3.- La noche sin retorno

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Dereck.

6 años.

4 de Julio. Aniversario de la muerte de Julieth.


Entendí poco después que mamá no volvería. Que mamá había muerto.

Papá no hablaba sobre ella, pregunté por ella un par de veces más, y el golpe que recibí como respuesta fue suficiente para entender que no debería volver a preguntar.

Las fotos desaparecieron, cuando nos mudamos de casa dejamos todos los muebles, los recuerdos, papá apenas me permitió tomar algunas cosas y venir hasta aquí. Conseguí tomar un par de fotos y esconderlas en mi mochila antes de que papá las tirara todas, y no entendía porque hacía eso.

La abuela tampoco habla sobre mamá, y no quiero molestarla a ella también, así que dejé de preguntar.

En la escuela la maestra siempre me preguntaba como estaba, y si necesitaba algo. Pero no había nada que decir, si papá y la abuela no tenían respuestas, ella tampoco las tendría.

Tuve que aprender por mí mismo a hacer muchas cosas. Papá se encierra en su habitación casi todos los días luego de venir del trabajo, la nevera está vacía la mayor parte del tiempo así que a veces, la señora que vive al lado de la casa me ofrece galletas, y son deliciosas.

La abuela a veces viene de visita, y me llevó con ella el verano pasado, le pedí quedarme ahí, era más cálido, era más alegre su casa que la de nosotros. Pero dijo que no, dijo que tenía que volver con papá.

Estoy en la cocina comiendo algunas de las galleras que la vecina me dio porque papá no ha vuelto en todo el día, volví del colegio en el autobús, pero él no estaba aquí.

El sonido de la puerta me alarma, odiaba la oscuridad así que he dejado encendida todas las luces de la planta baja. Me apresuro a llegar hacia ahí, y veo a papá.No parece contento de estar aquí, se tambalea como si en algún punto pudiese caerse al piso. No hago ruido, me quedo en la cocina mirándolo caminar hasta las escaleras.

—¿Qué haces ahí parado? —arrastra las palabras, retrocedo cuando me mira con molestia.

—Nada.

—Eres igual a tu madre —dice de pronto—. ¿Por qué tuvo que dejarte conmigo?

Se acerca y me alejo sin pensarlo.

—Debería enviarte con alguien más —parece que habla para sí mismo—. Debería enviarte a Texas tal vez.

¿Por qué quiere enviarme a Texas? No quiero irme a otro lado.

—¿Estás molesto? —pregunto temiendo la respuesta.

Papá me mira, no responde. El silencio es lo único que obtengo y luego se marcha. No sé qué ha pasado con papá, parece un hombre diferente, uno que no quiere estar aquí conmigo.

Vuelvo hacia el taburete, abriendo el paquete de galletas que era la única cosa que tendría para comer hasta la noche. Papá odia que la cocina esté sucia, así que recojo las migajas de galletas y envuelvo el paquete, antes de ir hacia mi habitación. La casa está demasiado silenciosa, cuando mamá estaba aquí siempre había ruido. Ella cantaba mientras cocinaba, o mientras hacia la limpieza, y a mí me gustaba escucharla cantar.

A veces solía preguntarme porque mamá se fue tan de repente, tenía tantas preguntas que nadie contestaba, y que tampoco podía expresar porque no tenían respuestas, porque el silencio parecía ser el único modo de enfrentar esto.

¿Así se convierte la vida cuando alguien que amas se va? ¿Todo deja de ser bueno?

Las galletas no son alimento suficiente, y para cuando la noche llega, tengo más hambre de la que he sentido. Salgo con cuidado de la habitación, cuidando ser tan silencioso como puedo.

Voy hacia la cocina, coloco uno de los bancos cerca de la alacena para conseguir subir y abrir el compartimiento. Hay un paquete de pan tostado, y un bote de mermelada. Eso debería ser suficiente.

Pero el bote de mermelada es más pesado de lo que consideré, y el banco no es estable así que pierdo el equilibro y para sostenerme de la barra de losa, tengo que soltar el pomo de cristal. Cierro los ojos cuando el sonido estalla contra el piso, miro la gran macha roja que se ha creado sobre las losas.

Bajo con prisa del banco, tomando el paño rojo para limpiar porque papá va a estar furioso.

—Dereck, ¿Qué mierda haces? —no soy tan rápido como debería, cuando papá llega a la cocina, aún está la mermelada sobre el piso.

—Tenía hambre.

—¿Y por eso tienes que hacer todo un maldito desastre? —espeta con molestia atravesando la cocina—. Quítate.

Me arrebata el paño y me toma del brazo con fuerza, aprieto los dientes porque su agarre duele. Me saca de la cocina y empuja mi cuerpo hacia las escaleras.

—Ve a tu habitación, ahora.

—Pero tengo hambre —me quejo.

Voltea, tiene el rostro serio y me mira con molestia.

—Pues ahora has desperdiciado tu única cena —dice—. Así que ve a tu habitación ahora.

Me da la espalda y eso me molesta.

—Eres malo —papá se detiene—. Eres malo conmigo.

Cuando voltea, entiendo que no debí de haber dicho eso.

—¿Crees que soy malo contigo? —inquiere acercándose—. ¿Crees que soy malo?

No me atrevo a responder.

—¡Respóndeme! —grita acercándose con rapidez. Me toma del brazo con fuerza y me asusto de que me golpee otra vez—. ¡Habla maldición!

—¡Sí! —grito—. ¡Porque no me quieres! ¡Porque desde que mamá se fue eres malo!

Eleva la mano y me encojo porque sé que es lo que va a hacer, su mano golpea mi rostro y luego me empuja con fuerza, con tanta que caigo al piso. Me aguanto las lágrimas porque sé que le molesta que llore.

Con una rápida mirada lo miro quitarse el cinto que trae puesto.

—Bueno, pues ahora si seré malo —dice elevando la mano, y moviendo el cinto hacia mi dirección—. Y si le dices de esto a alguien, va a ser peor para ti.

No quiero llorar, pero termino haciéndolo, porque duele mucho. Porque esta vez no se detiene aun cuando se lo pido, aun cuando casi se lo suplico. Mis brazos arden cuando golpea, mi rostro duele aun cuando cierro los ojos, sigue golpeándome aun cuando me cubro y solo suplico porque se detenga.

Me duele mucho pero no para. Solo continúa haciéndolo y cuando parece cansarse, solo se va. Me quedo acurrucado en una de las esquinas de la sala, abrazándome a mis rodillas.

Papá no me quería, papá no volvería a ser el mismo, y lo entendí esa noche. A mis seis años entendí que mi padre, dejó de ser el hombre que conocía, y ahora era alguien que hacía daño.

Me quedo ahí hasta que puedo ponerme de pie, a los seis es una corta edad para entender que es lo que ocurre. Para entender que el hecho de que tu padre te golpee de esa manera, debe ser dicho.

No debe ser un secreto.

Pero para mí lo fue. Fue el secreto que me mantuvo a lado de papá, porque a pesar de todo, yo lo quería.

Ojalá alguien me hubiese dicho que eso no era amor. Que todo empeoraría a partir de entonces.

Pero tenía seis años, ¿qué idea podría tener de lo que sucedería en los años siguientes?

Fue un infierno, y apenas comenzaba. 

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¡Nos leemos mañana!

Antes de que el fuego se extinga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora