CAPÍTULO 16

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MARATÓN  2/5

SILVERSábado, 25 de septiembre

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SILVER
Sábado, 25 de septiembre

Tuve que contener las ganas de reír, porque mis hermanos se estaban tomando las cosas en serio y no podían descubrir que todo había sido orquestado por Nelson, Sofía y yo. Así que aguanté mientras duró, fingiendo que aquello me causaba una sorpresa enorme.

Ciel, como había asegurado Nelson, era un verdadero profesional; ni siquiera se veía su cara en el vídeo y lo había subido a la cuenta personal de Mina para que no quedaran dudas de que la castaña en aquella habitación de hotel era ella.

Era Rosenutt Hotel, se notaba por el color marfil de las paredes y las cortinas negras. Mina, en cuatro patas mientras era penetrada y se retorcía por más. El video estaba hecho desde su perspectiva, como si ella misma se hubiera grabado, y algo me decía que así había sido.

Ciel era encantador, embriagante e irresistible para cualquier persona. Y sí, sus encantos no habían funcionado conmigo, mi demisexualidad era un muro y mi carácter un repelente para depredadores como él. No obstante, no dejaba de reconocer que era una criatura seductora de esas que pueden viciar tu voluntad y Mina había caído tan fácil que me sentí inconforme. Las cosas demasiado simples no eran mi estilo.

—¡Madre mía! —exclamó Yong, llevándose una mano a la boca—. Lleva veinte minutos y ya tiene 12K de vistas. Mina acaba de cavar su propia tumba, Cristóbal la va a descuartizar.

Hugo me agarró por el antebrazo y me indicó con la cabeza el otro extremo del pasillo.

—¿Qué? —articulé, inaudible, intentando zafarme de su agarre.

Él no respondió, se limitó a atravesarme con sus enormes ojos. Sesgó su mano a mi brazo y apretó los labios mientras repetía el gesto y me indicaba con un ademán el final del pasillo.

—Espero que Cristóbal no lo descargue con nosotros —emitió Yong, estaba leyendo al azar algunos comentarios del vídeo. Al final, bloqueó su teléfono y lo guardó en el bolsillo delantero de su pantalón de piyama—. Bien, maratón de Sherk, ¿no?

Asentí y me obligué a sonreír.

—Iré a preparar los bocadillos —anunció Hugo—. Silver, ¿puedes ayudarme?

—Claro —contesté, tensa.

—Pondré la primera parte en punta, los veo arriba. —Yong subió los escalones de dos en dos.

Apenas nos quedamos solos, Hugo me llevó a rastras por el pasillo hasta llegar a la cocina. Cerró la puerta tras de sí, me agarró por los hombros y me pegó con rudeza al refrigerador, acorralándome.

—¿Qué hiciste Silver?

No me sorprendió. Desde el primer momento en que advertí su mirada sobre mí supe que él sabía que todo era obra mía, y tengo que confesar que me sentí un poco decepcionada de que solo él fuera capaz de verlo y que Yong no tuviera idea.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora