bien. También me dijo que mi cuerpo, ahora mismo, es más parecido a un humano que a un cambiante, por lo que debemos copular de frente para que tus feromonas me afecten tanto como sea posible.

—¿De verdad te dijo eso Sarnat?

—Sí, me dijo que tenías que metérmela dos veces al día durante una semana mirándonos y que, cuando acabase, fuese a verlo para decidir el siguiente paso. Y deja de poner esa cara de idiota feliz —le advirtió molesto. Aquello no era ningún juego.

—Imposible —negó Nalbrek sonriente.


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—Oye, devuélveme eso —le advirtió molesto esa noche cuando Nalbrek cogió el frasco con el lubricante recuperándolo.

—¿Qué es?

—Lubricante como el que usa el humano, según Sarnat mi cuerpo ahora mismo no me ayuda durante la copulación y el que lo hagamos al revés, tampoco ayuda.

—¿Y sabes cómo utilizarlo? —le preguntó Nalbrek.

—No —admitió después de un momento. 

Ahora que lo pensaba, se lo llevó al humano, pero no era capaz de recordar la explicación de Sarnat y cuando habló con el búho estaba tan molesto pensando que iba a tener que soportar la polla de aquel lobo dentro de él dos veces al día que se le olvidó aquel detalle.

—Yo sí —contestó Nalbrek casual haciendo que lo mirase.

—Explícate —le advirtió.

—Es tan solo que escuché cosas del humano por accidente —prosiguió inocente.

—Dos pieles no estarían mal —murmuró—. Una en la entrada, para limpiarme los pies los días de lluvia, otra delante de la chimenea.

—Deja de decir tonterías.

—¿Quién está diciendo tonterías? Está bien, sigue —le pidió al ver como lo miraba.

—Por lo que sé, se debe echar dentro para facilitar la entrada.

—Eso lo sé, lo que no sé es cómo.

—Según Hilmar, se suele echar con los dedos.

—No —se negó en redondo—. Aparte de tu polla no va a entrar nada más ahí —le advirtió.

—Pero es para ayudarte.

—No —repitió—. Nada más.

—Eso es infantil de tu parte, incluso el humano es capaz de hacerlo.

—No me compares con un humano. ¿Has escuchado lo que son capaces de meterse?

—Pero esto no es nada extraño, es solo algo que te ayudará y hará que te duela menos.

—Es mi culo y he dicho que no. Si tanto quieres usarlo, hazlo tú.

—¿Y eso de qué te serviría?

—Para poder reírme de ti.

—Dawi —le pidió.

—No —repitió con lentitud.

—Está bien, hay otra manera, pero no es tan efectiva.

—¿Y por qué no lo has dicho antes? —exigió molesto.

—Porque no es tan efectiva.

—¿Y en qué consiste?

—Me la echo yo.

—Creía que estábamos de acuerdo en que eso no me ayudaría.

—Me la echo en la polla.

—Ahhh —asintió al comprenderlo—. Me sirve —aceptó y es que aquello respetaba la regla de "solo la polla de Nalbrek dentro de él".

—Bien, ¿algo más?

—Que otra vez voy a tener que ver tu fea cara cuando lo hagamos —asintió.



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Y aquí está la explicación de por qué Nalbrek nunca ayuda a Dawi: porque su vida corre peligro si intenta ayudarlo 😆

Cambiantes Libro II. Vínculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora