27- ¿Está bien o hay que llevarlo a un psiquiatra?

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El sonido de mi alarma me despierta y yo me levanto perezosa para ir hasta el cuarto de baño.

Ayer, después de que Cameron se fuera, estuve pellizcándome la cara como unas cuarenta veces para saber si lo que había pasado era real. Y lo fué. Tanto como que ahora mismo estoy sentada en el retrete.

Ni san Andrés ni todos los resfriados del mundo podrían quitarme esta sonrisa de estúpida que tengo en la cara. ¿Soy consciente de que con quién me llevaba mal hace poco, ahora es el que me gusta?

Claro que si.

Me pongo lo primero que pillo en el armario y bajo las escaleras corriendo. Mamá se me queda mirando raro en cuanto entro a la cocina.

-¿Y esa felicidad? -pregunta echando café en una taza.-

-Cosas de la vida -digo mordiendo un brownie.-¡Dios! Están buenísimos.

-Gracias -dice sonriente.-

Salgo de la casa en cuanto escucho el claxon del coche de Inna y me monto en la parte trasera intentando esconder mi emoción. No podría explicarles ahora mismo qué somos a las chicas, ni siquiera yo lo sé.

Pasamos todo el trayecto calladas y cuando recogemos a Alex me llevo una mano a la boca de la sorpresa.

-¿Qué te ha pasado? -pregunto mirando su brazo escayolado.-

-Me caí por las escaleras -dice con una mirada que refleja dolor, seguramente por el brazo.-

-Ven aquí -digo abrazándolo.-

Llegamos al instituto y toda la mañana se me hace larga e insoportable por dos razones. La razón de siempre, odio el instituto. La razón de hoy, Cam pasa de mi como si no hubiese ocurrido nada entre los dos.

¿Pero a este chaval ahora qué le pasa? Ayer quiso besarme, y lo acabé besando yo. Y hoy se comporta como si fuésemos dos completos desconocidos que no saben ni siquiera el nombre del otro.

Pues a este juego podemos jugar los dos.

Salgo del instituto y les digo a las chicas que hoy prefiero irme andando a casa. Sé que está bastante lejos, pero la verdad es que necesito pasear para despejarme. Ellas insisten, pero yo no cedo.

Camino por las calles tranquila y de repente oigo el ruido de un motor que ya se me está haciendo familiar. Cameron realentiza el paso de su coche al compás del mi paso.

-¿Te llevo, _____? -pregunta amable.-

Lo ignoro completamente y sigo mi camino sin hacerle caso. Él empeza a gritar mi nombre y, cansada de escucharlo, me pongo lo auriculares con Amor en práctica a todo volumen. La canción perfecta para este momento, noten el sarcasmo.

Unas manos me arrancan los auriculares y veo a Cam delante mía con expresión de estar cabreado. ¿Ahora te cabreas? Yo llevo todo el puto día enfadadísima y no he dicho ni pío.

-¿Se puede saber qué he hecho? -pregunta quitándome el móvil de las manos.-

-¿En serio lo estás preguntando? -contesto incrédula.-

El silencio se forma a nuestro alrededor y la tensión se podría cortar hasta con un cuchillo de la mantequilla.

-Hoy llevas todo el puto día pasando de mi culo -digo arrebatándole los auriculares y el móvil.-En el instituto es como si fuese un fantasma para ti y ahora en la calle me haces caso.

Él se queda en silencio y yo tomo eso como un escape para seguir mi camino a casa. Antes de que pueda dar más de tres pasos Cam me coge del brazo y me gira dejándome cara a cara con él.

Sus labios sobre los míos es lo único que siento después de qe me haya girado. ¡Me está besando en plena calle! Unicornios, dejad de pincharme en el estómago durante un rato.

Le sigo el ritmo del beso y por culpa de la estúpida necesidad del aire nos separamos, aunque no me suelta las manos.

-Lo siento -dice pillándome desprevenida.-No quería que te sintieras así.

-Es que no lo entiendo Cam -digo jugando con nuestros dedos.-Ayer nos besamos y hoy... Hoy pasas de mi en el instituto, pero ahora me besas. ¿Qué te ocurre?

Se queda callado como buscándole una respuesta a esa pregunta, pero parece no encontrarla. Separo nuestras manos y me doy la vuelta para volver a mi casa con miles de suposiciones rondándome la mente.

¿Se avergonzará de mi? ¿Qué razones tendría para avergonzarse de mi? ¿Está bien de la cabeza o hay que llevarlo a un psiquiátra?

Llego a mi casa agotada mentalmente y me voy directa para mi habitación. Necesito dormir un rato.

Me quito la ropa escuchando a mi madre pegar en la puerta para que la deje entrar y que le cuente qué me ocurre, pero ni yo misma se lo que me ocurre.

Lo último en lo que pienso antes de dormirme es en la sonrisa del querido idiota.

Mi Odioso Vecino (Cameron Dallas y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora