Capítulo 35: Sonrisas Falsas, Sonrisas Verdaderas (1 parte)

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Ron miraba nerviosamente a su amigo Harry, sentado a unos centímetros de él, a su derecha y al lado de Alan. A pesar de haber tenido semanas para lidiar con ese hecho, aun no podía creerse que de verdad fuese Snape. Y mucho menos cuando veía sus manos buscándose cada poco rato bajo la mesa, mucho menos cuando les veía compartir miradas que, sabía, aparentaban menos de lo que en realidad eran.
Y si estaba teniendo problemas para no saltar y darle una paliza a ese hombre que, sentado a sólo dos posiciones de la suya, ahora aparentaba su edad y que sin embargo era el mismo que les había hecho la vida imposible todas y cada una de las horas de pociones de sus cinco primeros años, todas y cada una de las horas de Defensa del último... muchos más problemas tenía para presentarse cada día, ya fuese a la una y media, diez y media, nueve y media de la mañana, ya fuese para una hora o para dos, ya fuese para clases prácticas o teóricas, en la puerta del salón de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Y para atravesarla.

Lo único que le ayudaba a andar los metros que separaban ese aula de las otras y a no perderse accidentalmente por el camino, era el hecho de que Harry estaba allí, poniéndole disimuladamente una mano en el hombro cada vez que la sirena tocaba anunciando el inicio de una de esas clases. Mirándole con agradecimiento cada vez que tocaba indicando el final sin que él hubiese salido corriendo de clase, o hubiese sacado la varita de pronto, a mitad de la hora, y apuntado al profesor en posición de defensa, como había estado a punto de hacer el primer día que acudió allí sabiendo la verdad. Lo único que le retenía en aquella clase era la voz quebrada de Harry murmurando un doloroso te necesito a mi lado. Eran las lágrimas que Harry a veces olvidaba secarse al salir de la cama, era la falta de luz en sus ojos, desde hacía mucho tiempo.

Era una de las consecuencias de ser el mejor amigo del chico que vivió. Ser el mejor amigo de Harry. Ser uno de sus puntos básicos de apoyo, sin el cual no podría sostenerse. Ser el que debía estar a su izquierda, sentado en esas clases de Defensa.

Porque a pesar de que a veces, como en ese momento, Ron pensaba que necesitaba más a esa grasienta serpiente que a él, en el fondo sabía lo que Harry quería decir. Quería decir que necesitaba aparentar. Aparentar e intentar convencerse a sí mismo de que sólo era una clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Aparentar que sólo estaban frente a Mot Elddyr, y en absoluto frente al que-no-debía-ser-nombrado. Por eso Ron había cedido, a sabiendas de que no debía esperar del profesor un trato diferente al obtenido hasta entonces. Aunque él sí hubiese cambiado radicalmente su actitud en esas clases. Mientras antes prestaba atención, tomando apuntes y considerando incluso interesante y útil -o muy útil- alguna de las cosas que el profesor les enseñaba, ahora simplemente esperaba a que pasasen, mirando las manos de Harry, enlazadas a las de Alan, escribiendo lo que veía en la pizarra, sin escuchar la voz del profesor. Porque le ponía los pelos de punta. Y así pasaba inadvertido, mirando cada diez segundos el reloj para descubrir que aun quedaba media hora, media hora menos diez segundos, media hora menos un minuto, veintisiete minutos... Como todos los días. Excepto los viernes. Benditos viernes. Los viernes no tenían clase de Defensa. Los viernes...

-¡Potter! -Harry dio un bote en la silla, mientras soltaba la mano de Alan y ponía rápidamente ambos brazos por encima de la mesa, derribando con el brusco movimiento un tintero que tenía encima-. ¿Se puede saber en qué diablos piensa? ¿Está en mi clase o en algún otro lugar ahora mismo, Señor Potter?

Y a pesar de que Ron se sentía egoísta, era en esas ocasiones cuando más le agradecía a Harry que estuviese allí, sentado a su lado. Porque gracias a que Harry había tirado la tinta al suelo, Elddyr no se había percatado de que él se había puesto pálido, había dejado escapar un pequeño grito y había estado a punto de ponerse en pie. No sabía si para salir corriendo o para apuntarle con la varita.

La mano de Harry se posó de pronto en su muslo con disimulo, por debajo de la mesa de nuevo. Y Ron intentó respirar al darse cuenta de que había dejado de hacerlo, mientras Harry elevaba la mirada intentando ralentizar los latidos de su corazón. Al pobre casi le había dado un infarto.

Secuestrado [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora