—No vas a morir —aseveró Nalbrek.

—Aun así, prefiero decirlo. Sujan me vendió a los humanos —le explicó a Baem.

—¿Estás seguro? —le preguntó este serio y él asintió.

—Los humanos y él mataron a los lobos y usaron sus pieles para acecharnos. Quería vendernos a Nalbrek y a mí como venganza por ayudar a Hilmar en el asunto del humano, después planeaba tenderle una trampa a Hilmar, matarlo y, con él fuera de escena, deshacerse del humano. Además, tenía planeado verse de nuevo con los humanos a los que me vendió con la excusa de darles nuevas víctimas y así poder matarlos —añadió.

—Comprendo —murmuró Baem serio.

—Tómate esto —interrumpió Sarnat sacando algo para metérselo en la boca y aunque no vio que era, su boca se llenó de un desagradable sabor amargo, tanto que, de haber podido, lo hubiese escupido—. Su sabor no es el mejor, pero te ayudará.

—Eso de que su sabor no es el mejor, no lo dudes —confirmó mientras le daban la vuelta y sentía como le ponían un emplasto en el hombro sujetándoselo, en el costado, en la pierna, los cuales dolieron como quemaduras, pero también en la parte de atrás. Al parecer, cuando estaba bajo el efecto de los afrodisiacos humanos y ante la falta de su pareja, acabó metiéndose algo él mismo por más que no lo recordase. Por suerte no sabía qué.

En esos momentos una parte de él se sentía tan humillada por la situación que quería hacer algo, gritar, detenerlo, pero aún no tenía fuerzas. Además, ¿gritar a quién? ¿Para qué? Aquello no tendría sentido y es que el culpable de su estado eran los humanos, no Sarnat y los demás, por lo que estallar ahora no serviría de nada.

Sintió como le daban la vuelta de nuevo comenzando a curarle el brazo y varias heridas en el pecho que no sabía que tenía hasta que sintió el dolor del emplasto en ellas.

—Vas a acabar con mis reservas —murmuró Sarnat con un deje de disgusto.

—Te lo pagaré —le aseguró Nalbrek.

—Pagaremos —lo corrigió él.

—Antes averiguaremos si lo que dijiste sobre Sujan es cierto, porque si lo es, quien va a pagarme es él. A mí y a todos— añadió Sarnat—. ¿Puedes cambiar?

—Imposible —admitió. No se sentía capaz de volver a su forma animal.

—Esa cápsula debería haberte ayudado a recuperarte —murmuró pensativo, pero él negó. No notaba ninguna diferencia.

—Yo lo llevaré —intervino Nalbrek revolviendo en una bolsa con ropa, cuando, al ver el estado en el que él se encontraba, acabó sacando una de sus propias camisas, poniéndosela, lo cual lo hizo sentir un poco mejor—. Nosotros regresamos ya —añadió transformándose en lobo.

—Será lo mejor, nosotros prepararemos los cuerpos de los humanos y os seguiremos después —decidió Baem mientras Sarnat le ponía una alforja con medicinas justo antes de que Baem lo montase sobre Nalbrek, lo cual resulto ser tan doloroso como desagradable, ya que tenía que ir con las piernas abiertas sobre él. Al parecer su condición era peor de la que pensaba en un principio.

—Si encuentras agua, aprovechad para que se lave y cámbiale los emplastos en los que haya sangre. También dale una bola —aleccionó Sarnat a Nalbrek y este asintió antes de marcharse corriendo y él descubrió que había algo peor que estar montado sobre Nalbrek. Que este se moviese.



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Cambiantes Libro II. Vínculo.Where stories live. Discover now