II~ Capítulo 23 - "Condiciones"

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El camino a casa había sido silencioso. Belén no había dicho nada más que estaba cansada y deseaba llegar ya a casa para poder quitarse esos pesados tacones y ese pegado vestido.
Habían pasado una de sus mejores noches y para ella lo único que podría mejorar todo era que Érick por fin se atreviera a confesar lo que sentía por ella.
Él no tenía en mente confesar eso, era algo mucho peor que por más que pensaba en como ablandar la situacion era imposible hacerlo. Miro a Belén caminar a su lado sin prestar atención en lo mínimo a su camino, su Ángel de la guarda lo acompañaba y fue quien evitó que por su acción chocara con un poste, tropezara con una piedra y pisará la popó de la perrita Bigzi que vivía a tres casas de ese asunto.
Solo le bastó que Belén sonriera avergonzada por la mirada de Erick para que él también lo hiciera clavándose aún más fuerte la estaca de culpa justo en el centro de su pecho a centímetros de su débil corazón. Miro por segundos erróneos al frente. Las luces de la patrulla que estaba frente a la casa de Belén le hizo detenerse y al mismo tiempo sostener la mano de su acompañante para que ella lo hiciera con él. La volteó frente a él para que le diera la espalda a la patrulla y la imagen de sus dos amigos esposados frente a frente de su hermano Javier.
Él lanzó un suspiro de rendición. Al ver a sus amigos rendidos, o más bien derrotados, entendió que era hora de la verdad.

—Tengo algo muy importante que decirte —le dijo sosteniendo con ambas manos los hombros de Belén para evitar que mirara a sus espaldas.

°°°

—¿En serio creyeron que no habría cámaras de seguridad? —Ángel se reprendió a sí mismo por no poner sobre la mesa un riesgo tan obvio —no entiendo que hacían ustedes dentro de mi casa, al principio creí que eran unos vil ladrones y por eso envié a la policía, pero después de ver las grabaciones y ver que tú —señalo al gemelo —pasaste de las joyas y el dinero me dejó claro que buscaban otra cosa —miro a Ana, la que parecía más tranquila —¿Qué era eso? —los cómplices se miraron y después a los oficiales que estaban detrás suyo sosteniendo sus manos. Javier volvió a suspirar. —Ustedes no quieren ir a prisión —Javier quiso negociar —¿Cierto? —Ángel y Ana se miraron tres segundos para después negar. —Entonces hagamos un trato. Díganme qué es lo suficientemente importante como para inrrumpir en casa ajena y los dejaré libres.

La oferta sonaba tentadora, tanto que Ángel llegó a abrir la boca para aceptar pero su amiga con una sola mirada le hizo callar.
Ana no confiaba en Javier, era nieto del enemigo y se podía notar a kilómetros que era igual a él. No podía arriesgarse,  y menos contar su plan cuando había tres oficiales detrás suyo tomando nota de todo lo que decían para usarlo en su contra en el juicio al que serían sometidos.

—no necesitamos contarte nada —hablo Ana —solo necesitamos pagar una fianza y nos dejarán libres, pan comido.

—pero la mancha de haber ido a prisión no se los quitará nadie, les seguira para siempre poniendo en riesgo muchas oportunidades —miro a Ángel, al que sus latidos aún no podía controlar, al que Javier había leído como todo un libro abierto y adivinado que él si tenía miedo de ir a prisión.

Javier abrió la boca para volver a decir algo pero el tono de llamada de su celular le hizo cerrarla de nuevo para mirar si su madre necesitaba algo.
Les pidió un momento a todos con un gesto y procedió a responder a su madre.
Ángel busco la mirada tranquila de Ana con desesperación. Estaba nervioso, él en realidad quería aceptar la propuesta de Javier pero Ana se le había adelantado a rechazarla, qué debía hacer ahora sí ella no se lo dejaba fácil. La miró preguntando si tenía un plan, algo que lograra salvarlos, ella entendió su mirada y procedió a contar la única idea que tenía.

—en cuanto se descuiden correremos tan rápido como podamos —susurro en el oído de Ángel cuidando que el oficial que les cuidaba no oyera. —solo ten cuidado de no tropezar porque ni las manos podrás meter —bromeó ella por el hecho de que seguían esposados. —A las tres —el gemelo miro a su alrededor.

—De acuerdo —Javier volteó finalizando su llamada.

—¡Tres! —grito Ana queriendo correr lejos.

—¡Te contaré todo! —su amigo le llevo la contraria.

—maravilloso —Javier sonrió. Ana se detuvo para mirar mal a su amigo.

—¿Y ese puñal por la espalda? —le reclamo. Ángel se encogió de hombros.

—dejenlos ir —les pidió a lo oficiales que con una mala cara y molestos; les quitaron las esposas. —lamento haberlos hecho perder su tiempo —se disculpó al ver cómo un oficial rodaba los ojos en señal de malestar.
Ambos se sujetaron la muñeca con su mano contraria para disipar el dolor del metal.

—nosotros queremos que tú abuelo, Arturo Borg, pagué por lo que intentó hacer con mi amiga, lo que provocó con mi hermana y con lo que posiblemente hizo con otras más —empezó a redactar Ángel. —hicimos que nuestro amigo Erick...

Y como si solo con mencionar su nombre lo invocaran. Belén aparecío a lo lejos corriendo a los brazos de su hermano para buscar un abrazo protector. Él miró al chico que corría detrás de ella intentando convencerla de que le escuchará. Javier colocó a su hermana detrás de él para saltar en contra de Erick diciendo que se lo había advertido. Ángel fue más rápido sosteniendo el cuerpo enorme del hermano protector y Ana en ponerse en medio repitiendo que él estaba con ellos.

—Él solo hizo lo que nosotros le ordenamos —dijo Ana —lo utilizamos para acercarnos a Belén y después a Arturo para poder tener pruebas en su contra. En cuanto nos enteramos de Martín —aquel nombre hizo a Javier tranquilizarse.

—ve a tu habitación, en un momento voy contigo —limpió las lágrimas de su hermana. Ella le dió una última mirada a Erick, una que le acabó de destrozar el pecho por completo. —Las pruebas de Martín, eso es lo que buscaban —Ana asintió. —les ayudaré —los dos que no tenían unas grandes ganas de sacarse el corazón y lanzarlo lejos, miraron con extrañeza a Javier.

—¿A encerrar a tu abuelo? —pregunto Ana.

—los dejaré pasar, tomarán lo que crean pueda servirles y les daré una pista de donde pueden encontrar el resto que podrían necesitar —Ángel sonrió con anheló y Ana aún continuaba sin confiar en él —con una condición —ahí estaba, él también aprovecharía, pero de qué se podían quejar si el mundo se manejaba así. Te doy algo y me das algo, es el ciclo más normal del humano. —ustedes me ayudarán a encerrar a mi padre.

—¿Cómo? —pregunto Ana con el entrecejo fruncido.

—mi madre llamó, ella está denunciando a mi padre por maltrato pero necesita tres testigos y aquí yo veo a los necesarios —dijo mirando a las tres personas que tenia al frente —iremos después de que ustedes tomen lo que quieran de mi hermano, después ustedes tres confirmaran la versión de mi madre para que mi padre vaya preso y todos obtendremos lo que queremos.

—No —el gemelo llamó la atención por su negativa. Todos lo miraban —no voy a encerrar a un hombre con una mentira.

—No es una mentira, él en verdad es un desgraciado que merece estar en prisión, ¡pero las estupidas leyes se atreven a pedir pruebas a una mujer con el labio reventado por un puñetazo!

—no lo haré —Javier tenía unas ganas de golpear al chico lindo pero Ana se interpuso.

—amigo, por favor —sujetó sus hombros —sera por un bien común —le sonrió —cada uno obtendrá lo que merece, piensa que si Arturo es su padre él puede ser igual de malnacido.

—Mi madre mintió frente a la ley y mira lo que...

—esto es distinto —intentó una vez más —escucha, sé qué quieres ser un héroe pero aveces él mundo no necesita uno —esas palabras parecieron convencerlo. Suspiro pesado y cerrando los ojos acepto por fin las condiciones de Javier.

Más Allá Del Olvidó  [I]Where stories live. Discover now