20. La mejor venganza es el perdón.

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-¿Por que sabes a loción masculina?-pregunté, pasándome la lengua por el dorso de la mano para quitar el asqueroso sabor-¡Oh por Dios, también es de el!, ¿Van a volver?-pregunté, entre la emoción y la confusión.

-No, Cat.

-¿Por qué?-insistí.

-No lo entenderías.

Desvíe la mirada, en este punto ya me sentía más avergonzada que dolida.

-Créeme, lo hago.

No me di cuenta de que había agachado la cabeza hasta que mamá tomó mi barbilla para que la mirará a los ojos.

-¿A que te refieres?

-Hay un chico... había. Y el... Pues...-me maldije cuando mi voz comenzó a ahogarse-Encontró a alguien mejor.

-No-me cortó mi madre-Te defraudó, es distinto.

-Que más da, la conclusión es la misma.-me encogí de hombros, aguantando las lagrimas

-Ven aquí, bebé-me rodeó con sus brazos y finalmente me eché a llorar allí, en el único lugar en el que realmente me sentía segura.

-Te extrañe tanto-mi voz estrangulada logró colarse entre mis sollozos.

-Shh, ya estoy aquí-su mano acaricio mi espalda y se quedó allí, casi toda la noche hasta que por fin pude desahogarme de todo: Su ausencia, la de papá, el frío de esa gran casa y mi amor propio que apenas se levantaba de los escombros.

Luego de un rato me quedé dormida.

Lo último que esperaba un domingo en la mañana era despertarme con con dos rostros sobre mi, mirándome fijamente.

-Mhhh.

-Mira eso, hasta dormida hace pucheros-susurró una.

-Por lo menos no babea-respondió la otra.

-¿Que quieren?-solté el cojín al que me abrazaba con fuerza y golpeé a Mia y a Amy para que salieran de mi campo de visión.

Una de ellas me arrebató el cojín y y lo lanzó lejos, pude oír cuando golpeó la pared. No tuve ni que abrir los ojos para saber que la dueña de aquella fuerza bruta era Mia.

-Venimos a animarte-respondió Amy. Su voz siempre amable y cuidadosa me obligó a abrir los ojos más que nada para no hacerla sentir mal.

-Estoy animada-levanté un brazo adormilado y cerré el puño-Hurra-aquello salió ahogado en un bostezo.

-Son casi las dos de la tarde Cat, dormir tanto no es estar bien-Mia me tomó del brazo que levantado y halo hasta dejarme sentada sobre la cama.

-Solo tengo sueño.

-Solo estás triste-corrigió Amy, con su carita de mamá preocupada.

-Solo necesitas desahogarte-dictó Mia.

Y si. Tal vez era lo que necesitaba, una charla de amigas en la que pudiera soltar todo lo que sentía en contra de aquel bastardo mentiroso, en la que pudiera escuchar los consejos maravillosos que sé que mis amigas me dar...

-Amy, ve por tu traje de la regla.-pidió Mia.

-¿Eh?

-¿Y si lo hablamos mejor?-pidió Amy.

-¿Quieres que me lo ponga yo?-le preguntó Mia.

-No, la última vez que te golpeé te defendiste-contó Amy con horror.

-¿Eh?-repetí.

-Cuando estamos de malas, Amy suele vestirse de la regla y yo la golpeó con almohadas.

VIVIENDO CON EL ENEMIGO (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora