Capítulo 35

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Ela:

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Ela:

... Nuevo juego, princesa —... Escuchaba la macabra y fingida voz a través del auricular del celular —. ¿Asustada, Ela? Puedo ver y escuchar tu respiración, princesa...

Mis ojos como platos se abrieron y de forma inmediata volteé hacia atrás, tropezándome con la mirada de una chica que yacía de pie, gritando a los jugadores. Por su vestimenta supe quién era y en qué año iba.

—¿Dónde estás?, ¿qué quieres de mí? —pregunté, controlando mi tono de voz.

... ¡Ah, mi princesa! —exclamó, con especie de dulzura fingida o tal vez sarcasmo —. ¡Despierta Ela! Mira a tu alrededor —... Mis ojos fueron pasando por cada estudiante de las gradas y luego se detuvieron en esos pares de ojos verdes, que mientras su cuerpo en movimiento estaba me buscaban y se mantenían fijos sobre mí —. Todos mienten, todos ocultan secretos; los rostros de aquellos son quizá más difíciles de descifrar, pero tus padres... Tus malditos y asquerosos padres se llevan el título y por mucho.

—¡No!

... ¿Aún crees en la pureza de la zorra vulgar y fácil de tu madre? —esa risa de nuevo, comenzó a taladrar mis oídos mientras el escalofrío se alzaba por mi espina dorsal —. Ingenua princesita —... Sus palabras destilaban odio, rencor, pero también diversión; una macabra, terrorífica y peligrosa diversión —. Donde la «C» marcada esté, un obsequio verás. Palabras que con el viento se fueron y sangre que fue derramada volverá a hacerlo. El gatillo fue jalado y la fecha enmarcada... ¿Puedes resolverlo, Ela? o ¿te doy un incentivo?

Detrás de aquella voz falsa y espeluznante se escuchó un grito, uno de una mujer; desgarrador era aquel chillido, angustiante y desesperante. Mi corazón a zancadas empezó a latir, la sangre parecía haberse ido de mi rostro y la fuerza para hablar también. El temblor en las piernas era lo único que podía sentir junto a esos ojos verdes enojados que intentaban sacar del camino a todos sus compañeros solo para poder sostenerme...

... Tic, toc, tic, toc; princesa. Tu tiempo se agota.

Silencio...

Solo silencio absoluto. Las luces del lugar se apagaron todas, dejando a más de un grito lleno de confusión. Solo se podía ver gracias a las luces blancas de la pista. Gritos desgarradores se escucharon en varios sitios determinados, provocando un caos que ya había nacido desde el día de la muerte de Jessica Davis.

Bajé las escaleras, en contra de cada cuerpo que deseaba subirlas, empujando y abriendo camino entre los desesperados adolescentes que no hacían más que gritar despavoridos, como si alguien les estuviera desgarrando alguna parte del cuerpo.

Los escalones parecían ser eternos. Distraída seguí mi camino y sin mirar mi rostro ya se iba a estrellar contra el suelo, por lo doblado que mi pie estaba, pero, su mano tomó la mía y con un impulso me jaló. Mis manos quedaron sobre su pecho y la fuerza con la que mi cuerpo se estrelló contra el suyo terminó por derribarnos a los dos sobre aquel hielo sintético con las huellas de todos los jugadores.

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