PREFACIO

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SILVER
Viernes, 25 de febrero de 2022

«Esto tiene que ser una pesadilla. Tengo que despertarme».

Me derrumbé en el escalón y tuve que sostenerme de la baranda para no caer escalera abajo. Aferré mis manos temblorosas a la seda del vestido y sequé mi rostro surcado de sudor. Parpadeé, acostumbrando mis ojos a las penumbras del sótano e intenté tomar aire. Se me hinchó el pecho mientras luchaba desesperadamente por respirar y un sollozo desgarrador me atravesó la garganta.

—¡No, no, no, no! —clamé una y otra vez.

Contuve mis sollozos, pero las lágrimas no cesaron. Se derramaban, saladas e hirvientes, por mis mejillas hasta caer sobre la madera polvorienta del escalón. Solté el vestido y me obligué a ponerme de pie. Temblando, comencé a bajar. Mis músculos dolían, tensos por el constante temblor y, sumida en aquel espeso silencio, la madera crujía a cada uno de mis pasos.

«No, no es un mal sueño».

Más lágrimas.

Enjugué las que pude con el dorso de la mano y me sujeté con fuerza de la baranda. Tragué en seco y continué, hasta que mis pies descalzos hicieron contacto con el suelo. Se me empañaba la visión por las constantes lágrimas, así que levanté la cabeza en un intento de controlar mi llanto. La única luz que entraba provenía de una pequeña ventana al fondo. Era escasa, pues tenía un estante de enseres en medio, pero era suficiente para ver que no estaba soñando, que no era una horrible pesadilla…, que era real.

Sentí como las fuerzas abandonaban mi cuerpo y caí de rodillas.

—Despierta —supliqué—. Despierta, por favor. —Hundí mis dedos en los pliegues de su traje y lo agité. Tenía que despertarlo—. ¡Despierta! No puedes hacerme esto, por favor, despierta.

Me desplomé sobre su pecho.

—Por favor… —Horrorizada, me obligué a mirar su rostro. Sus ojos vacíos buscaban la nada. Su boca, entreabierta, no emitía una sola palabra. Su pecho, estático. Su cuerpo, inmóvil. Reparé entonces en el líquido carmesí en mis manos, en mi vestido, en el suelo. Sangre. Debajo de su cabeza el charco se hacía más y más grande.

«Está muerto».

Busqué como pude el teléfono. Manchando toda la pantalla, marqué el número de memoria. Mis dedos imprecisos dejaron caer el móvil y me apresuré a recogerlo, sintiendo mi interior resquebrajarse. Lo presioné contra mi oreja y esperé.

—¿Dónde estás? Se supone que estarías aquí hace una hora.

—L-Lo siento —tartamudeé—. Lo… —Rompí a llorar.

—Silver, ¿qué sucede? Preciosa, ¿qué te pasa?

—Está muerto. —Temblé.

Respiró hondo y aguardó silencio unos segundos. La música al otro lado de la línea se fue volviendo cada vez más tenue y, un segundo más tarde, escuché la puerta de un auto.

—Dime dónde estás. —No era una pregunta, él nunca preguntaba.

—En casa, en el sótano. —Enjugué mis lágrimas y me senté en la escalera. Cerré los ojos.

—Cálmate, Silver, en nada estaré contigo.

—Fui yo —sollocé—. Lo siento muchísimo, lo he matado yo.

¡Hola! Aquí Aru, solo paso a decirles que miren las fechas que pongo al inicio de cada capítulo

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¡Hola! Aquí Aru, solo paso a decirles que miren las fechas que pongo al inicio de cada capítulo. Así no de perderán... El PREFACIO pasa 6 meses después del CAPÍTULO 1... ;)

 ;)

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