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Una vez que Peter se encontraba mejor, Wade comenzó su historia. Relató cada segundo que había pasado desde su llegada a la casa de  la pequeña hasta que su juicio se había nublado.

– Vamos a salvar a tu hija. – murmuró Peter logrando levantarse por su cuenta mientras Wade le seguía con la mirada. La herida seguía a simple vista y eso causaba una guerra entre las voces de su cabeza, había dañado a su araña después de todo.

– Me es difícil pensar en quién la puede tener... – murmuró siguiendo con la mirada los lentos movimientos que hacía su Spiderman. – ¿Te duele? – preguntó esta vez con un tono más calmado mientras se levantaba para poder quedar a la misma altura.

– Wade, no te preocupes, no es algo que no me haya sucedido otras veces, recuerda que antes también recibía tus disparos... – comentó manteniendo su mano sobre la herida, después de todo a él le costaba bastante recuperarse.

Los días pasaban y por ningún lado había rastros de la pequeña hija de Wade, visitaron cada uno de los enemigos que el mercenario se había hecho a lo largo de su vida pero nada, su hija se encontraba desaparecida y él sin poder ayudarla.

– ¡Dime malnacido! ¡¿Dónde tienes a Ellie?! – gritó Wade apuntando con una de sus armas a la cabeza de uno de los más grandes mafiosos de la región. – ¡Dime o te volare la cabeza en 10 segundos!

– ¡Ya te dije que yo no la tengo! Siquiera sé quien es esa tal Ellie – arrodillado con las manos en alto se dirigía con una mirada seria al hombre de traje rojo.

– ¡Deadpool! – exclamó Spiderman entrando lo más rápido posible al cuarto, no quería que este terminará como las últimas 30 personas que Wade había matado para saber el paradero de su hija. Pero fue demasiado tarde, un único disparo fue necesario para que la cabeza de aquel sujeto se abriera, dejando a la vista esa gran cantidad de sangre en el piso. – No de nuevo...

– No quería cooperar Spidey, a esta gente hay que tratarla así. – Wade saltaba como una niña en el parque hacia el escritorio de la persona que yacía muerta a los pies de Peter. – Si no te dan lo que pides, balazo, si no están satisfechos con tu trabajo, balazo y si no quieren ayudar a un ser tan indefenso como yo buscando a su ¡maldita hija! – esta vez con el arma golpeó con tanta fuerza el escritorio que un escalofrío surcó por el cuerpo del arácnido. – ¿Ya sabes que habrá, no? – preguntó mirando fijamente al menor en espera de una respuesta que nunca llegó. – me lo imaginaba ¡pero hay balazo!

Wade había perdido una vez más la cordura, era una de esas ocasiones en las que prefería quedarse a un lado y no cuestionar la forma en que el mayor se involucraba con ese mundo, después de todo eran formas distintas de detener a una persona y aunque a Peter no le agradaba no volvería a meterse en sus asuntos al menos hasta encontrar a su hija.

– ¡No me lo creo! – gritó con fuerza Wade empujando todo lo que había sobre la mesa y sacando al menor del trance en que se encontraba. – decía la verdad, no hay nada sobre Ellie aquí. – golpeó con tanta fuerza el escritorio haciendo que esta vez se partiera en dos, estaba enojado, cabreado e impotente, ya no sabía más donde buscar.

– Wade... – exclamó esta vez Peter acercándose a un paso lento, su sentido arácnido no dejaba de avisarle que se marchara cada vez que se encontraba con él, ya que desde que Ellie la habían secuestrado Wade no había vuelto a ser el mismo. – La encontraremos...

En cuanto escuchó sus palabras el mayor no dudó en reír, era una risa molesta que demostraba la ironía y el enfado que había crecido con el pasar de los días.

– No juegues conmigo, de seguro ya está muerta ¿Cómo nadie la va a tener? ¡Maté hasta el puto imbecil que me invitó una cerveza el otro día pensando que podía tenerla! – exclamó tomando su cabeza con ambas manos mientras no paraba de reír. – ¿Y aún así tú piensas que la vamos a encontrar? – preguntó Wade acercándose al menor de una forma que intimidó a este último. – ¿Sabes lo que hacen? – señaló con su indice su propia frente como si de un desquiciado se tratase. – me frenan de no matarte aquí mismo.

Y efectivamente, ahí se encontraba la razón por la que su sentido arácnido no paraba de avisarle de algún peligro.

– Yo sé que tú no lo harías. – confirmó el menor llenándose de todo el valor que podía encontrar, no quería parecer débil por lo que sin dudarlo lo encaró como si siguiera hablando con el mismo Wade de siempre. – Yo sé que sigues ahí, estás pasando por un mal momento pero date cuenta... – extendió sus brazos hacia sus costados como si se estuviera enseñando a si mismo. – aquí estoy, a tu lado a pesar de todas las amenazas de muerte que he recibido estos días por seguirte.

Wade simplemente se dio la vuelta ignorando cada una de las palabras que su "Spidey" había realizado.

SpideyPoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora