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—¿Y si vuelvo a recaer?

—Me llamas tal y como lo has hecho hoy, nunca serás una molestia para mí, Myeong —ella, aunque fuera su psicóloga la hacía sentir como su segunda madre.

Como si, de alguna extraña manera, todo lo que tenía y decía tendría sentido aún si nada lo poseía. Ella admiraba la belleza de las cosas mínimas, con animales como la tortuga acompañando su consultorio.

Myeong se sentó en ese gran sofá, para mantener su mirada en el animal. Tan pacífico que sentía envidia del mismo.

—Todo irá bien, si tú decides que irá bien…

—Hay cosas que no puedo controlar, no se si este preparada para encarar el lugar donde crecí después de haberlo abandonado —la chica miraba la tortuga en esperando de que está en cualquier momento le diera un consejo.

—No lo abandonaste, buscaste la mejor oportunidad para recuperarte a ti misma —iba a paso lento, relajado y como sí nada pasara. En ese momento entre todas las emociones, se preguntaba: ¿Por qué no pudo ser una tortuga? ¿Qué mal había hecho para seguir siendo ella?

—La vida de una tortuga debe ser fácil, ¿No es así?

—Su vida se basa en comer vegetales y respirar —dijo la mujer, quien se había dado cuenta de que para ese momento, Myeong se había desconectado de la conversación.

—¡Esto es una catástrofe! ¿No lo entiende, doc? —otra vez, se conectó a la conversación.

Los recuerdos de las primeras sesiones envolvieron la mente de la psicóloga. Hace tiempo que, de hecho, no era así. Contaba sus problemas sin que le temblara la voz, sin formase un nudo y sus ojos se volvieran borrosos, sin que se conectara y desconectara. La psicóloga sabía que ella estaba procesando todo lo que pasó en su día.

—Sigo sin entender —la mayor miraba cada acción de la joven con mucho cuidado, como sus ojos se paseaban en todo el lugar para terminar en el mismo lugar: su tortuga—. Si este chico fue bueno…

—Los recuerdos que me trajo. No es él, es lo que lleva con él, ya se lo he explicado varias veces —la psicóloga asintió, mientras que la de ojos filosos conecto su mirada con la de la psicóloga—... ¡Para colmo me dio una carta!

—¿Una carta? —cuestionó la mayor.

—¿No le dije? —soltó un respingo, mientras pasó su dedo por la nariz como si estuviera limpiando algo de la misma—. Importa una mierda, de todas formas, la tengo que leer cuando esté sola.

—Casi nunca te he escuchado decir malas palabras —admitió la mujer mayor, quien miró rápidamente su reloj que se encontraba en su muñeca—. Por lo menos no en mucho tiempo, cuando eras más joven.

—Me acuerdo cuando vine aquí, la primera vez… —rio, todo parecía tan ajeno cuando apenas habían sido unos tres años cuando fueron ahí. Cuando la señora para la que trabaja su madre le recomendó ir a una psicóloga por sus actitudes y adicciones. Todo eso, pese a la mala situación, trajo memorias que ahora le parecían graciosas, anécdotas dignas de recordar nuevamente y no verla como algo malo.

Todo pareció calmar a la muchacha. Los recuerdos llenos de comedia y chistes, que ahora, solo entenderían su madre y ella.

—Pareces más calmada —comentó la mayor.

—Supongo… ¿Usted tiene poderes? —cuestionó. La mujer rio ante la pregunta de la muchacha.

—Se llama conocerte bien —la chica negó levemente—. Esta es una prueba para que veas que has superado tus traumas, porque desde hace unos meses me hablas de eso sin llorar.

INFINITY ━━ Hwang Sun-oh.Where stories live. Discover now