EL MONSTRUO

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Por la mañana el equipo se encargaba de buscar una foto de Libby Hatch para que así todos pudiesen identificarla, pues solamente Sara y Bistsy conocían bien su cara. Sara fue a hacerle una breve visita a Bitsy, quien se hallaba recuperándose por el ataque de la noche anterior, esta le informó de una foto que había de Libby colgada cerca de la oficina de Markoe.

Más tarde Lucius le reveló a Sara que la matrona no se había presentado a trabajar y que Byrnes y el capitán Doyle tenían la intención de hablar con ella. Y así, Sara y Lucius se apresuraron a hablar con ella primero. Sin embargo, la encontraron muerta en la mesa de la cocina de su casa. Llamaron a John, Laszlo y Marcus para que registraran la escena y recopilaran pruebas antes de que la policía se presentara en el crimen.

—Esto es monstruoso —dijo John, que de todos los presentes era quien tenía el corazón de pollo.

—Es espantoso, lo admito, pero igualmente fascinante —habló Laszlo dando vueltas alrededor del cadáver—. Si miran de cerca, ¿qué ven?

—Hematomas en el cuello —observó Marcus Isaacson—. La agarró probablemente con un cuchillo contra el cuello.

—Eso fue un castigo, quería verla morir. Ver cómo iba perdiendo la vida. Indudablemente buscó a esta mujer a propósito para matarla —atajó—. Su motivación es totalmente diferente a la del asesinato del bebé.

Sara se paseó por la casa pensando en todo lo que posiblemente había hecho Libby durante su estancia en casa de la matrona. Como la pared en la pequeña sala estaba manchada de sangre, había tenido que cargar el cadáver hasta la cocina, cosa que la ensució. Siguió sus pasos hasta el baño, donde vio que la tina en efecto estaba manchada de sangre. Libby había tomado una ducha y había dejado caer la toalla en el piso. Pero en el fregadero de la cocina también había manchas de sangre ¿qué hacían allí si ya se había lavado?

—Lucius, fíjate si puedes levantarle la cabeza —pidió.

El sargento detective lo hizo, con un poco de dificultad, pues que el cuerpo ya estaba duro y por la posición en la que Libby la había dejado tenía la cabeza agachada. John volvió a acercarse para mirar, al igual que Kreizler.

—Los párpados.

—Como la niña Napp —murmuró Sara.

—Parecen pintados con sangre —volvió a hablar el alienista.

—En serio perdió la cabeza —soltó John horrorizado.

—O tal vez sencillamente la reordenó —analizó su amigo—, para darle sentido a sus actos.

Luego, Marcus encontró Acentanilde, veneno, en la casa de la matrona, pero sin polvo de carbón. Lo que significaba que Libby estaba ingiriendo el veneno y se lo pasaba al niño sin nada que lo neutralizara por medio de la leche materna.

Después de eso, el equipo se reunió nuevamente en la Agencia para discutir más a detalle los hallazgos.

—Si quiere reemplazar a un niño perdido, como lo dedujimos, ese niño estará congelado en el tiempo dentro de su mente. Si creciera más que su propio bebé sería inadmisible para ella.

—Las madres ven hasta el más mínimo cambio en el peso o rasgos faciales —observó Sara.

John le dedicó una mirada furtiva, las cosas estaba tensas entre ambos desde la velada anterior.

—No hace falta haber dado a luz para saber esas cosas —se defendió, cosa que lo desconcertó.

—No dije nada —respondió Moore como un cachorrito.

La detective suspiró, no era momento de ser personales, tenía cosas más importantes que resolver.

—Tal vez la niña Linares ya creció más de lo esperado.

Paper cagesWhere stories live. Discover now