No puedo. —le respondí en el mismo tono.



Claro que puedes. ¿Hemos venido hasta aquí para nada?



Es que... —Agaché la cabeza, encontrándome con mis pies, los cuales temblaban un poco—. Es que no soy capaz de mirarlo a la cara. —confesé por fin.



El que no tendría que ser capaz de mirarte es él, que se fue corriendo. —Alzó un poco la voz, sin darse cuenta.



¿Quién hay ahí? —Se oyó tras la puerta. Era su voz. Ahora sí que estaba temblando. Giré sobre mis pies y Raúl me tiró del brazo.



Tú no vas a ninguna parte. —Empujó la puerta y entonces me encontré con su mirada. El corazón parecía habérseme parado.



¿Guillermo? —dijo desde su cama. Se incorporó, quedándose sentado sobre ésta.



Bueno, yo me voy. —habló Raúl. Yo lo miré con cara de cómo-te-vayas-te-asesinaré-lenta-y-dolorosamente, pero a él no le importó cuántas miradas asesinas pudiera echarle, él se limitó a moverse—. No lo dejes ir, hasta que hayáis aclarado las cosas. —le dijo a Samuel, y ésta vez se fue.



Pasa. —me invitó a entrar—. Siéntate dónde quieras. —Supongo que aquello lo dijo por si no quería sentarme a su lado, después de lo que había pasado. Moví un poco la silla de su escritorio y me acomodé sobre ella, quedando frente a él. Volví a mirarme los pies—. Guillemo... yo... —Subí la cabeza para mirarlo y entonces él calló. Me estaban entrando ganas de llorar.



¿Puedo irme? —le pregunté, girando la cara hacia cualquier lado, en el que él no estuviera. Él se lo pensó un momento y respondió.



No. —Hizo una pausa y volvió a hablar—. Tu amigo quería que lo hablásemos. Y yo también. —Volvió la mirada hacia otra parte. Estaba nervioso, pero ni la mitad de lo que yo lo estaba—. Yo... creí que eras... otra persona.



¿Q-qué otra persona? —le pregunté interesado. Recuerdo cuando Raúl me tendió la servilleta con su número. Él había dicho que el número era para mí. Que era para la persona que lo había atendido.





Una imagen apareció en mi cabeza, como por arte de magia. Eran Carolina y Samuel, ambos mirándose como atontados. ¡Era para ella! Claro... el número era para ella... Y yo... Creí que... Noté cómo los ojos se me empañaban. Antes de que él pudiera notarlo, me levanté para salir por la puerta. Pero él me detuvo.





Espera.



Era para Caro.



¿Qué?



El número. —Me volví para mirarle a los ojos—. Te gustaba Caro, no yo. —Él me soltó del brazo y agachó la cabeza—. Yo volví a darme la vuelta.



Te pagaré lo que me compraste.



No te molestes. —dije sin girarme.



Oye... —Me quedé quieto, esperando lo que sea que me tuviera que decir—. Lo siento...





Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, sin pedir permiso. Avancé unos pasos, mirando hacia abajo, y me choqué contra alguien. Levanté la mirada, y sin querer interrumpí a la mujer que sólo había conseguido decir "¿Queréis que os prepare al...?"





¿Qué te pasa, cariño? —me preguntó, llevando una de sus manos hasta mi mentón—. ¿Habéis discutido? ¿Qué le has hecho Samuel?



N-no es su culpa. —dije—. De verdad... Él no hizo nada.



Entonces, ¿qué te pasa? —Aquella mujer me hacía sentir querido. No eran sus palabras, sino la forma en qué las pronunciaba, y esa mirada que tanto amor desprendía—. Voy a prepararte algo y me cuentas, ¿de acuerdo?



N-no se preocu...



No me vale un no por respuesta. —La mujer desapareció de allí, dejándome con cara de idiota, mientras que se hizo el silencio entre Samuel y yo durante unos segundos que se hicieron eternos.



(...)





Estábamos en el salón. El hombre seguía leyendo el periódico, mientras que la mujer no dejaba de mirarme, esperando a que le dijera algo.





—Mamá, déjalo. Son problemas personales. —habló Samuel. Me hacía daño oírlo hablar así, con tanta indiferencia sobre el tema—. No quiere hablar sobre ello y tú lo estás incomodando.



—Oh... lo siento... Yo no quería... incomodar al chico.



—No se preocupe. —dije—. Sé que su intención es ayudar. —Sonreí, intentando que pareciese sincera.





La mujer me sonrió con ternura y añadió algo, para después levantarse y llevar los plásticos, en los que anteriormente habían estado un par de donuts, a la basura.



"No sonrías si no quieres, no te veas forzado a ello. Pero quiero que sepas que si algún día necesitas hablar de lo que sea, puedes contar conmigo" Aquellas palabras significaron mucho más de lo que cualquier persona podría imaginar, para mí. Al final, había, incluso, merecido la pena haber pisado aquella casa.

--------------------------

Capítulo escrito por: Mrsdesrosiers17

Wigetta: Número equivocadoWhere stories live. Discover now