Capítulo 14

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Ela:

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Ela:

Mis ojos aterrizaron sobre la hoja en sus manos, su color amarillento y varias manchas delataban el tiempo que tenía y el mal cuidado que había recibido.

Los restos de tierra adornaban la hoja. Mis ojos no dejaban de ir de la carta a los suyos, mi cabeza iba de un lado a otro, negando, ¿cómo era posible que la tuviera?

Su dedo índice fue a esos rosados y carnosos labios que poseía, haciendo un gesto para que me callara y no soltara ni una sola palabra. Su cuerpo avanzó hasta el mío, su cercanía me hizo retroceder. Entró por completo y con un pequeño empuje cerró la puerta con seguro tras de sí. Mi pecho subía y bajaba, mis ojos llenos de rabia lo observaban.

—No es lo que parece —. Declaró antes de tenderme la carta.

— ¿Ah, no? —mi tono reflejaba lo molesta y sorprendida que estaba.

Su mirada se endureció por unos segundos, se acercó hasta mi cuerpo y luego volvió a la normalidad, bajó la cabeza. Sus dedos rozaron la punta de los míos, fríos como si estuviéramos en invierno, carecían de calor alguno.

Tan solo desdoblar la hoja de papel amarillento en mis manos lo noté, una rasgadura cortaba a la mitad, llevándose consigo algunas de las palabras escritas con esa letra tan prolija y que sabía que solo le podía pertenecer a papá.

Mis ojos pasaron una vez por el papel y luego subieron a los suyos...

— ¿Dónde la...?

—Eso no importa, Ela —. Iba a marcharse, pero yo no lo dejé y me atravesé en su camino.

—Sí que importa, ¿dónde la encontraste? —mi tono intentó suavizarse un poco y al final lo consiguió.

—Unos metros cerca de la tumba de tu padre, el papel estaba a semi enterrar.

— ¿Por qué? ¿Por qué te estás involucrando en esto? —cuestioné.

Simplemente se quedó callado, sus ojos me miraron una última vez y de nuevo hizo ademán de marcharse y dejar la puerta abierta—reglas de Héctor—, hasta que oscureciera.

—Seth...

—No lo haré, no lo haré, no lo permitiré...

Su cuerpo se giró tan deprisa hacia el mío que ambos quedamos a solo centímetros de distancia, su altura era superior a la mía, sus labios se mojaron y luego se entreabrieron un poco, los míos, por alguna u otra razón también lo hicieron.

Bajé la cabeza tan rápido como pude, pero su mano llegó hasta mi mentón y lo subió, sus ojos verdes... Parecían querer romperse, sacar todo lo que tenían dentro, pero no podía —: No lo dejaré...

— ¿A quién? —susurré, pero solo obtuve una mirada de él.

Su cuerpo me daba cobijo, las gotas de lluvia caían y caían con fuerza sobre el tejado de la casa y sobre el suelo de tierra que había afuera. Mis dedos acariciaron el papel con suma delicadeza, trazaron el contorno de la letra inicial, mis ojos se fijaron en la fecha de la carta...

IceWhere stories live. Discover now