Capítulo 11

467 95 35
                                    

Ela:

Oops! Această imagine nu respectă Ghidul de Conținut. Pentru a continua publicarea, te rugăm să înlături imaginea sau să încarci o altă imagine.

Ela:

«Nathan y Violet. Donde todo empezó...

La sangre, roja y perfecta, corre entre mis manos en este momento. Me he salido de lo convencional, por ti.

Tienes tres días, hermosa, o correrá por las tuyas».

Los sonidos del bosque se escuchaban con más fuerza que antes. El cantar de los pájaros, la brisa, las hojas cayendo o chocando unas con otras. Mi espalda estaba sobre el pecho de Seth, aún se me podía escuchar sollozar a ratitos.

No había sido fácil calmarme, mis manos aún acariciaban la tela desgarrada de su uniforme negro, esa medalla que pendía de la tela negra y que estaba sujeta con un broche de oro en la parte de atrás.

Las manos de Seth me abrazaban, me daban calor.

El pedazo de papel que yacía en mi mano era idéntico al anterior, ese que había encontrado encima de mi cama, junto a los pedazos rotos del marco que contenía esa foto con su rostro. Misma caligrafía, hecha a mano, la mancha de sangre se concentraba en una de las esquinas lo que no significaba que no tuviera salpicaduras.

Mi cabeza se deslizó hasta caer sobre el hombro de mi hermanastro menor, una de sus manos acarició mi mejilla.

La soledad de esta parte del bosque era exquisita. No se escuchaba ni el más mínimo ruido del pueblo, todo era naturaleza.

Mis sollozos se detuvieron por lo que miré a Seth, con nuestras miradas aún conectadas nos levantamos de las raíces de ese árbol. Su mano fue directo a la mía, para evitar que cayera al suelo por alguna u otra extraña razón. Su boca se abrió para susurrar lo que ya desde hace un rato venía diciendo —: No dejaré que nada te suceda, estaré siempre contigo.

Asentí a sus palabras y dejé que sus grandes manos acunaran mi rostro entre ellas. La calidez que sentía, junto a las vibraciones eléctricas que trajo consigo su tacto en mis mejillas provocaron un leve acelerón en mi corazón.

—Debemos volver, Seth —. Le dije, esta vez fue él quien asintió.

La jornada académica había terminado, para nuestra sorpresa. Tan solo volver a cruzar esas puertas los murmullos volvieron, chicas se tapaban la boca con una mano para reír mientras lo contaban a sus amigas o acompañantes.

Para todos había sido una broma, ignoraban todo lo que estaba pasando, la existencia de esta persona, el homicidio de papá... Todo. Detuve mi caminar y miré la pantalla de mi celular con un mensaje de Érica, sus alergias se habían convertido en una gripa bastante fuerte que la tenía encerrada en su casa.

Con tan solo pasar una mirada rápida lo supe, se había enterado, los murmullos se habían convertido en la comidilla de todos los estudiantes, creando un chisme perfecto.

IceUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum