Chapter 26

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Cerré la puerta de la habitación con fuerzas, sintiéndome frágil otra vez como en los viejos tiempos

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Cerré la puerta de la habitación con fuerzas, sintiéndome frágil otra vez como en los viejos tiempos. Sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano y puse el seguro. No quería hablar con nadie. Me sentía como una tonta, mientras probablemente él estuviese preparando territorio para follarse a aquella fulana.

No tienes por qué imaginar semejante escena, Isabella. Ambos sudados, ella gimiendo su nombre, sintiendo lo mismo que él me había hecho sentir la noche anterior, la piel de ambos en un cálido contacto. De solo pensarlo me ponía mal.

Enfócate en otra cosa, Isabella.

Me molestaba que nunca era débil por los chicos, no era cursi, no era así de sentimental, los mandaba a volar pero rapidísimo y allí estaba, sintiéndome como una mierda por aquel retrasado mental.

Eros no se merecía mis lágrimas, pero aun así no podía evitar sentirme insignificante. Me levanté del suelo, sin saber en qué momento me había sentado allí, derrotada. Era extraño sentirme así por él, pues no nos llevábamos bien.

En la cama sí que se llevaron muy bien.

Maldita conciencia.

¿En qué momento había comenzado a sentir tanto por él?

¿Desde la primera vez que le vi?

¿Desde la primera vez que nos besamos en la terraza?

El caso es que yo sentía de todo y él muy poco... o nada de nada.

Respiré profundamente, sintiendo un nudo asfixiante y doloroso en mi garganta. Caminé hacia la cama y me senté en una esquina. Entre el disgusto con Eros y todo el alcohol que había ingerido, comenzaba a sentir mareos y fatiga.

Me di cuenta de que Eden me había enviado un mensaje de texto, preguntándome dónde estaba. Le respondí que no se preocupase y lancé el móvil a un lado. Me dejé caer sobre el colchón, boca arriba, y dejé mi vista fija en el techo. La música se escuchaba lejana. No sé si pasaron segundos o minutos estando así.

Me sobresalté cuando escuché unos toques en la puerta, entreabrí mis labios para decir que quería estar sola, pensando que era Eden o Paris, pero las palabras se me atragantaron en la garganta.

—Heik, ábreme la puerta—su voz se escuchó ronca, demandante.

Me incorporé hasta quedar sentada casi de un tirón. Me quedé en afonía. Mi corazón se quería salir de mi pecho.

—Sé que estás ahí, Isabella. Por favor, abre—insistió intentando sonar más amable y apreté mi mandíbula.

—Solo lárgate, Eros. Déjame en paz—hablé con una pizca de cansancio y la voz desgarrada.

Can Yøu Fix My Heart? (Psycho #1) ©Where stories live. Discover now